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Reflexiones sobre pugna de contrarios

Entonces, no veamos los daños de agua y fuego como venganza o castigo de la naturaleza al respondernos con huracanas, precipitaciones, e incendios.

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En la Edad media hubo dos formas comunes de tortura. Con el fuego, en el mundo occidental, Edad Media sobre todo. Y con el agua, en el antiguo mundo oriental. Ahora, el fuego afecta (no tortura) al planeta en la Amazonía y California, solo un ejemplo. El fuego daña, no por sí mismo, sino por modernización, es decir por incidencia humana. El agua, por igual, afecta por intervención humana, por los daños que propiciamos. Y los elementos responden. El fuego fue gran descubrimiento beneficiador de la humanidad. Da vida. No es dañino como resultado natural, sino a causa de abusos medio ambientales. El agua también vivifica en forma de lluvia, forma lagos, ríos y mares; pero también da respuesta a la depredación con inundaciones.

Además, somos de agua y surgimos del agua. Como célula, o virus en transformación, aparecimos del mar. Y el fuego fue el gran descubrimiento para acelerar el desarrollo de la civilización, compitiendo en épocas primigenias con el invento de la rueda (Irak, o Mesopotamia, allá por los 8000 o 3500 años A. de C.).

El fuego fue un regalo de la naturaleza, y luego aprendimos a crearlo por frotación hasta llegar, en nuestro tiempo, al palillo de fósforo y a las grandes combustiones de cohetería. Para manejarlo se necesitaron más de un millón de años. Y en esos procesos transformadores del humano, es que agua y fuego causan daños al planeta. Son los excesos los que originan la depredación de bosques y el cambio climático.

Entonces, no veamos los daños de agua y fuego como venganza o castigo de la naturaleza al respondernos con huracanas, precipitaciones, e incendios. El origen es producto racional. Pues nunca nos apropiarnos del agua como don de Dios, como decían los egipcios del río Nilo. Igual el fuego, como afirma la cultura cristiana: purifica y es fiel acompañante de la familia.

En conclusión, dos elementos positivos son a la vez negativos, sus efectos sagrados se convierten en condena. Lo que la naturaleza nos «presta» para el bien común lo pagamos con malas prácticas humanas. Los racionales respondemos a benigno con destrucción. Al don de Dios le agradecemos con excesos: por desidia o avidez desmedida.

En desidia, porque las inundaciones son producto de una inconsciencia desmedida. Sin visión para abrir la mente hacia el futuro, preferimos matar la gallina de los huevos de oro, es decir el planeta. La desidia nos hace descreídos, no queremos reparar en la verdad de que en medio siglo tendremos ríos y lagos de plástico, o bacterias, o virus genéticos que en el caso del Covid-19 necesita refugiarse en nuestro sistema orgánico para generarse como ser biológico. (Revista Science).

Y fallamos hasta convertirnos en enemigos de nosotros mismos. El planeta responde a las malas prácticas; de pronto estamos en esta guerra planetaria sin contendientes enemigos, pues se trata de auto destrucción. Desde ese punto de vista es una guerra planetaria con un solo bando. Algo parecido a muerte por suicidio.

Recuerdo al Jefe Seattle (1853-1855), a quien me referí con la carta atribuida a él, pero fue escrita por Ted Perry (1971-1972), aunque el Jefe Seattle había escrito pensamientos parecidos. Dada la aclaración, repito esa imagen de Ted Perry que redacta y recrea con imágenes poéticas las ideas del Jefe Seattle: «Porque la tierra que pisamos son las cenizas de nuestros abuelos… todos somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros…Las flores son nuestras hermanas. Las aguas claras del lago y de los ríos son nuestras hermanas. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia».

Ese llamado hace pensar si entre nosotros pueda desaparecer el armadillo, el rey zope, las guacamayas (¿o ya desaparecieron?), el venado cola blanca, el perico de cuello amarillo, el tepescuintle (¿desaparecido?). El puma, el jaguar y el tigrillo (desaparecieron). ¿En estos años le importan a alguien esos exterminios? Pese a existir responsables medio ambientales, creo que sus omisiones no son intencionales, sino por vacíos de información y conocimiento, dicho con todo respeto. Cuántos millones podríamos ahorrarnos con las pestes que vendrán.

En verdad, las necesidades económicas son las que impulsan a deforestar en forma desmedida propiciando así convertir el planeta en un desierto. Pero se hace caso omiso en que tal inconsciencia causa muerte, o enfermedades desconocidas como el Covid-19, el Ébola, o el Zica, que no son respuestas vengativas de la naturaleza; es un lamento o reclamo por la depredación. Porque las epidemias seguirán si continúan prevaleciendo las malas conductas humanas mencionadas. Por esa razón no esperemos volver a la normalidad, sino tratar de ser distintos «mejores, más solidarios, y más humanos, porque esa normalidad es el problema», dice un grupo juvenil en su Facebook.

Me explicaba otro amigo conocedor de la oferta de refrescos embotellados, ante mi pregunta de por qué se vendía el agua en bolsa del plástico, depredadoras de ciudades, mares y fauna. Por qué las empresas comerciales no usan bolsas biodegradables para que el plástico no nos afecte con bacterias enemigas. El cliente puede llevar su propia bolsa o comprarla, que la pague. Su respuesta en el caso del agua fue porque con el plástico tradicional se podía vender la bolsa pequeña a diez centavos, y de ser biodegradable el precio subiría a un dólar. No habría agua para gente trabajadora de la calle que anda ganándose la vida. Explicable.

En resumen: la demanda debe satisfacerse sin afectar el próximo futuro. Pero no es explicable con las grandes tiendas que podrían obviar el plástico.

Respecto al agua, la empresa debe ser creativa para vender porciones de agua sin afectar los océanos que nos propician alimento contaminado de micro plástico. Lo importante es que las propuestas sean favorables para defender al planeta y a la gente. Inclusos convertirlas en normativas constitucionales. Porque defendiendo cada país nos defendemos del enemigo planetario en forma de pandemias desconocidas o de muertes bacterianas. De crisis económicas.

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