Deslave en Nejapa | Los Angelitos: la advertencia que nadie escuchó

Las autoridades del Área Metropolitana de San Salvador sabían del riesgo en el que habitaban las familias de los caseríos Los Angelitos I y II, en Nejapa. Siete meses antes del deslave que dejó nueve muertos, los mapas geológicos y directrices ambientales ya daban signos de alarma. La alcaldía de Nejapa declaró inhabitable la zona cinco meses después de la tragedia.

Fotografías de Luis Martínez

Gloria Martínez habita en Los Angelitos II, en Nejapa, desde hace 18 años. Así lo cuenta mientras camina por un camino de piedras y maleza que hace las veces de calle principal del caserío. El camino por el que avanza se convirtió, el 29 de octubre de 2020, en un alud de lodo, piedras, ramas y postes del tendido eléctrico. Este deslave causó la muerte de nueve personas y un desaparecido: todos oriundos de la zona. Todos conocidos de Gloria. Ella, ahora, camina sobre lo que, hasta la noche de la tragedia, eran las viviendas de sus vecinos y amigos.

«Esa noche sucedió lo que ya se podía prever en cualquier municipio del Área Metropolitana de San Salvador (AMSS)», dice Adolfo Barrios, exalcalde de Nejapa. Las señales de un desastre de esa magnitud «eran evidentes» a todas luces, agrega. Esto porque, según Barrios, ya estaban «identificadas todas las zonas de alto riesgo: de deslizamientos y de inundación».

Gloria llega al pie de una pequeña colina que conduce a las ruinas de algunas de las casas que el deslave se llevó. Ahí se erige un rótulo. En los 18 años que tiene de habitar la zona, jamás había visto un letrero así. «Importante, la alcaldía de Nejapa declara zona inhabitable El Caserío Los Angelitos I y II», reza el aviso azul con los logos de la municipalidad y del alcalde actual en la parte inferior. Ahí, cerca de lo que queda de las casas de sus vecinos de toda la vida.

El concejo municipal de Nejapa, presidido en ese entonces por Adolfo Barrios, se reunió el 9 de marzo de 2021 para, entre otras cosas, evaluar una resolución emitida por la Oficina de Planificación del AMSS (OPAMSS) el 27 de noviembre de 2020 para declarar la zona de Los Angelitos I y II como inhabitable.

La resolución se aprobó, entonces, cinco meses después del deslave.

Barrios defiende que esta tardanza se sostuvo en estudios, proyectos e, incluso, consulta ciudadana. La declaratoria de la zona de Los Angelitos como inhabitable apareció en el Diario Oficial el 8 de abril de 2021. El rótulo, explica Gloria, apareció ahí en septiembre.

Pero antes de la declaratoria y del rótulo, las autoridades del AMSS ya estaban conscientes del potencial peligro al que los habitantes de Los Angelitos I y II estaban expuestos. A 15 kilómetros del hogar de Gloria, en una oficina de San Salvador, la abogada Alma Sánchez extiende un pliego de papel. Es un mapa geológico del AMSS.

Además de abogada, Sánchez es docente e investigadora ambiental y territorial. El mapa que ahora despliega sobre la mesa es, explica, resultado del proyecto «Gestión de riesgos y disminución de vulnerabilidad social en el AMSS 2017-2020», de la OPAMSS. El mismo señala distintas zonas del Área Metropolitana de San Salvador con flechas de color rojo o de color naranja.

Las de color rojo, dice la abogada, representan lugares de «trayectoria de flujos potenciales». Todo lo que aparece marcado con esas flechas rojas, explica, son lugares de deslaves potenciales.

«Estos son instrumentos de predicción que tienen grandes niveles de certeza», señala la abogada. El cantón Conacaste, en el que, hasta hace un año, se erguían los caseríos Los Angelitos I y II, está señalado por una flecha con punta roja.

Estos mapas aparecieron en marzo de 2020: siete meses antes del deslave que dejó nueve fallecidos y cerca de 50 casas dañadas.

Adolfo Barrios, que participó en la elaboración de los mapas en conjunto con la OPAMSS, no puede más que admitir que, en efecto, «muchas zonas del municipio de Nejapa están marcadas por la alta vulnerabilidad». Al pie del rótulo que indica que el lugar en el que reside no puede ser habitado, Gloria Martínez reflexiona: «Pero pasó todo eso. Pasó que tuvimos que recoger los cuerpos de nuestros vecinos para que pusieran ese rótulo y esta zona fuera declarada inhabitable».

Avisos que pasaron por alto

El Mapa de Uso de Suelo del municipio de Nejapa del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), que aparece en el decreto ejecutivo 61 para la zonificación ambiental y los usos del suelo del mismo territorio, está marcado, casi en su totalidad, por venas de color azul. Estas, de acuerdo con la leyenda de uso de suelo, corresponden a lahares o sistemas naturales de drenaje.

Un lahar es, de acuerdo al Reglamento de la Ley de Desarrollo y Ordenamiento Territorial del AMSS y los municipios aledaños, un «gran deslizamiento de materiales saturados en las partes altas de los volcanes y que se transportan a través de los cauces de las quebradas, ríos, u otro tipo de depresiones de terreno». Para la abogada Alma Sánchez, son «familias de piedra, agua, suelo licuado, etcétera, que salen por un camino específico».

