«Nosotros lo único que pedíamos eran los cuerpos»

Una sola familia recibió los restos de cinco personas el 7 de octubre. Ellas forman parte de las 12 víctimas que la Fiscalía General de la República ha logrado identificar entre las 30 que encontró en las fosas ubicadas en una casa del pasaje Estévez, en Chalchuapa, el 8 de mayo. La familia tuvo que pasar por cinco meses de entrevistas y pruebas para poder velar y enterrar a sus parientes: tres mujeres y dos niños.

«Nos dieron cuatro papelitos. Uno decía ‘dolor y tristeza’. Los demás, ‘llanto, culpa e ira’. Nos preguntaron qué sentíamos en ese momento. Nos pidieron que señaláramos los papelitos». En la voz de Merlin no hay rastro de ninguno de los sentimientos que acaba de mencionar. Mantiene, durante toda la conversación, un tono anecdótico.  «Algunos mencionaron culpa. Se sentían culpables por no estar pendientes de sus familiares. Otros, dolor y tristeza».

 Seis psicólogos hablaron con 21 personas, Merlin incluida, la mañana del 7 de octubre de 2021 en el Instituto de Medicina Legal Doctor Roberto Masferrer (IML), en San Salvador. ‘Los 21’, explica, era un grupo de personas a quienes la Fiscalía General de la República (FGR) citó ese jueves para la entrega de los restos de 12 personas recuperados de las 11 fosas clandestinas descubiertas en la vivienda del expolicía Hugo Osorio, ubicada en la colonia Las Flores, pasaje Estévez, Chalchuapa, un municipio del departamento de Santa Ana.

El de los papelitos fue un ejercicio que aplicaron los seis psicólogos para ayudar a estas personas a identificar qué emoción les embargaba una hora antes de recibir los restos de sus familiares y amigos. 

«Nadie dijo ‘ira’. Yo pienso que la ira es en el momento. Pero, ya después, ¿qué se puede hacer? El enojo y la ira lo dañan a uno. Los psicólogos dijeron que es bueno expresarlo. Así nos tuvieron, con esos ejercicios, por una hora». Merlin cuenta este episodio una mañana nublada de finales de octubre desde su vivienda en San Sebastián Salitrillo, a unos 75 kilómetros de las instalaciones de Medicina Legal. 

Ella, dice, acompañó a su prima «en todas las vueltas» previas que, como familia, han dado desde el 10 de mayo. Día en que, recuerda, un detective de la FGR llegó hasta esta misma puerta de lata desde la que ahora habla. Ese funcionario fue el primero que empezó a darles información sobre qué había pasado con la prima Edis Patricia y los sobrinos Dania, Helen, Josué y Gadiel, de quienes no sabían nada desde finales de 2020.

Este detective llegó hasta la casa de Merlin cuando Chalchuapa estaba inmerso en el estupor. Apenas el 7 de mayo, agentes de la PNC llegaron al pasaje Estévez, de la colonia Las Flores, para atender un llamado por violencia doméstica, pero  encontraron, a simple vista, cuatro cadáveres en la vivienda de Hugo Osorio.  

A la familia de Merlin los detectives la contactaron como parientes de posibles víctimas halladas en lo que, después se supo, eran 11 fosas que Osorio custodiaba en el patio de su casa, de acuerdo con el relato del propio expolicía. El mismo sobre el que la FRG basa su investigación.  

En las fotos de los detectives, Merlin reconoció a su prima, a sus sobrinos, y al hijo de dos años de su sobrina: la familia Pérez Linares. Los cinco residían en Chalchuapa, a tres calles de la vivienda de Hugo Osorio.

Una respuesta después de meses

Cinco meses después del primer encuentro con los detectives, la FGR llevó a Merlin y a su prima hasta una sala de espera en el IML. Y ahí, después de la sesión psicológica grupal, los 21 familiares y amigos pasaron a otra sala. Era, dice la joven, «una sala de reuniones». Ahí ya no estaban solo los seis psicólogos: al grupo se habían incorporado médicos forenses. Y, al fondo, los esperaba, según el relato de Merlin, el director del IML, Pedro Martínez, y el impuesto fiscal general de la República, Rodolfo Delgado.

«El director nos dijo que en las morgues había gente que, en años, nadie la había llegado a reclamar. Que la ventaja acá fue que nosotros habíamos andado encima. El fiscal, después, dijo que iban a llegar hasta el final del caso. Que los culpables tenían que pagar. Esas fueron sus palabras».

El fiscal y sus guardaespaldas, relata Merlin, salieron de escena. Un médico empezó a llamar a los familiares a una mesa larga. Ahí, dice la joven, ya no iban los 21. Ahí ya solo pasaban los parientes directos. «Nos tomaron los datos. Entonces nos empezaron a dar las cajitas con los restos», cuenta.

Merlin explica que los médicos del IML les dieron la opción de ver los restos. «Nosotras dijimos que no. Pensamos que lo mejor era sellar las cajas y recordarlas tal y como eran ellas», relata.

Luego de hablar ante los familiares, el fiscal Delgado y el director Martínez se retiraron para dar una conferencia de prensa en la Escuela de Capacitación Fiscal, en San Salvador.

Y, mientras los funcionarios hablaban ante los medios, las cajas con los restos de la familia Pérez Linares viajaban en las piernas de Merlin y su prima en uno de los 10 pick ups que el IML designó para transportar a los familiares hasta Santa Ana. «Para nosotros, tener esas cajas fue un gran alivio», dice.

