Carta Editorial

La eterna lucha va acerca de cómo resolver las necesidades inmediatas sin llevarse por delante las necesidades más integrales.

El dilema acerca de cómo equilibrar subsistencia y conservación del medio ambiente ya alcanzó al Parque Nacional Montecristo. La primera disputa es por el agua.

De las más de 7,000 hectáreas, solo unas 2,000 están protegidas por ley. El resto es la zona de amortiguamiento, que es indispensable para poder mantener en buenas condiciones la zona protegida.

La constante deforestación de la zona de amortiguamiento hace que cada vez se capte menos agua. Si en la época sin lluvia es esperable que se reduzca el caudal los riachuelos y las quebradas, lo que no es normal ni sano es que se sequen.

En la zona de amortiguamiento hay comunidades. Las comunidades obtienen ingresos de la agricultura de subsistencia. Extensiones que antes eran bosque ahora se usan para cosechar lechugas. La eterna lucha va acerca de cómo resolver las necesidades inmediatas sin llevarse por delante las necesidades más integrales, esas que implican conservar el bosque, aunque a corto plazo esto no dé ingresos económicos.

En esto hay mucho de conciencia, de educación, como se relata en el texto. Pero también caben la desigualdad y la injusticia. A estas poblaciones cercanas a la invaluable zona de Montecristo, ¿qué otras opciones se les han dado? ¿Son estas otras de las poblaciones aisladas y marginadas a las que al final de cuentas no les queda más que hacer parir la tierra para comer?

Un ecosistema no es otra cosa que algo que funciona con base en conexiones entre todos los que lo integran. No tiene caso no involucrar a los habitantes cercanos como parte del bosque. No se les puede poner en una situación en la que lo único que les quede es ir a la contra y hacer daño.

Las consecuencias vistas hacen evidente que urgen nuevos planteamientos, otras maneras de hacerle frente a esta realidad. No se puede alargar más el drama.

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Séptimo Sentido

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