Y para Gloria Martínez, es eso que a las 10:00 de la noche del 29 de octubre de 2020 se llevó las vidas y viviendas de sus vecinos. Es esa corriente que, hace un año, llegó hasta la carretera Panamericana.

Gloria, como lideresa comunal, contabiliza que, a la fecha del deslave y solo en Los Angelitos II, habitaban 60 familias. Los censos municipales que cita el exalcalde Adolfo Barrios hablan de 78 entre las dos comunidades. 78 familias que vivían en estado de vulnerabilidad, en palabras del propio Barrios.

El jueves 29 de octubre de 2020, por la mañana, el Observatorio Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente emitió una alerta por fuertes lluvias en el occidente del país. Para los alrededores del volcán de San Salvador, el Observatorio solo recomendaba «vigilancia». A Los Angelitos I y II nunca llegó ninguna alerta o plan de evacuación.

Alrededor de las 10:00 p. m., el Observatorio reportó 57 milímetros de lluvia en la zona de El Picacho. Fue hasta casi la medianoche que, a través de un tuit, reportaron deslizamientos y flujo de escombros en el cerro El Picacho y en municipios aledaños. Para entonces, el deslave que arrasó con Los Angelitos I y II ya había restringido el paso por la carretera a Quezaltepeque.

El mapa geológico del AMSS señala, a través de una tipología de colores, el grado de vulnerabilidad de algunas zonas.

«Lo ideal, es que esta zona fuera completamente roja», dice Alma Sánchez, señalando el área del cantón Conacaste en el mapa de OPAMSS. Es decir, que indicara peligrosidad muy alta.

El de Los Angelitos, explica Sánchez, es un escenario «para el que los geólogos e ingenieros civiles no estaban preparados». Y, luego, agrega: «hay gente que toma la decisión de asumir el riesgo: quienes no tienen un lugar para asentarse».

«La gente que vive aquí es porque aquí ha nacido», dice Gloria, al pie del rótulo azul. La casa de su suegra se encuentra a pocos metros. A la vuelta de la esquina, la casa de ella, su esposo y su hija. «A nosotros, lo único que nos dicen, es que aquí es zona de alto riesgo», dice, frente a una de las rocas gigantes que el deslave arrastró.

Ahí alrededor de esas rocas, y en donde, según los rótulos, nadie tendría que vivir, aún habitan 39 familias.

No tener dónde ir

El exalcalde Adolfo Barrios explica que todas las construcciones que se autorizan en el municipio se encuentran dentro de la zona clasificada como urbanizable por el Esquema Director de la OPAMSS.

Algunas de estas zonas, dice Barrios, se encuentran clasificadas en otros documentos, como el Decreto Ejecutivo 61 para la zonificación ambiental y los usos del suelo, como zonas de «máxima protección y conservación». «Es contradictorio», admite, «pero es lo que tenemos».

Las flechas de flujo potencial, es decir, de deslaves potenciales, que aparecen en el mapa geológico de la OPAMSS no se dibujan más allá del caserío Conacaste. No están cerca de la zona de Quezaltepeque en donde se ubican algunas residenciales recientemente construidas. «Pero, recordemos, la geología es caprichosa. Nadie puede dictaminar cómo se va a comportar la tierra», dice la abogada Alma Sánchez. La naturaleza del suelo y el cambio climático pueden ocasionar, explica Sánchez, desastres de gran magnitud para los que las comunidades no están preparadas.

«Socialización y ajuste de herramientas a nivel local» fueron, según el exalcalde Adolfo Barrios, las recomendaciones que la OPAMSS emitió a la alcaldía de Nejapa luego de la elaboración de los mapas de gestión y manejo de riesgos. «Lo que más logramos, como comuna, fue respetar los límites para otorgar permisos de construcción», recuerda. A la gente de Los Angelitos I y II, explica, les tocó la parte de «la socialización»: advertirles, como ya ellos mismos sabían, que habitaban en una zona de alta peligrosidad.

Allá, en comunidades como Los Angelitos, los habitantes tienen que estar atentos, por ejemplo, a las crecidas del río o a la estabilidad del suelo. Porque, como el exalcalde explica, «una intervención es bastante difícil, porque es muy alta la inversión. Y es que la gestión de riesgos hubiera funcionado de forma maravillosa si hubiéramos encontrado soluciones de vivienda para esas personas», admite Barrios.

Lo que queda de Los Angelitos II se ubica, de acuerdo con el mapa del Esquema Director de la OPAMSS, cerca del límite de la zona de «expansión» y la de «conservación ambiental». Gloria explica que ahí, después de instalar el rótulo, empleados de la alcaldía destruyeron lo que quedaba de las viviendas para evitar que alguien decidiera regresar o establecerse ahí, a la orilla de la quebrada.

«Sabemos que estamos en zona de riesgo: ellos mismos nos lo dicen. Eso lo sabemos. Lo hemos sabido siempre», reflexiona de pie sobre lo que queda del umbral de la casa de uno de sus vecinos. «Pero, si no es aquí», explica señalando las piedras gigantes que recuerdan a la noche del deslave, «¿a dónde más vamos a ir?», concluye.

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