«Si no nos tomamos la salud mental en serio, en un par de años, vamos a ver repercusiones bien grandes en la salud pública»

Laura Arévalo es directora de Continúa, una fundación que busca facilitar el acceso a la salud mental a las personas que no cuentan con recursos para pagar un tratamiento. Con la pandemia, el centro de atención psicológica se cerró, pero Laura no ha parado de buscar formas para llegar a la gente en las comunidades. Porque, para ella, este contexto ha vuelto más urgente el acceso a este tipo de servicios.

Fotografías de Javier Aparicio
Laura Arévalo, directora de fundación Continúa

En 2016, Laura fue diagnosticada con fibromialgia, una enfermedad crónica que le causa dolor en el cuerpo, fatiga, trastornos del sueño, mareos, vértigos y taquicardia. Junto a ese padecimiento llegó un trastorno depresivo, y Laura intentó suicidarse dos veces. El dolor físico y el dolor emocional le resultaban agobiantes, insoportables. Un día, recuerda, se estaba bañando y no podía dejar de llorar porque se sentía miserable. En ese momento, pensó que no quería que nadie más sintiera, al menos no solo, lo mismo que ella. Y tomó la decisión, cuenta, de apoyar a otras personas que estuvieran pasando por la misma situación.

Ahora, Laura Arévalo es fundadora y directora de Continúa, una fundación que trabaja en programas de salud mental. Ella, que es economista, ha reunido a un grupo de expertos para brindar apoyo a las personas que, por sus propios medios, no pueden pagar un tratamiento con un psicólogo o un psiquiatra.

Laura cuenta en esta entrevista cómo ha sido el trabajo de migrar los servicios de Continúa a la modalidad virtual. Era necesario adaptarse a los cambios que vinieron con la Covid-19, dice, porque es en este momento cuando se vuelve más importante llevar atención psicológica. Explica, además, por qué le preocupa que, en tiempos de emergencia, no se esté prestando la atención necesaria a la salud mental de los salvadoreños.

¿Con qué intención se crea Continúa?
El objetivo de la fundación es concientizar, educar, reducir el estigma, cambiar la forma en que vemos la salud mental y brindar un acceso fácil y humanitario. Esto surge porque me di cuenta de que en el colegio o en la escuela nos enseñan educación física, nos enseñan sobre biología, pero no nos enseñan cosas básicas sobre la salud mental, y ahí fue que yo dije: “Esto debe cambiar”.

¿Por qué Continúa?
Porque, para nosotros, la salud mental es igual de importante que la salud física. En el país, lamentablemente, no es así. Aquí, la salud mental es un lujo, y tiene que dejar de serlo. La gente no tiene acceso a este servicio porque es carísimo ir a un psicólogo o a un psiquiatra privado. Y el sistema de salud pública no da abasto. Por eso, básicamente, nace Continúa.

¿Cómo abordan el tema de la salud mental?
Somos un equipo multidisciplinario. Claro, son los psicólogos los que brindan la atención, pero también tenemos economistas y comunicadores. Y eso es lo bonito del equipo, que vemos el tema de la salud mental desde diferentes puntos de vista, no solo desde el lado técnico y clínico. Buscamos brindar a las personas esa parte humanitaria, desde los testimonios de quienes hemos pasado por alguna crisis. Por eso, nos gusta hablar sobre el tema abiertamente, y creemos que hablar desde las experiencias vuelve más digerible todo lo que hay entorno a la salud mental. Así, buscamos también generar empatía, y, a partir de ahí, empezar con la labor de educación y concientización.

¿Qué tipo de actividades realizan?
Nuestra misión es reducir el estigma, concientizar y educar. Por lo que tenemos distintos programas y pilares, y nos conducimos a través de tres ejes estratégicos: prevención, educación e intervención. Y los pilares son los programas escolares, programas empresariales y un centro de atención. A través de estos pilares damos charlas testimoniales y talleres en los que capacitamos a las personas para identificar sintomatologías y señales de alerta que puedan llegar a presentar quienes las rodean.

