Gabinete Caligari

Otra forma de leer

Al terminar de escuchar Lágrimas en la lluvia, hice un balance positivo de la experiencia, no solo porque me gustó la obra, sino porque en pocos días había terminado de “leer” un libro completo.

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Me encontraba picando verduras para preparar una sopa. Tenía puestos mis audífonos y estaba escuchando mi primer audiolibro. Mientras escuchaba, pensé que la experiencia era un equivalente a cuando alguien te lee o te cuenta una historia. Eso me llevó a preguntarme si escuchar un audiolibro podía considerarse una forma de lectura. A fin de cuentas, aunque el formato de acceso al texto escrito sea el oído y no los ojos, alguien te está leyendo un libro de principio a fin y, al terminar, te deja con pleno conocimiento de la obra.

Confieso que estuve negada durante años a escucharlos. Me parecía que la experiencia no sería tan satisfactoria como leer en papel o en formato digital. Pero, haciendo cuentas de las horas que invierto en los oficios domésticos, pensé que dicho tiempo podía aprovecharse de manera más agradable. Podría escuchar música, y a veces lo hago. Podría escuchar podcasts, pero sigo buscando alguno que me guste tanto como para escucharlo a diario. Durante un tiempo, intenté ver series con el celular. Pero por estar haciendo algo que requería moverme de la cocina o fijar mi atención en otra cosa, me perdía de escenas o detalles de los programas y casi que me limitaba a escucharlas. Ahí fue cuando se me ocurrió intentar con los audiolibros.

Para mi primera experiencia decidí escuchar Lágrimas en la lluvia, de Rosa Montero, una novela que me llamaba la atención por ser de ciencia ficción y estar ambientada a 100 años en el futuro, en España. El personaje principal es una detective, una replicante de combate llamada Bruna Husky, que investiga un caso sobre falsas memorias implantadas en la población de replicantes, quienes conviven en la tierra junto con los humanos y seres de otros planetas. Me pareció irónico escuchar esa novela con audífonos inalámbricos, en un presente donde las pantallas son nuestra cotidianidad y donde la información de toda índole es manipulada de múltiples maneras para influenciar las decisiones y conductas de los seres humanos, tal como también pasa en la novela.

Para muchas personas, el audiolibro les permite mantenerse conectados con la lectura, aunque no sea de manera tradicional. Las personas ciegas, quienes sufren de dislexia, quienes pasan por cirugías de los ojos y las personas muy mayores encuentran en ello una opción válida para continuar “leyendo”. También es útil para quienes deben manejar durante horas o que sacrifican tiempo muerto en los embotellamientos, en cuyo caso los audiolibros sirven de compañía y como elemento para disminuir la tensión.

Un rápido sondeo que hice en Twitter me sirvió para darme cuenta de que el audiolibro es un tema que despierta muchas pasiones. Como en todo, hay gustos y opiniones diferentes, así como ventajas y desventajas propias del formato. Para algunos, no es lo mismo que leer y consideran que es una actividad para “gente haragana”. Para otros, el audiolibro es una solución de lectura cuando no se tiene el tiempo, el espacio o las condiciones necesarias para tomar un libro.

Hay quienes piensan que escucharlos mientras se hacen otras tareas los desconcentra, pero igual se puede desconcentrar mientras se lee con la mirada y la mente divaga en diversos asuntos. Para otras personas, el audiolibro tiene la limitación de no poderse marcar o subrayar fragmentos interesantes. Lo cual es cierto, aunque pienso que, si un libro te gustó lo suficiente, se puede buscar después la edición en papel, para ubicar y rescatar esos fragmentos importantes.

Un par de personas comentaron que no les gusta la pronunciación del español de quien lee. En lo personal, no me molestan los diversos acentos del español, algo a lo que también estamos expuestos cuando vemos películas mexicanas, argentinas o colombianas, por decir algo. Mientras se entienda lo que hablan, no veo problema con el acento, aunque supongo que, en realidad, lo que se extraña es poder imaginar las voces a su gusto, en sus cabezas. De hecho, ése fue uno de los motivos por los cuales no me animaba a escucharlos.

Un audiolibro es mucho más que una persona leyendo. Las grandes editoriales invierten en su producción equipo y trabajo profesional de primera. Quienes graban los libros tienen entrenamiento vocal o son actores radiales, que modulan las voces de otros personajes o que incorporan a otros actores para leer los diálogos en que intervienen, de manera que quien escucha pueda distinguir claramente a cada uno, sin confundirse. Lo único que hace falta para diferenciarlo de un teatro radial son los efectos de sonido y el hecho de que las obras para radio cuentan con un guión que adapta la obra literaria, pero que no necesariamente lee todas y cada una de las palabras del texto, como sí lo hace un audiolibro.

Al terminar de escuchar Lágrimas en la lluvia, hice un balance positivo de la experiencia, no solo porque me gustó la obra, sino porque en pocos días había terminado de “leer” un libro completo, algo que seguramente me hubiera tomado más tiempo, de haberlo leído en papel o digital.

Muchas veces, nuestras labores cotidianas nos dejan agotados interiormente o nos obligan a leer muchas horas (en papel o en pantalla), de manera que ya tenemos la vista o la mente cansados cuando por fin tenemos un tiempito libre para leer los libros de nuestro interés personal. Aunque el formato es muy diferente, el proceso de análisis y de comprensión de la lectura es el mismo. De hecho, existen varios estudios que demuestran que al escuchar audiolibros o al leer visualmente, se activan las mismas redes neuronales en el cerebro, por lo cual la experiencia de escuchar el libro no debería de ser despreciada del todo.

Para quienes dicen que no leen porque nunca tienen tiempo, quizás les venga bien probar con audiolibros. No es la misma experiencia, pero por lo menos podrán acercarse a la literatura a través de las nuevas formas de leer que nos ofrece la tecnología.
Eso es mejor que no leer nada.

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