En familia

El silencio del cementerio de San Sebastián Salitrillo se cuela cuesta abajo hasta la vivienda de Merlin. La misma que, hasta 2020, funcionó como punto de reunión en ocasiones especiales para la familia Pérez Linares. Las plantas que rodean los muros de la casita atestiguaron Navidades y Años Nuevos alegres, de acuerdo con Merlin. Detrás de ella, su madre Lorena asiente. Agrega que esa casa entre las plantas fue el hogar de su sobrina Edis desde que nació. Merlin, su prima y ella, explica Lorena, son las únicas parientes “directas” de la familia Pérez Linares en El Salvador.

 “Está también el papá del niño, el que dicen que es soldado. Pero yo la verdad que a él no lo conozco mucho”, cuenta Lorena. Merlin asiente. Las dos mujeres se refieren a José Ernesto Sigüenza, antigua pareja de Dania y padre de Gadiel. “Pero como acuérdese de que está preso”, dice Lorena. 

Sigüenza guarda prisión preventiva desde el 19 de mayo. Está acusado de cuatro asesinatos, incluyendo el de su propio hijo. El testigo criteriado Estévez lo señaló a él y a otras nueve personas por los crímenes del caso Chalchuapa. “Nosotras no sabemos nada. A él solo lo vimos un par de ocasiones. Nunca lo conocimos bien”, se limita a decir Lorena.     

Lorena no ubica la fecha exacta en la que dejó de ver a Edis. «Será quizá como en diciembre del año pasado», dice, entrecerrando los ojos, deshojando una de las plantas del jardín. «La última vez que fui a su casa, me asomé por las ventanas medio abiertas. Solo alcancé a ver un par de cositas tiradas». 

“Una vecina me dijo, esa vez, que él había llegado tres días antes a llevarse las cosas de ellas”. Y ‘él’, explica, es Hugo Osorio. Una fuente de la zona en la que la familia Pérez Linares residía antes de su desaparición que pidió anonimato confirmó que Edis Patricia y Hugo Osorio tuvieron una relación cercana a finales de 2020. 

La desaparición de estas tres mujeres y los dos niños nunca fue oficial. Ni Merlin ni Lorena reportaron la ausencia de sus familiares porque, según relata Lorena, ellas aún recibían mensajes desde el celular de Edis. Mensajes que les parecían extraños: eran mensajes de odio, dice. «Ellas eran bien unidas con nosotras. Nos parecía raro  que mandaran mensajes pidiendo que la dejáramos en paz y todo eso. Yo siempre escribí a ese número y pedí que me pasaran fotos o un audio. Algo que confirmara que era ella. Pero nunca me contestaron», relata Lorena. Hasta este momento, Lorena sigue en dudas. No está segura de que fuera en realidad su sobrina la que le mandaba esos mensajes.

«Fíjese que cuando uno pasaba por esa calle, en la casa de ese señor, siempre había un gran musicón. Hasta la tierra temblaba… Yo digo que ahí ya había algo. Y cómo mi sobrina fue a terminar ahí», reflexiona Lorena. 

En un principio, de acuerdo con Lorena, la FGR solicitó que los restos no fueran velados. «Nos pidieron que de un solo los enterráramos», cuenta la mujer. La familia, sin embargo, decidió organizar un funeral. La casa comunal de San Sebastián Salitrillo reunió, ante los ataúdes y un banner con las fotografías de las víctimas, a la familia y conocidos de la familia Pérez Linares. 

Ese 7 de octubre, varios medios buscaron hablar con Lorena. A ellas, dice Merlin, la FGR les pidió no dar declaraciones. «Por temor a represalias con la familia, pienso», dice. «Y yo, sinceramente, no podía hablar con nadie en ese momento», agrega Lorena. 

Descansar y dejar descansar

El 8 de octubre, la familia enterró a Edis, Dania, Helen, Josué y Gadiel en la parte norte del cementerio de San Sebastián Salitrillo. Ahí, donde también descansa un hijo de Lorena.  Ahí, a la vuelta de la casa que los vio crecer. Los ataúdes, a petición de la FGR y de la propia familia, permanecieron sellados.

De sus familiares, Merlin y Lorena no conservan ninguna pertenencia. Lo que a ellas les queda en la casa de San Sebastián Salitrillo son fotografías. Las mismas que utilizaron en el funeral. Las mismas del banner que apareció en páginas de Facebook que anunciaban el entierro. Estas fotos cuelgan de la pared de ladrillo de la casa de Lorena y Merlin. 

Cinco meses de ir y venir en los carros de la FGR fueron agotadores para Merlin. A Lorena, a pesar de ser quien crió a Edis Patricia, los detectives le dijeron que, por su edad, era recomendable mantenerse alejada del proceso. «Que no iba a aguantar andar en eso», le dijeron. «Ellos están ya descansando», reflexiona la mujer.

Ni Lorena ni Merlin esperan alguna continuación del caso. Merlin es más enfática: «Nosotros lo único que pedíamos eran los cuerpos. Lo demás, ya que vean ellos cómo lo llevan», dice. Lorena, detrás de ella, asiente. Y, rompiendo el silencio que queda en el aire después de las palabras de Merlin, reflexiona: «Yo no sé si será mito o qué, pero hay gente que dice que los muertos no descansan hasta que los familiares ya los tienen con ellos. Mi sobrina y los niños, entonces, ya están descansando».  Ellas, también.

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