Carta Editorial

A lo largo de nuestra historia como país, el silencio se ha convertido en una infección que ha mantenido las heridas abiertas.

Hay que empezar por lo obvio: la salud mental nunca ha sido, en este país, una prioridad. Los efectos de este desafortunado enfoque han sido, a todas luces, trágicos. Si comenzamos a escarbar, por ejemplo, en ese concepto que tenemos de rutina, lo que encontramos es violencia, machismo, inestabilidad económica y educación deficiente, por decir lo básico. A esto se suma ese pesado mote de “trabajadores” que tenemos y que, básicamente, sirve para normalizar el mensaje de que la productividad está por encima de la persona. De esta manera, adentro de nosotros todo se puede estar cayendo, pero nada importa siempre que sigamos siendo piezas útiles en el engranaje.

Este tiempo de pandemia por covid-19 no solo nos ha puesto de frente con nuestra vulnerabilidad física. También nos pone a cuestionarnos esa identidad fabricada en torno a que somos lo que hacemos, cuánto hacemos o qué cantidad de dinero que obtenemos con lo que hacemos. Todo eso que ha perdido vigencia en este, que es un tiempo de paro, de desempleo, de desaceleración y de hacer una revalorización acerca de quiénes son, en verdad, los trabajadores esenciales.

Hoy, a las puertas de las crisis educativa y económica que nos herede la sanitaria, es tiempo de mirar hacia adentro. Hoy es cuando nada de lo que sentimos puede quedar sin ser dicho, sin ser reconocido y nombrado. A lo largo de nuestra historia como país, el silencio se ha convertido en una infección que ha mantenido las heridas abiertas.

Rina Bolaños de Zometa, en esta entrevista realizada por la periodista Wendy Hernández, esboza cómo puede ser el panorama para una población que no ha tenido acceso a los servicios básicos de salud mental. Ella es vicedecana de la Facultad Multidisciplinaria de Occidente de la Universidad de El Salvador. Desde esa experiencia señala que, sin atención, no hay otro camino que el aumento de la ansiedad, la depresión, las agresiones, los suicidios.

No matan solo el virus y el hambre, también mata no poder expresar lo que nos pasa. Ahora es cuando más hay que trabajar en el control de todas nuestras emociones.

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Séptimo Sentido

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