Carta Editorial

Cuando nos preguntamos por qué somos un país incapaz de levantarse a una sola voz para exigir un alto a la corrupción, tenemos que buscar la respuesta en el tipo de referentes que tenemos de comunidad.

En la comunidad en la que crecemos, aprendemos los valores sobre los que vamos a cimentar las relaciones con las personas que no pertenecen directamente al círculo familiar, pero que son con las que compartimos un espacio bien delimitado. Esa forma de entablar afectos ocupa un buen lugar en lo que conocemos como arraigo.

La primera forma de pertenencia después de la familia –y antes de entrar al sistema escolar– debería ser esta, la que está formada por vecinos con los que se comparte domicilio y también estilo de vida. En esa vecindad aprendemos de confianza, de camaradería, de respeto y hasta de límites. Aprendemos cómo es relacionarnos con personas que aunque estén físicamente cerca, pueden estar lejos de las creencias y de la cultura de nuestra familia nuclear. En otras palabras, ese roce se convierte en una escuela de tolerancia. Lo triste es que hace rato dejamos de fomentar las relaciones comunitarias. Decidimos encerrarnos bajo el argumento de la seguridad.

Nuestro tejido social está demasiado roto. Cuando nos preguntamos por qué somos un país incapaz de levantarse a una sola voz para exigir un alto a la corrupción, tenemos que buscar la respuesta en el tipo de referentes que tenemos de comunidad y pertenencia. No hay redes, no hay solidaridad. Y en este vacío han crecido los grupos delincuenciales para satisfacer nuestra inherente necesidad de colectividad y también ha crecido la migración: se deja un espacio que no se siente propio porque no facilita el desarrollo.

En San Salvador, esta urbe furiosa y densa, hay una colonia en donde desde hace años se intenta ir a la contra del desarraigo. Aquí no solo hay un espíritu de pertenencia, sino que también hay una forma de orgullo por los objetivos que se alcanzan en conjunto. Hay una clara intención de crecer y alcanzar el desarrollo así, en grupo, entre vecinos. La Málaga, marcada por la tragedia, es ahora un experimento cuyos resultados van abriendo una vereda a la esperanza.

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Séptimo Sentido

Séptimo Sentido les invita a que nos hagan llegar sus opiniones, críticas o sugerencias sobre cualquiera de los temas de la revista. Una selección de correos se publicará cada semana. Las cartas, en las que deberá constar quien es el autor, podrán ser editadas o abreviadas por razones de espacio o claridad.

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