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Ante pandemia, respuesta global

Ahora, pese a la inteligencia artificial y avances científicos en salud, tenemos miedo. Con efectos anímicos que producen ira y rencor, que nos hace olvidar al enemigo mundial pandémico.

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Cuando he mencionado la frase de la biblia: «No hay nada nuevo bajo el sol», es porque las pandemias nos han azotado desde siglos, con millones de muertos en Europa y millones de la población americana. Muchos desaparecieron en la conquista española, cuando trajeron la viruela a América y contaminaron al nuevo continente. Ahora, pese a la inteligencia artificial y avances científicos en salud, tenemos miedo. Con efectos anímicos que producen ira y rencor, que nos hace olvidar al enemigo mundial pandémico.

El riesgo es del planeta y los países con desarrollo precario son el sector más vulnerable. Pienso en el llamado Triángulo Norte, en la tragedia de las caravanas, en los indocumentados, los sin casa, ahora los más vulnerables. Aunque no solo estos son las víctimas, lo somos todos. El enemigo invisible circula en el entorno social, en aglomeraciones, por lo cual el distanciamiento es la única «medicina», mientras no se someta al virus.

Las personas somos logística y estrategia para vencer. No vale desarrollo económico, social, o avances en salud. El virus no hace distinciones. Un asintomático contagia a tres y estos a otros diez en una cadena interminable. Comenzó con uno y ya va por millones tras semanas y meses. Su objetivo alcanzará la humanidad sino se detiene.

Reitero que cada quien -sin distinciones- debe proponerse construir consensos frente al enemigo invisible. Quiero insistir en la peste del cólera en la época de la guerra centroamericana contra los filibusteros dirigidos por William Walker (1856), declarado Presidente de Nicaragua por la fuerza de sus armas. Este hecho logró unificar a Centroamérica para combatirlo. Los filibusteros habían sido contratados en Nicaragua por el partido opositor (liberales) para «eliminar» al partido gobernante (conservadores). Ambos partidos, desde la independencia centroamericana, produjeron polarización y guerras civiles.

Sin embargo, al darse cuenta que los mercenarios contratados tenían otro plan, que implicaba reprimir a los mismos aliados liberales y apoderarse de Centroamérica, partidos y gobiernos, se reunificaron para combatir a Walker. Sin la distinción de tintes políticos acudieron a Nicaragua a combatir a la Falange Americana (como se hacían llamar los mercenarios). Solo la unidad logró derrotar a los filibusteros que pretendían imponer la esclavitud y supremacía blanca y terminar con «los mestizos» centroamericanos. Aquella sinergia emergente, salvó la soberanía de la región cuyos países estaban en las primeras etapas de conformarse a tres décadas de haber logrado su independencia.

Pero en los primeros combates entre costarricenses y filibusteros, ciudad nicaragüense de Rivas, apareció el cólera morbus, que causó la segunda mortandad similar a la viruela traída por los conquistadores, de los siglos pasados. Las pestes no hacen distinción; sin embargo, por ser Walker un médico sobresaliente, pudo intuir que el origen podría estar en guardar ciertas normas de higiene. El origen y conocimiento de virus y bacterias eran desconocidos como causas de la epidemias. De ese modo la población costarricenses fue diezmada y luego el cólera fue llevada a los respectivos países por sus ejércitos.

Esa alegoría puede servirnos para ver la oportunidad de los consensos, única forma de controlar el COVID– 19 que azota a la humanidad. Y cada país tiene las posibilidades de aminorar la mortandad; y más será necesaria la unificación social si pensamos en la depresión económica posterior. Aunque ahora la prioridad es salvar las vidas. Para esto hay que construir una sinergia mundial. Apropiarnos de esa visión; aprender de errores, de las experiencias en Italia, España, Alemania, los Estados Unidos y Ecuador. Y las inesperadas consecuencias en Brasil y México. No podemos desconocer esas crónicas anunciadas de la pandemia. La vacuna estará lista en un año, pero el virus trabaja en semanas y meses, acaba con personal médico y sanitario.

No hay duda que los efectos mundiales van a repercutir con fuerza en nuestra región, en especial los llamados del Triángulo Norte; por su población emigrada, y por sus vulnerabilidades. Quizás ya no seremos los mismos, pese a que ya sufrimos pandemias seculares. Salvemos las vidas que construirán las nuevas visiones. Decía una experta psicóloga que la estrategia de distanciamiento social, por ahora, es la única «medicina» y requiere cuatro aspectos: aceptación, paciencia, confianza y gratitud.

El escritor guatemalteco, Marlon Meza, residente en Francia, narra cómo comenzó a multiplicarse en Francia. Después de muerto un turista, se descubrió 12 contaminados. Sin embargo, una semana después hubo una concentración religiosa con casi dos mil personas que se abrazaban y tomaban de las manos. «De regreso a sus hogares todos empezaron a padecer malestares que despertaron sospechas». Nadie sabía por qué. «Y en menos de 48 horas se multiplicó la epidemia en todo el territorio». Ante eso, el Presidente Macron ordenó el cierre de toda reunión pública: hoteles, cines, festivales, museos. Además, acciona con ayuda psicológica en línea para la población.

Comienza en Europa esa guerra de repercusiones impredecibles; llega a los Estados Unidos con miles de fallecidos donde residen millones de salvadoreños (hace ocho días hubo más de 39 fallecidos solo en Nueva York). La muerte está en Centroamérica, motivo suficiente para reunificar criterios respecto al distanciamiento social, sin obviar estrategias psicológicas. Solo quien no acciona no comete errores. Dice un médico español: «Nadie supo ver llegar a este enemigo invisible, todos hemos fallado».

Pero debemos aprender a crear y descubrir la necesidad de cuidar el planeta, redescubrirnos por dentro; respetar a los nuevos héroes de la salud y de seguridad ciudadana. No somos perfectos, pero si perfectibles. Solo quien no acciona no comete errores. Necesitamos accionar ahora y en la postguerra viral.

Nota. Mi pesar a la familia de dos grandes amigos escritores chilenos: Luis Sepúlveda, promotor de la Literatura Iberoamericana en España, víctima de la pandemia; y a Sergio Román Lagunas, gran promotor y divulgador de las letras centroamericanas, fallecido hace un año por otras causas. Román Lagunas desde el Congreso Internacional de Literatura Centroamericana (CILCA), logró reunirnos en universidades de todos los países de América Central, Europa y los Estados Unidos. Mi respeto profundo a ambos en esta Semana Mundial del Libro.

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