Gabinete Caligari

Creencias curiosas de fin de año

El Krampus suele llevar consigo una cadena, que hace sonar al caminar. También carga un cesto o un saco de tela en el que irá metiendo a todos los niños mal portados para llevárselos a su guarida en el infierno.

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Algunas tradiciones y creencias de fin de año que todavía se mencionan o practican en algunos países europeos, tienen su origen en tiempos pre cristianos, cuando los pueblos celebraban el solsticio y los ciclos de la siembra y la cosecha. Ni el tiempo ni las prohibiciones sociales o religiosas lograron que dichas creencias fueran borradas del imaginario colectivo. Por el contrario, muchas pervivieron por mandato popular hasta convertirse en parte del folklore de varias regiones, algunas de ellas cumpliendo un evidente propósito didáctico o de control social.
En Austria, Hungría, Croacia, así como en algunas zonas de Alemania y del norte de Italia, las familias se preparan para la llegada de San Nicolás, quien lleva regalos para los niños bien portados. Pero este personaje puede llegar acompañado de una siniestra compañía: el Krampus.

Este es un personaje con forma humana pero cuyo cuerpo está cubierto de pelo de cabra negra. Su pierna izquierda termina en una pezuña. Su rostro es el de un demonio. Su lengua es larga y puntiaguda y la enrolla y desenrolla a placer, permitiendo ver sus afilados colmillos. Su cabeza va coronada por dos grandes cuernos.

El Krampus suele llevar consigo una cadena, que hace sonar al caminar. También carga un cesto o un saco de tela en el que irá metiendo a todos los niños mal portados para llevárselos a su guarida en el infierno. Por ello, durante el año, los adultos se la pasan amonestando a los pequeños y amenazándolos con que “se los va a llevar el Krampus” si no se portan bien. En versiones menos siniestras, se dice que el Krampus no se lleva a los niños, pero les da de regalo trozos de carbón y les pega un par de nalgadas con un manojo de ramas de abedul.

En algunas localidades europeas, todavía se hacen desfiles donde la gente se disfraza con máscaras de madera que representan la cara del demonio y al que los adultos creen apaciguar ofreciéndole copas de un brandy casero hecho con frutas. Subsiste también el envío de postales con las imágenes del Krampus, metiendo en su saco a niños con rostros evidentemente aterrorizados.

En Grecia, Bulgaria, Serbia, Albania, Bosnia y zonas vecinas, se cree que los doce días de la Navidad (entre el 25 de diciembre y el 6 de enero), es el tiempo cuando aparecen los kallikantzaros, unos goblins malignos que viven todo el año bajo tierra y cuya tarea es cortar el Árbol del Mundo con una enorme sierra. Este árbol (común en varias culturas del mundo, incluida la Maya) mantiene conectados el cielo, el mundo terrenal y el inframundo. El día que los kallikantzaros terminen su tarea, terminará todo.

Pero durante los días de Navidad, los kallikantzaros se toman una pausa y suben a la tierra para causar mil y un problemas entre los humanos. La descripción física de estos seres puede variar y ser contradictoria, pero en lo que parecen coincidir es que son humanoides pequeñitos, con cola, que tienen mal olor, que les encanta comer sapos y que parecen diablitos negros. Los humanos, advertidos de su existencia, deberán aprender varias tretas para evitar a estos seres y así neutralizar el mal que puedan causar.

En Islandia subsiste la leyenda del jólakötturinn, un gato negro gigante y feroz, que va de pueblo en pueblo, comiéndose a las personas que no han estrenado ropa nueva en Navidad. Se cree que esta leyenda tomó mayor impulso en el siglo XIX, con el propósito de que los granjeros esquilaran a tiempo sus ovejas, para confeccionar con esa lana las prendas de estreno para el fin de año. Pero esta leyenda se remonta a tiempos más lejanos y forma parte de la creencia en los ogros gigantes Gryla, Leppaludi y sus hijos.

Gryla aparece como un antiguo personaje de la mitología nórdica, pero no es hasta el siglo XVII en que se le asocia directamente con la Navidad. Gryla es una mujer gigante y muy fea, que recorre los pueblos pidiendo le sean dados todos los niños mal portados, a quienes se lleva a su cueva para preparar su platillo favorito: un estofado hecho con niños traviesos y malcriados.

Leppaludi es el tercer esposo de Gryla y vive junto con ella, con el gato jólakötturinn (también conocido como gato Yule) y sus trece hijos, conocidos como los muchachos Yule. Todos son gigantes y todos son caníbales. Leppaludi es un haragán que pasa todo el día sin hacer nada pero cuando tiene hambre, se levanta a buscar niños mal portados, aunque también se dice que come adultos malvados.

En Gales subsiste la tradición del Mari Lwyd, donde una persona se disfraza de caballo. El disfraz se hace con una calavera real de caballo, a la que se le atan varias cintas de colores y cascabeles. Esta calavera se amarra a un palo y sobre el palo va una manta blanca, debajo de la cual se esconde una persona. Quien va vestido como Mari Lwyd cuenta con la asistencia de un par de gentes, que deben guiarlo en el camino.

Este pequeño séquito visita varias casas, tocan a la puerta y cantan una copla para pedir la entrada. Los dueños deberán contestar con otra copla y se establece un duelo de versos y cantos. Si los dueños de casa no saben cómo contestar las ingeniosas coplas del caballo, deben hacer pasar a toda la comitiva y darles comida y bebida, ya que se estima de mala suerte no alimentar al Mari Lwyd y sus acompañantes.

Aunque son costumbres lejanas, no es difícil relacionarlas con algunas creencias y tradiciones nuestras. La perpetua lucha entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, entre la bondad y la crueldad, se imponen como temas claves en estas leyendas, muchas de las cuales han funcionado como fuente de inspiración para diversas manifestaciones del arte y la literatura.
Sirvan hoy para reflexionar sobre nuestro futuro, y también para transmitirles mis mejores deseos para el nuevo año.

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