Carta Editorial

Lo que Attali recomienda a los gobiernos es aplicar medidas de economía de guerra

La entrevista que ha sido incluida en esta edición es un golpe duro, pero necesario. Los años que vienen solo serán más difíciles para todos. Aquí, no hay recuperación fácil ni inmediata. Así lo advierte Jacques Attali, quien se ha graduado como economista, abogado e ingeniero en la Escuela Politécnica, la Escuela de Minas, el Instituto de Estudios Políticos y de la Escuela Nacional de Administración. Obtuvo, también, un doctorado en Economía.

Attali fue el primer presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. Y fundó, en 1980, la organización no gubernamental Acción Internacional contra el Hambre. Ha recibido numerosos doctorados honoris causa y ha formado parte de la lista de los 100 intelectuales más relevantes del mundo en varias ocasiones. Desde toda esta experiencia, señala que hay poco margen para el optimismo en lo que viene junto a la pandemia.

Lo que Attali recomienda a los gobiernos es aplicar medidas de economía de guerra. Esta alusión bélica crea una serie de anticuerpos de entrada. Pero, en la práctica, se refiere, básicamente, a cambiar todos los paradigmas de producción para centrar los esfuerzos en un solo objetivo. Para un país en conflicto, ese objetivo sería disponer de todos los recursos para ganarle al adversario. En el caso actual, se trata de cambiar la forma en la se invierte, se produce y se gasta para centrarse en superar la pandemia de covid-19 y, a la vez, enfocar las energías en las actividades que permitan atenuar el impacto de la crisis económica.

Esta manera de pensar y de actuar solo se puede instalar cuando ya hay conciencia plena de la gravedad de la situación. Este año ha sido malo en todos los sentidos posibles. Pensar que el próximo será mejor es un autoengaño. Y creer en que las elecciones legislativas son una especie de llave que abre la puerta de salida de la crisis también lo es. Se necesita muchísimo más que eso.

Una parte importante del éxito de la economía de guerra está en los ciudadanos, en los sacrificios y adaptaciones que puedan hacer desde sus rutinas personales para sumar en la carrera por lograr el objetivo. Y acá se parte de que esta participación ciudadana esté basada en la información y en la educación. Necesitamos saber, sin edulcorantes y sin manipulaciones, la gravedad de lo que se viene.

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