Y, finalmente, brindamos atención psicológica directa. Tenemos un programa en el que ofrecemos atención gratuita. Es un tratamiento integral que comienza desde que llega el paciente hasta que el psicólogo decide darle de alta.

Hay personas que no solo necesitan que se les lleven canastas básicas, también requieren atención psicológica integral

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¿Por qué dedican buena parte de sus esfuerzos al trabajo con los jóvenes?
Hay un dato muy alarmante, y es que nosotros somos el tercer país con la tasa más alta de suicidios. Con esa información debemos preguntarnos: ¿qué pasa con la gente que muere de esta manera? Esa no es una decisión que se tome de la noche a la mañana. No es que la persona estuviera bien y de repente decidiera suicidarse. No, la depresión es como cualquier otra enfermedad que empieza a mostrar sintomatología mucho antes. El suicidio es la segunda causa de muerte en los adolescentes.

Tuvimos el caso, que siempre cuento porque es bien duro, de una persona cercana a mi esposo que murió por suicidio el año pasado. Este joven tenía 14 años, y estaba presentando las señales de una persona con trastorno depresivo que está pensando en el suicidio. Empezó, por ejemplo, a regalar todas sus pertenencias de valor en el colegio. También se comenzó a despedir de sus familiares. Estaba presentando esta serie de señales que nadie logró identificar. Y, lastimosamente, perdimos esa vida.

¿Cómo cambia su trabajo con la llegada de la pandemia?
Cambió bastante. Por ejemplo, los programas escolares que realizábamos dentro de los centros educativos tuvieron que parar. Eso, sin embargo, no significó que dejáramos de educar a los jóvenes. Seguimos realizando webinars sobre salud mental para estudiantes.

También cambió nuestra manera de brindar atención psicológica, porque ya no podíamos atender a los pacientes en el espacio físico que habíamos preparado para eso. Y nos preocupaba, pues vimos que la salud mental de las personas se estaba resquebrajando con la pandemia. Esta situación nos pegó a todos y nos pegó duro. Eso nos llevó a tomar la primera acción frente a la crisis, que fue dar atención gratuita en línea. Vimos la necesidad urgente de atender a través de un directorio de psicólogos que ofrecieran su ayuda. Nos tocó migrar a esa modalidad.

Fotografía de Javier Aparicio

¿Cómo llegan a las personas cuando se cambia la modalidad de atención?
Salud Mental para El Salvador nace durante la pandemia, y es un programa de atención gratuita en línea. Esa modalidad no nos ha impedido llegar a las personas que necesitan apoyo. Yo sí estoy consciente de que no toda la gente tiene acceso a internet en las comunidades, pero hemos intentado aprovechar los recursos que tenemos a nuestra disposición para poder llegar a la mayor cantidad de personas posible.

Para eso, lo primero que hicimos fue establecer contacto con líderes comunitarios que pudieran prestarnos un espacio dentro de su hogar u hotel. Buscábamos un espacio cerrado, con internet y con computadora o celular para que las personas de la comunidad pudieran llegar y conectarse con un psicólogo. Eso lo hicimos en las comunidades costeras, y atendimos a bastantes pacientes que lo necesitaban.

La pandemia sí nos obligó a utilizar muchísimo más la tecnología para poder acercarnos a las personas. Por ejemplo, en diciembre, vamos a lanzar un podcast en el que estaremos educando y concientizando sobre salud mental. Va a ir dirigido, sobre todo, a jóvenes, porque no podemos asistir a los centros escolares.

¿Qué tipo de casos han atendidodurante estos meses?
Salud Mental para el Salvador nace a partir de un caso de intento de suicidio que nos llegó. Y, por motivos personales, yo soy bien sensible con ese tema. El suicidio es una de las situaciones con la que más luchamos en la fundación. Durante estos meses, hemos tenido casos de intentos de suicidio, depresión, ansiedad y de violencia intrafamiliar. También hemos atendido situaciones de duelo, mucho más con esto de la Covid-19.

