«¿En qué parte del mundo libre sucede eso de que se va a ir a unas elecciones con todos los candidatos en la cárcel?»: Daniel Rodríguez Moya
Nicaragua, una patria libre para vivir es el nombre del documental que Daniel Rodríguez Moya, periodista español, presentó en El Salvador hace unos días.
«Esta es una mesa para negociar su salida», le espetó Lésther Alemán a Daniel Ortega, dictador de Nicaragua. Aquello le costó al joven estudiante de 20 años su libertad. Hoy, se encuentra detenido, incomunicado y, de acuerdo con el documentalista Daniel Rodríguez Moya, es víctima de agresiones constantes por parte del régimen.
Rodríguez Moya entrevistó a Alemán en 2018 en medio de un gran sigilo. Para ese momento ya habían pasado 28 días desde que la primera gran protesta llenó las calles el 18 de abril. La misma fue reprimida. «Nosotros hemos puesto los muertos, nosotros hemos puesto los desaparecidos», dijo Alemán ante Ortega en nombre del gremio estudiantil ante una mesa en la que el gobierno, tras constantes enfrentamientos y cientos de muertos, esperaba diálogo. El joven, entonces, se convirtió en uno de los principales blancos de todos los cuerpos de seguridad. Rodríguez Moya estuvo en Managua cuando iniciaron las multitudinarias marchas en contra de la medida que tomó el régimen orteguista para reducir las pensiones.
Es periodista y escritor de Granada, España. Ese material se convirtió en un documental: «Nicaragua, patria libre para vivir».
El documentalista estuvo la semana pasada en El Salvador para presentar, en el Centro Español, el trabajo que describe como «un testimonio de la represión de la dictadura de Daniel Ortega en Nicaragua, en 2018, y que se prolonga hasta hoy en contra de un montón de sectores de la población».
El pasado 7 de noviembre, Ortega se reeligió. Este será su cuarto período presidencial consecutivo, pese a que la Constitución de Nicaragua lo prohíbe. Las elecciones se realizaron a pesar de que siete de los contendientes de Ortega fueron detenidos.
Rodríguez Moya lo define como una farsa que no cuenta, hasta hoy con reconocimiento internacional. Y advierte que esta dictadura representa un riesgo latente para la región centroamericana.
¿Puede regresar a Nicaragua después de haber producido un documental en contra del régimen?
Imagino que no, no lo he intentado. He estado muy cerquita hace unos días en Upala, al norte de Costa Rica, a cuatro kilómetros de Nicaragua. La sensación fue fea. Fue estar a un pasito y no poder entrar. A todos los compañeros periodistas que han intentado entrar en estos días para cubrir la farsa electoral del 7 de noviembre los han regresado de la frontera, a pesar que reunieron los requisitos legales para acceder al país. En esos días regresaron a turistas que iban a entrar, me imagino que sin conocer muy bien la situación del país, porque ir de turismo a Nicaragua ahorita es una auténtica temeridad. A mí, que he realizado un documental y estoy realizando una campaña amplia de denuncia de los crímenes de lesa humanidad en Nicaragua, pues no creo que me declaren bienvenido.
¿Cuál ha sido el resultado de la vigencia de la Ley de Agentes Extranjeros en Nicaragua?
Ha sido el desmantelamiento absoluto de todas las Organizaciones no Gubernamentales y de todas las que, durante un montón de tiempo, han aportado a Nicaragua. Es, justo, lo que perseguía Ortega. Las ONG han sido una china en el zapato él y fijó como un objetivo el eliminar todo ese entramado que, para él, ha sido terrible en el sentido de que fortalecía los valores democráticos. Estaban radicalmente en contra de lo que se estaba instaurando en el país: una dictadura de poquito a poquito que, al final, se ha convertido en una dictadura clásica, como cualquiera que podamos tener ahorita en nuestro imaginario en el siglo XX.
¿Se ha debilitado el poder de Ortega tras el estallido social que inició en 2018?
Se han dado una serie de circunstancias, en los últimos meses, que han hecho que el mundo vea más claramente lo que se viene denunciando desde hace mucho tiempo, desde muy poca prensa. Porque en Nicaragua parecía que, al no tener la importancia geopolítica que pudo tener en los años 80, había perdido atractivo. Además, han existido otros lugares en conflicto de América Latina de mayor importancia, como Venezuela, al menos si hablo desde el punto de vista de España, en donde continuamente nuestros informativos los abre Venezuela. Hay veces en las que uno puede pensar que Venezuela es una provincia más o una autónoma de España. Y, sin embargo, de Nicaragua no se hablaba prácticamente nada, era la gran inexistente. Para mí, hay una primera acción que ha sido la orden de búsqueda y captura del que fuera vicepresidente del gobierno y compañero de Daniel Ortega: Sergio Ramírez, premio Cervantes en España, que es el premio de literatura más importante. Además, en Nicaragua, se prohíbe su libro, «Tongolele no sabía bailar», en el que retrata las protestas de abril y los meses siguientes. Y ya con eso, en España se empieza a hablar ya de Nicaragua. ¿Qué pasa en ese país que se prohíben libros y que se ordena la detención de una figura tan importante? Y luego, está la detención de siete candidatos electorales, ¿en qué parte del mundo libre sucede eso de que se va a ir a unas elecciones con todos los candidatos en la cárcel?
