“Un país no avanza si no estamos todos y todas en una situación de equidad”
Ámbar Alfaro ha dedicado su vida a luchar para que se respeten los derechos de las personas trans en El Salvador. Ha visto, a sus 33 años, avances significativos que le hacen caminar en esperanza. Pero ha visto también grandes retrocesos que, lejos de desanimarla, la motivan a exigir cada día con más fuerza.
Ámbar Alfaro es activista y defensora de derechos humanos. Es, además, una de las fundadoras de la Mesa Permanente por una Ley de Identidad de Género, de la que también fue coordinadora. Actualmente, es la directora para enlace de Casa Rubí en El Salvador. Desde ahí trabaja para que las poblaciones vulnerables del país tengan acceso a salud, educación, vivienda y seguridad alimentaria.
En esta entrevista, Ámbar conversa sobre un rosario de implicaciones que viene con la ausencia de una Ley de Identidad de Género en El Salvador. Una ley que, asegura, permitiría devolver un poco de dignidad a la población trans del país. En este momento, el partido Nuevas Ideas tiene en la Asamblea Legislativa los votos necesarios para su aprobación. La decisión de la bancada ha sido, sin embargo, mandar al archivo el anteproyecto.
Esta es la cuarta, de cinco entrevistas, del ciclo LGBT+: una por letra y símbolo. En las tres anteriores, realizadas a Claudia (nombre ficticio), Erick Iván Ortiz y Keyla Cáceres, activistas todos, han coincidido en señalar que, del colectivo de diversidad sexual, las personas más vulnerables son las trans. Son quienes pierden no solo privilegios, pierden derechos básicos, como nombrarse y existir. Y la razón no es otra que vivir de forma consecuente; ser, en todo caso.
¿Cómo se llevan a cabo procesos legales en un país que se niega a aprobar una Ley de Identidad de Género?
El derecho a la identidad es algo básico. Primero, porque te respalda de forma legal, de forma jurídica. Segundo, porque a las personas trans que no contamos con un documento conforme a nuestra identidad, se nos violenta también nuestra intimidad. Nos pasa que, muchas veces, vamos a lugares o a instituciones en las que somos atendidos y atendidas con un trato correcto, coherente y respetuoso cuando nos ven llegar, y es así hasta que mostramos nuestro documento. En este país, para una persona trans mostrar su documento es como desnudarse y decir: “Mirá, esto llevo entre mis piernas”. Porque a partir de ahí nos empiezan a sexualizar, nos comienzan a ver diferente, a mofarse de nosotras por nuestra identidad y nuestra expresión.
Luego de la violación a la intimidad, representa que la forma de atendernos en estos espacios o instituciones dependa del criterio de la persona que esté ahí. Eso no debería ser así. A mí me ha pasado últimamente con unos trámites que he tenido que hacer. Llegaba a las instituciones y, primero, tenía que explicar que soy una persona trans; segundo, tenía que tragarme algunos comentarios como: “Es que no se le nota nada”, “Es que yo pensé que así era de verdad”. Y, frente a todas esas cosas, yo digo: “Una Ley de Identidad no afecta a terceros”.
Esa ley no le toca un centavo a otro salvadoreño. Porque el gasto por cambiar el nombre en el DUI es personal, no hace que el Estado o la sociedad incurran en gastos. Eso es algo que tiene solución, y ya está la propuesta para resolverlo. Pero en ese ir y venir político de que nunca es el momento, que para después, que es una propuesta obsoleta, las personas trans se nos están yendo. Nos siguen matando. Seguimos viviendo en la precariedad, sin un trabajo, sin poder acceder a la educación inclusiva. En este ir y venir, la expectativa de vida de las personas trans sigue siendo la misma: 33 años.
Durante la cuarentena, ¿cómo les afectó el hecho de que en sus documentos de identificación no se les reconozca con su identidad y expresión de género?
La pandemia vino, de alguna forma, a desnudar todas las realidades de las personas trans que estaban olvidadas. El acceso a la vivienda ha sido un problema grande, porque la mayoría rentamos un lugar. No tenemos un espacio que sea propio, más allá de si es heredado por algún familiar. En ese sentido, durante la pandemia, a muchas personas trans las echaron de las casas por no tener cómo pagar la renta. Muchas compañeras que ejercían trabajo sexual en su lugar de residencia fueron desalojadas por la situación, por la cuarentena súper estricta. Y es verdad que nadie estaba preparado para esto, pero la situación vino a exponer aún más esta realidad que ha sido ninguneada y que ha sido callada por mucho tiempo.
