Carta Editorial

Cuando tenía solo nueve años, salió de San Luis La Herradura para recorrer una ruta del migrante que se le quedó grabada como una herida de las que nunca se curan del todo.

Esta edición podría ser un resumen a luz y sombra de qué sucede a los niños que migran a Estados Unidos. Por un lado, podrían encontrar una brillante oportunidad para desarrollar sus peculiares talentos; aunque, por el otro, podrían acabar separados de sus padres, encerrados y solos ante un juez que, en el mejor de los casos, los despachará con una orden de salida voluntaria. En cualquiera de los casos lo que uniforma es un trauma que difícilmente será superado.

Javier Zamora es un salvadoreño que, a los 28 años, ya ha estudiado en varias de las mejores universidades de Estados Unidos. Cuando tenía solo nueve años, salió de San Luis La Herradura para recorrer una ruta del migrante que se le quedó grabada como una herida de las que nunca se curan del todo.

Estudió con becas. Esas que se ganan al demostrar habilidades extraordinarias. Ese tipo de habilidades que obligan a hacer la pregunta de qué habría sido de él en el San Luis La Herradura.
Esta edición podría ser un resumen de lo que sucede a los niños migrantes. Pero, en realidad, los textos incluidos llevan a pensar más en lo que nos concierne como país: ¿por qué los niños son obligados a migrar para poder superar las enormes barreras que les impone la desigualdad?

Zamora tuvo que huir de una posguerra que ya daba avisos de ser una etapa no de reconciliación, sino que de profundización de las lesiones sociales más graves. En su reciente regreso al país, el joven se ha venido a encontrar con la descendiente de aquel proceso mal hecho: la violencia, esa por la que desde la casa de sus abuelos escuchó las balas que pusieron fin a la vida de alguien. Esa es la que lo tiene desesperado por irse a Estados Unidos. Un sentimiento que provoca buena parte de las migraciones actuales y que, para el país receptor, ya no viene siendo motivo suficiente para dar asilo.

Muchos de los niños que están llegando ahora ante un juez de Migración en Estados Unidos, solos, son menores que Zamora cuando emprendió el camino. Pero son el rostro del gran fracaso de la educación pública, de la salud pública, de la seguridad. Esas que, pese a ser conocidas como “públicas”, no alcanzan a llegar a todos. Algo que, en su momento, también Zamora representó.

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