Carta Editorial
Ha ayudado a imprimir cientos de guías escolares para evitar que la falta de una página, o de cuatro o de diez, sea motivo para desertar.
El de ella y la gente que la rodea ha sido un trabajo de hormiga hecho, además, a medida de la circunstancia. Ana Castillo, coordinadora de Soleterre, se ha movido por el terreno de manera muy intuitiva. Su método para ejecutar es uno del que podría aprender cualquier encargado de diseñar estrategias nacionales o regionales. Lo que lo hace tan efectivo es que ella está dando soluciones desde lo local, con la necesidad enfrente, sin romper ni imponer nada.
Esta es la segunda de una serie de entrevistas en la que buscamos hacer visible el trabajo extraordinario que han hecho las personas para poder continuar con sus labores de formación. Esto en espacios difíciles, sin recursos y sin un plan nacional o municipal que facilitara las acciones.
Castillo recorre comunidades escondidas entre las verdes montañas de Chalatenango en busca de niños en edad escolar. Ha ayudado a imprimir cientos de guías escolares para evitar que la falta de una página, o de cuatro o de diez, sea motivo para desertar. Pero, en este país, un intento por apoyar la educación tiene, obligatoriamente, que ir acompañado de una estrategia de alimentación. Con hambre no se aprende. Y en los territorios hay hambre.
En esta entrevista realizada por la periodista Doris Rosales, Castillo expone con mucho acierto cuáles son las carencias que ya existían en las poblaciones rurales y que la pandemia por Covid-19 vino a profundizar. Pero no se queda ahí. Esta trabajadora indispensable en el desarrollo comunitario destaca la actitud de superación y de compromiso que, en medio de las circunstancias más adversas, saca a lucir la gente. Y esto tiene que hacer que cada deserción escolar se vea como la tragedia que es. Es un estudiante, una familia, que pese a todo el esfuerzo, no ha encontrado cómo seguir alimentando el sueño de la superación que se alcanza gracias al conocimiento.