Carta Editorial
Es gratificante ver, ahora, todo lo que se alcanzó desde aquel primer número que salió en junio de 2008.
En lo que va de este mes de despedidas, ha tocado leer cada comentario de cómo las páginas de esta revista han contribuido a la información. Y también ha habido aportes a la educación y a la formación de criterio. Los lectores han hallado en esta revista, de igual forma, un espacio cultural diverso. Es gratificante ver, ahora, todo lo que se alcanzó desde aquel primer número que salió en junio de 2008.
Hay decisiones que cuesta mucho tomar. Y el cierre de este ciclo ha sido una de las más duras. Pero pesa mucho acá aquello de que siempre va a ser mejor poner el punto final y dejar un vacío, a seguir sin rumbo y dejarle a la rutina la terrible tarea de hacer diluir todo, poco a poco, en la indiferencia. “Poder decir adiós es crecer”, cantó Cerati.
Este producto ha sido moldeado por las manos de más de una docena de periodistas profesionales. Cada una de estas personas, a su modo, dejó su impronta, perfiló su estilo domingo a domingo. Y no es raro que este espacio sea, con frecuencia, llamado escuela. De todas las tareas que le toca al periodismo ejecutar, esta, la de la educación, ha sido, por mucho, la favorita. Este ha sido un proceso de crecimiento mutuo entre emisores y receptores. Entre los que producimos y quienes consumen.
Así que el repaso de esta edición se centra en los textos. En esta ocasión, se destacan algunos de los reportajes y las crónicas que han sobresalido por la voz, por la particularidad del hecho del que tratan, por el reporteo, por los datos, por la manufactura de la información y, sobre todo, por la humanidad.
El camino no ha sido fácil. Nunca lo es cuando se apunta a lo integral, cuando se busca con enfermiza intensidad la corrección. Sin embargo, no ha habido, también hay que decirlo, momento de soledad que no se haya roto con alguna frase al estilo “me gusta lo que hacen”. A todos los que han enviado aliento en llamadas, correos electrónicos o cartas escritas a mano, gracias. No saben cuánto han edificado.
Ahora, como nota en primera persona, me toca valorar la oportunidad de ejercer, disculparme por las equivocaciones y reconocer que aquí crecí. Aquí encontré las mejores lecciones. Aquí conocí, escuché, descubrí herramientas para abrir brecha y toqué límites. Me llevo la revista escrita en la vida. No queda espacio para nada más que un gracias por tanto.