«Tratan a una mujer peor que a un hombre que, quizás, ha hecho otras cosas»

A Sara Rogel la sentenciaron a 30 años de cárcel acusada por homicidio agravado. Esto sucedió después de que buscara atención médica luego de una caída que le provocó la pérdida de su bebé. Ocho años después, obtuvo la libertad condicional. Rogel pasó, como muchas otras mujeres salvadoreñas, por un sistema penitenciario que nunca tomó en cuenta su estado psicológico o emocional, a pesar de haber sido detenida justo después de haber sufrido una emergencia obstétrica.

Fotografías de Michael Huezo

«Ya tengo un mes, como si nada», dice Sara Rogel cuando le preguntan si lleva la cuenta de su libertad. Ha roto el silencio en el que se sumergió desde que vio las cámaras y los micrófonos. Y, a pesar de que la mascarilla oculta parte de su rostro de la mirada de la prensa, de la mirada del mundo, esta no consigue ocultar la expresión de alegría en sus ojos cuando dice estas palabras. Luego, hay silencio otra vez. 

Y es este mismo silencio el que denota que Sara preferiría hablar de qué planes tiene para el futuro y de cómo es su vida después de la prisión sin tener una cámara en frente. Es que desde el 7 de junio, cuando el Juzgado Segundo de Vigilancia Penitenciaria de Cojutepeque le concedió la libertad condicional anticipada, Sara le ha hablado al mundo sobre ella, sobre su vida y sobre los ocho años y medio que le dejó al Estado salvadoreño en la prisión. Ahora reconoce, incluso, los rostros de algunos corresponsales de medios extranjeros. 

En 2012, Sara Rogel sufrió una caída en el lavadero de su casa. El accidente provocó la pérdida de su bebé. Por esta caída se le condenó, en 2013, a 30 años de prisión bajo la acusación de homicidio agravado. Y a pesar de que deberá someterse a algunas restricciones propias de la libertad condicional, como no abandonar el país hasta finales de 2022, ella está fuera del Centro de Detención Menor para Mujeres de Zacatecoluca.

Y, desde entonces, se ha dedicado a rehacer su anterior vida, la que tenía hace casi nueve años. A abrazar a su familia, a diseñar planes futuros y a vivir fuera de la cárcel. A eso y a hablarle, ocasionalmente, a la prensa internacional. Y es en esas ocasiones, dice, cuando «se pone nerviosa». Aferra sus dedos a su bolso y sonríe, con la expresión de los ojos, a los corresponsales. No quiere quitarse la mascarilla. Observa la mesa para dar declaraciones y se siente, dice, «asustada». Fuera de cámaras, Sara cuenta sus planes de ser enfermera con emoción. Con la cámara encendida, deja su postura relajada y calcula las palabras que va a narrar.

Ahora es libre, pero recuerda prejuicios y estigmas de un sistema judicial que, dice, la trató muy mal. Si se le dificulta hablar de planes a futuro, recordar partes del proceso legal se vuelve una odisea. Y aunque no consigue revivir algunas de estas piezas, sí recuerda como no recibió apoyo psicológico ni atención médica personalizada durante su estancia en la prisión. También se atreve a hablar del hacinamiento en el que vivió  y del apoyo que organizaciones civiles le brindaron. Esto, siempre, con el sigilo de alguien que nunca pensó frecuentar de esa forma los micrófonos y las cámaras, pero que tiene una historia similar a la de muchas otras mujeres que aún siguen atrapadas en el sistema penitenciario salvadoreño.

¿Quién es Sara Rogel?

Una mujer a la que le gusta estudiar y trabajar. Como lastimosamente no pude terminar mi carrera, estoy ahorita en planes de poder terminar mi licenciatura en enfermería. Es que me gusta tratar con niños y ayudar a otras personas. Mi familia me brinda apoyo económico y, también, moralmente. He visto en la Universidad de El Salvador (UES). He empezado a movilizarme hace poco porque también he estado sacando documentos. No puedo estar sin documentación en el país.

¿De qué documentación hablamos?

Del Documento Único de Identidad (DUI). Tengo que renovarlo, se me venció mientras estaba allá adentro (en el Centro Penal). El Número Único Tributario (NIT) también.

¿Cómo es un día de rutina para usted?

Salgo a pasear con mi familia, con mis sobrinos. Intento disfrutarlos a ellos más que todo. Por lo demás, le ayudo a mi primo en la tienda que él tiene, arreglo mi casa porque, desde que salí, estoy intentando construir la casa en donde vivo con mis papás.

¿Y qué fue lo primero que hizo usted cuando salió de la cárcel?