Nosotros, además, nos enfocamos en atender estrés, el síndrome de agotamiento profesional y enfermedades autoinmunes y crónicas. Yo, que tengo fibromialgia, les insisto a otras personas que tienen la enfermedad que el acompañamiento psicológico es necesario. Lo mismo, por ejemplo, con gente que tiene lupus o cáncer. Trabajamos con personas que tienen este tipo de condiciones médicas, porque se suele creer que solo afectan la parte física, pero no, también afectan la parte emocional.

¿Cómo logran conexión emocional con las personas que buscan su apoyo, cuando la atención se brinda a través de una pantalla?
En eso sí le doy todos los honores y aplausos a nuestro equipo de psicólogos, porque es espectacular. Todas las personas que han pasado consulta con nosotros, sin excepción alguna, nos dicen que son muy, muy buenos. Para mí, es bien importante que siempre mantengamos altos estándares de calidad en la atención. Por eso, tenemos programas de mentoría, en los que psicólogos con más experiencia apoyan a nuestro equipo. De manera que siempre estén aprendiendo. Esto, porque sabemos que es bien delicado atender a una persona. Es el mismo trabajo de un médico. Un médico te puede salvar la vida, pero también una mala praxis te puede dejar muy mal. Por eso es que damos tanta importancia a nuestra formación constante. Y la conexión se va logrando casi de manera natural, porque cuando se trabaja con empatía, eso se transmite a pesar de estar a través de una pantalla.

¿Qué han hecho para superar los obstáculos que llegaron con la pandemia?
Comunicar. Cuando inició la pandemia, comenzamos a decir: “¿Qué hacemos? Esta situación va a poner bastante mal a la gente”. Yo soy bien sensible y, a veces, lo considero una debilidad. Por ejemplo, cuando pasó lo de Amanda, me ponía a llorar y decía: “Hay gente que lo está perdiendo todo, ¿y qué estamos haciendo nosotros por ellos? Hay personas que no solo necesitan que se les lleven canastas básicas, tambiénrequieren atención psicológica integral”. Comunicar todo eso, compartir esas inquietudes con el equipo, nos ayudó a ir encontrando maneras de acercarnos a las personas para ayudar.

Un ejemplo de eso es Salud Mental para El Salvador. El programa fluyó de manera bien natural. Un día, una persona nos dijo que nos prestaba un cuartito del hotel para hacer las sesiones en su comunidad, porque ella identificó que había mucha necesidad. Para lograr eso fue muy útil la comunicación constante con el equipo, con las contrapartes y con las comunidades.

En el contexto de la pandemia, ¿cómo establecen comunicación con estas comunidades?
En la mayoría de casos, ellos son los que nos buscan. Hemos tenido un alcance orgánico, porque no se ha invertido tanto en publicidad. Ahí es que nos damos cuenta de que el país necesita esto. La gente nos ha buscado y nos han llegado casos de casos. También nos ha ayudado tener alianzas con otras instituciones que tienen presencia en comunidades de zonas vulnerables. Así es como hemos logrado establecer contactos con esas comunidades. Pero la mayoría de personas nos buscan directamente.

Laura Arévalo, directora de fundación Continúa

¿Cómo recibió usted la noticia de la pandemia?
Al inicio, me metí en una burbuja de “lugar feliz”. Estaba intentando no afectarme. Pero, después, me comenzó a impactar toda la sobreinformación. Me afectó mucho pasar en el celular viendo cuál era la última noticia que salía en Twitter. Y, físicamente, la fibromialgia también se intensificó. Había días en los que no podía caminar. Con esta enfermedad da mucho dolor de cuerpo. Antes de la pandemia, yo solo había tenido una crisis en la que no podía caminar, mis piernas no respondían. Por eso, fue un poco traumático recordar ese momento en el que, literalmente, no lograba ni pararme. Pero, en medio de toda la crisis, me salvó mucho estar con mi familia. Tuve la suerte de pasar con mis papás todo el tiempo de cuarentena. Creo que estar en familia y mantener una comunicación constante con ellos me ayudó bastante.
Al principio, además, sufrí mucha ansiedad. Para superar eso, me ayudó mucho establecer rutinas de autocuidado. Respeté mis horarios, que es algo que muchos no hicieron durante la cuarentena, y establecí un espacio de trabajo. Me enfoqué mucho en cuidarme.