¿Este documental se va a presentar en Nicaragua?
No, por el momento está sirviendo para crear incidencia en los lugares donde se presenta. Pero ojalá pudiera hacerlo. Mi deseo es presentarlo en Nicaragua con los protagonistas de la historia. Viendo de nuevo el documental noto que muchas de las personas con las que hablé han sido encarceladas en los últimos meses y algunos de ellos siguen encarcelados. Las entrevistas para el documental se realizaron todas en Nicaragua en el momento en que el régimen los estaba persiguiendo casa por casa. Lésther Alemán, por ejemplo, lleva en prisión tres meses, aproximadamente. Cuando yo lo entrevisté fue muy complicado, porque en ese momento era una de las personas más buscadas por el régimen. Nunca le perdonaron que enfrentara a Ortega de tú a tú ni que le dijera: «Hemos venido a negociar su salida». Ahora se encuentra en condiciones de tortura, está en una celda en la que permanentemente tiene la luz encendida, en donde no le dan alimento. La madre, que ha podido verlo una vez desde que fue arrestado, dice que ha perdido una cantidad de peso enorme y que se encuentra permanentemente en estado de mareo y no se le da la medicación que necesita. Y no es el único que está en estas circunstancias. Hay un montón de mujeres feministas que también han sido apresadas.
¿Qué mensaje manda esto para las instituciones de izquierda que aún le apoyan?
Una de las personas que ha sido secuestrada por el régimen de Ortega es Dora María Téllez. Los que tienen algún recuerdo de lo que fue la revolución sandinista saben que se trata de una de las figuras fundamentales de esa mística: la comandante Dos, la que asaltó el Palacio Nacional en agosto de 1978 junto a Edén Pastora, comandante Cero y Hugo Torres, quien también está en la cárcel. Ellos fueron los que asaltaron el Palacio Nacional y secuestraron a todos los diputados de Somoza. Gracias a esa acción consiguieron la liberación de un montón de presos políticos. Téllez es disidente de Ortega desde hace muchos años, como tantísimos otros; como pasó con Rodolfo Cardenal, Gioconda Belli, Sergio Ramírez, y muchos comandantes que vieron la deriva autoritaria de Ortega y se apartaron de él. Dora está secuestrada desde hace meses y se encuentra en una situación realmente lamentable, como se ha documentado, sufre tortura y agresión física. Esta es otra de tantas detenciones que demuestra que lo de Ortega va más allá de izquierda o derecha y de cualquier cuestión ideológica. Y que es solo una dictadura que viola los derechos más fundamentales de la población.
¿Cómo se forman líderes no partidarios?
No es desde la política que se reacciona al cierre de espacios democráticos. Es desde la propia sociedad civil que es atacada por el régimen de Ortega en sus múltiples sectores y en diversas circunstancias. Una de las reacciones tempranas fue la de las feministas, que fueron las primeras, quizá, en sufrir los estragos del régimen cuando se impusieron medidas como la prohibición del aborto en todas las circunstancias, incluido el terapéutico. El régimen de Ortega para aliarse, en un primer momento, con la iglesia más retrógrada hizo esa prohibición.
El movimiento campesino también es otro fundamental para entender la lucha frente al régimen por la construcción del canal interoceánico que les dejaría sin tierras y que causaría un gran daño ambiental. Ahí se conforman nuevos liderazgos que se aúnan, sin buscarlo, sin mucha organización previa, para marchar todos juntos el 18 de abril. Esas primeras marchas fueron espontáneas, fueron los jóvenes universitarios los que salieron a las calles, ese sector de la población al que no se esperaba porque siempre se hablaba de una juventud aburrida de todo, sin intereses políticos o sociales. Sin embargo, no era verdad. Había un sustrato por debajo que hacía que los jóvenes cada vez estuvieran más descontentos. Ya pasaba que en las universidades se hablaba más del robo de la democracia. Esos liderazgos, como el de Lésther Alemán, son los que se van formando. Y no en un día ni en un año, sino que desde 2007, cuando Ortega llegó al poder.
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