Pues, lo primero fue abrazar a mi mamá y a mi papá. Llegué a mi casa y me encontré con toda mi familia: mis primos, mis tías, mis abuelos, que me estaban esperando en la casa. Había como una fiesta sorpresa esperándome. Yo estaba feliz de volver. Tenía casi nueve años de no verlos. Después, fui a la Iglesia.

¿Qué recuerda de los días en la cárcel, cómo eran?

Era cansado, pesado. Teníamos que trabajar en el campo. Aprendí algunas labores agrícolas, como chapodar. También aprendí a cultivar, digamos, rábano, pepino. Todo eso se cultiva ahí dentro del penal. Quisiera poner en práctica algunas cosas.

¿Y cómo era el trato con otras compañeras reclusas?

Era bueno. Todas sabíamos llevarnos y apoyarnos.

¿De qué personas u organizaciones recuerda haber recibido apoyo?

La Colectiva Feminista, la Agrupación Ciudadana por la Despenalización del aborto, la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho (FESPAD). Todos ellos estuvieron ahí, apoyándome.

¿Cómo llegaron a usted?

Realmente no sé. Ya estaba yo en el proceso cuando ellos llegaron a ayudarme. Fue un abogado que me ofreció ayuda. Me sentí muy tranquila y deposité toda mi confianza en Dios y en los abogados también. No tengo palabras para agradecerles por esas noches de desvelo, porque el trabajo así es. Han estado pendientes de mí de una manera demasiado grande.

¿Sufrió usted alguna clase de discriminación, por el delito que se le acusaba, durante el proceso legal?

Sí, la acusación es algo muy difícil. Marca a una persona de una forma bien fuerte. El dolor, la tristeza y la desesperación son algo bien difícil. La Fiscalía General de la República (FGR) se basa en muchas cosas que solo a simple vista ven. Para mí, deberían enfocarse mejor en las cosas. Hay muchas personas inocentes dentro de los centros penales.

¿Cuánto tiempo después de su emergencia recibió usted atención psicológica o psiquiátrica?

No me recuerdo. No recuerdo si lo hicieron o no. 

¿Algún psicólogo le preguntó, de forma específica, cómo se sentía usted luego del accidente?

No, porque ya está uno dentro de, digamos, un proceso de leyes. Eso queda así, usted está detenida y ahí quedó. No preguntan acerca de nada de eso. La única ayuda que tuve fue de la Colectiva Feminista, esa organización siempre estuvo pendiente de nosotras. En el transcurso del proceso, nosotras, gracias a ellos, tuvimos apoyo psicológico para superar algunas cosas vividas durante el proceso.

¿Y de parte de Centros Penales recibió acompañamiento psicológico?

No, tampoco de la FGR.

¿Qué atenciones recibía dentro del penal?

Quizá no era lo correcto. Una recibe programas, enseñanzas para poder superarse estando dentro. La mayoría eran talleres laborales hechos a mano, dibujos y cosas así. Los programas se llaman psicosociales. Dentro del penal nos enseñan, por ejemplo, a resolver problemas y a poder superarlos. Quizás era media hora cada semana o tres veces a la semana, nada más.

¿Y una atención psicosocial, digamos, más personalizada para su caso? Más centrada en usted.

No, es muy difícil, porque hay mucha gente dentro. 

¿Recibió, en algún punto, atención médica personalizada para su situación?

Era lo mismo. Quizá porque el hacinamiento era muy grande. Entonces, usted llegaba por alguna enfermedad, por alguna gripe, pero hasta ahí. Por el hacinamiento, no existe la atención médica en ese lugar. Mi atención era normal, como el de todas las personas. Podía llegar al consultorio solo si tenía gripe o algo así. De ahí, no se podía. Y hay muchas personas que necesitaban atención.

¿Cómo era el trato de fiscales y demás trabajadores judiciales en su caso?

Muy mal, súper mal. Nos tratan de lo peor. Yo pediría que los fiscales fueran un poco más considerados, que verifiquen realmente los hechos. Estos son accidentes, y una sufre muchas cosas horribles siendo procesada por algo que, siento yo, no es peligroso para la sociedad.

Fui tratada mal. Como ustedes saben, este tipo de cosas son terribles para las leyes de este país. Entonces, sí, de parte de Fiscalía una recibe un trato feo. No le dan a una un buen trato por ser mujer. Creo que quizá tratan a una mujer peor que a un hombre que, quizás, ha hecho otras cosas. Creen que una hace las cosas porque una quiere. Se basan solo en lo que ven, no en lo que investigan y en lo que en realidad es.

Generic placeholder image
Séptimo Sentido

Séptimo Sentido les invita a que nos hagan llegar sus opiniones, críticas o sugerencias sobre cualquiera de los temas de la revista. Una selección de correos se publicará cada semana. Las cartas, en las que deberá constar quien es el autor, podrán ser editadas o abreviadas por razones de espacio o claridad.

ARTICULOS RELACIONADOS