Hay un estudio que dice que son 12 derechos que se vulneran a las personas trans en El Salvador, y ahí se menciona el derecho al libre tránsito. En el marco de la cuarentena súper mega estricta, ese derecho fue muy violentado. Y qué bueno que acá en el país el horario de salida no fue por género, fue por número de DUI. Presentar, sin embargo, un documento que no va acorde a la expresión de género representó abuso de autoridad y burlas de parte de los cuerpos uniformados. Había todo un entorno de seguridad por la cuarentena, pero eso también significó para nosotros y nosotras vivir situaciones que otras personas que no son trans no tuvieron que vivir.
¿Qué se ha perdido con esta Asamblea?
Se engavetó el anteproyecto de Ley de Identidad de Género, porque lo consideraron obsoleto. Pero nuestra vida no es obsoleta. Nos siguen matando, eso no es algo nuevo. Además, aquí el vacío legal, que es el nombre, no depende de nosotras. Porque si dependiera de mí, si fuera un trámite administrativo que estuviera permitido, creo que todas las personas trans ya lo hubiéramos hecho. El problema es de los tomadores de decisiones que no tienen la voluntad política de solventar una problemática que ya se visibilizó y a la que ya se le dio la posible solución. Y eso no quiere decir que la Ley de Identidad de Género es una varita mágica. Claro que no. Pero es una puerta para comenzar a trabajar de forma más ordenada, visible y legal las problemáticas de las personas trans.
¿Cómo considera que será a futuro la situación de las personas trans con la nueva Asamblea?
Quiero ser optimista. Creo que, de alguna forma, no es el tiempo el que cambia las cosas, es la lucha de las personas. Son, también, las demandas, las solicitudes y, lo más importante, la voluntad política de los tomadores de decisiones. Por eso, yo considero que el movimiento va a seguir a pesar de todas las trabas que ponen y de la falta de voluntad. Vamos a seguir trabajando y vamos a seguir demandando. Y espero que esta nueva bancada pueda dar un poco de dignidad. La Ley de Identidad de género busca el cambio de nombre, sexo y género en los documentos de identificación, pero, más allá de eso, se traduce en dignidad, en vida, en derechos humanos y en oportunidades para un grupo de personas. Y no es para una minoría, no lo somos, porque en un país que habla de democracia no se puede categorizarnos. Somos todos y todas ciudadanos y ciudadanas de primera categoría. Y, por lo tanto, la nueva Asamblea tiene la oportunidad de devolvernos un poco de dignidad, y no solo a nosotras, sino también a nuestras familias. Porque esto es algo de lo que no se habla: los crímenes de odio, la transfobia y la violencia lastiman y dividen a nuestras familias. Cuántas madres no hay todavía pidiendo y exigiendo justicia por sus hijas trans. La aprobación de la ley representaría devolver un poco de justicia a las personas que ya no están, a las que están y a las que vienen.
¿Cuáles son las deudas más grandes que tiene la justicia salvadoreña con las personas trans?
Dar justicia y respuestas. Solo hay dos crímenes de odio que han sido judicializados y penalizados. El caso de Aldo Peña, que fue un hombre trans que fue golpeado y vapuleado por agentes de la PNC; y el de Camila Díaz, que también fue asesinada por agentes de la misma institución. Es triste y duro decir que las personas y las instituciones que, en teoría, deberían protegernos son las que nos violentan, las que nos matan. Que son las que validan y respaldan esa violencia feminicida y transfeminicida, esa violencia que tiene, en el fondo, odio para nuestra población.
¿Qué opina sobre los comentarios que dejan las personas en notas sobre la población LGBT+?
Estoy, por salud mental, aprendiendo a no verlos. Pero es casi inevitable. Y es bien difícil porque estamos en un país en el que la gente pide a gritos salir del “tercermundismo”, como muchos le llaman. Las personas dicen que quieren que nos comparemos a países de Europa o a países como Estados Unidos, pero a la vez condenan, desde una posición de ignorancia y de falta de conocimiento, todos estos temas que tienen que ver con derechos humanos. Entonces no entiendo cómo es que quieren vivir mejor, si están respaldando el no tener derechos para todos y para todas. Un país no avanza si no estamos todos y todas en una situación de equidad. Para mí, es bien contradictorio. Además, se sienten con el derecho de opinar sobre una realidad que no conocen, sobre una realidad que no les atraviesa y que no les atravesará nunca.
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