¿Cómo se logra ayudar a otros cuando uno mismo está intentando mantenerse estable?
Querer ayudar es algo que siempre he tenido en mi corazón. Creo que cuando dije: “Voy a fundar Continúa porque no quiero que nadie más pase por esto”, y cuando se convirtió en una misión y mi propósito de vida, se volvió parte de mí. Por eso, siempre estoy pensando en que la gente que está pasando por momentos difíciles no esté sola. Me pasa también que amigas me contactan con personas que tienen fibromialgia o depresión, y que simplemente quieren platicar con alguien que las entienda. Solo buscan comprensión. Por eso, yo creo muchísimo en el círculo y red de apoyo, porque eso fue lo que a mí me ayudó a salir de la depresión y a sobrellevar la fibromialgia.

En ese sentido, creo que sentirme apoyada generó un cambio en mi forma de pensar, y dejó ese chip de querer ayudar. Si eso hubiera sido diferente, quizá nunca se me habría ocurrido ponerme a ayudar a los demás. Habría intentado sobrevivir y cuidarme solo a mí. Aunque, yo sí creo que uno no puede ayudar a otras personas, o al menos no de la mejor manera, si no se siente bien.

Creo que lo que va a pasar es que nos vamos a encontrar con muchos duelos no resueltos. Duelos que van a marcar a las personas. Solo el hecho de que se nos muriera un familiar y no pudiéramos ir a su vela, o ver que tiraban a alguien en una bolsa y no se sabía quién era, es algo traumático.

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Durante esta crisis, ¿hay algo que le cause temor?
Siempre tengo miedo. Siempre. Tengo miedo de que algún día nos equivoquemos con algún paciente. Tengo miedo de que algo salga mal en alguno de los procesos. Pero, a pesar de los miedos, hemos seguido ayudando. Y creo que lo más importante para superar los miedos es comunicar. Si tengo miedo, lo digo. Siento que al comunicarlo se hace más pequeño el problema y te da poder. Cuando uno ya lo saca es como: “Bueno, está bien tener miedo. Lo que no está bien es no hacer algo para vencerlo”. Entonces, miedo siempre tengo, pero no hay otra opción, debo seguir.

Durante estos meses, tuve miedo por los fondos. Pensaba: “De dónde vamos a sacar dinero para ayudar a la gente? ¿Qué pasa si nos llegamos a quedar sin fondos, porque sabemos que la economía no está en su auge? ¿Qué pasa si de repente ya nadie nos puede ayudar? No podemos dejar a la gente tirada a medio tratamiento”. Esa es una de las cosas que más me da miedo.

En medio de la crisis, ¿qué es lo que más ha disfrutado?
Lo que más he disfrutado es ver los mensajes de agradecimiento de las personas. La pandemia nos puso a todos en perspectivas bien distintas, y yo he aprendido a disfrutar de esas cosas pequeñas. Recibir los mensajes de agradecimiento de alguien que estaba muy mal y que ahora nos dice que gracias a nosotros ha podido continuar con su vida, me llena de satisfacción.

En términos de salud mental, ¿qué cree que nos espera después de la pandemia?
Creo que lo que va a pasar es que nos vamos a encontrar con muchos duelos no resueltos. Duelos que van a marcar a las personas. Solo el hecho de que se nos muriera un familiar y no pudiéramos ir a su vela, o ver que tiraban a alguien en una bolsa y no se sabía quién era, es algo traumático. Vamos a tener muchísima ansiedad y estrés postraumático. Creo, además, que como país vamos a ver mucho síndrome de agotamiento laboral, porque la gente que sigue empleada está haciendo más trabajo del que hacía antes de la pandemia. Y eso, a la larga, va a impactar mucho.

Pienso que si no nos tomamos la salud mental en serio, en un par de años, vamos a ver repercusiones bien grandes en la salud pública.

Fotografía de Javier Aparicio
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