Carta Editorial

La primera canción que aprendieron es una infantil y es como si se les diera la oportunidad de recuperar algo de esa niñez de ternura a la que no tuvieron derecho.

Este centro de reinserción de menores está lleno de niñas que no tuvieron ninguna oportunidad de desarrollo. De ellas y su limitada existencia se supo hasta que estuvieron involucradas en delitos. ¿Por qué no se les detectó antes? ¿Cuántas más hay así, al borde de violar las leyes?

El sistema educativo, sanitario, cultural –tal como funciona en este momento– no se abre lo suficiente como para saciar las demandas de niños y jóvenes que no cuentan con una red familiar que les pueda proveer conocimiento y oportunidades de desarrollo. Así, la calle se ofrece como una de las pocas fuentes de arraigo. Y no es un problema nuevo. Lo triste es que la solución tampoco se encuentra cerca.

El reportaje de la periodista Valeria Guzmán es un reflejo de esa injusticia en la que se han perdido ya varias generaciones. Este texto describe los pasos que un grupo de niñas internas en un centro de reinserción han dado para ingresar al mundo de la música y la danza.

Quienes dirigen y mantienen el proyecto no son parte de las instituciones estatales. Son una organización aparte cuyo fin es promover el arte, justo ahí en donde más necesario es.

No hubo necesidad de convencer a ninguna para que formara parte de esto. Pese a que jamás habían tenido un instrumento musical en las manos, le entraron con ánimo y disciplina. Ahora ya saben qué es ensamblar una pieza, saben colocar las notas y trabajan en equipo con otras niñas con las que afuera no habrían podido interaccionar. La primera canción que aprendieron es una infantil y es como si se les diera la oportunidad de recuperar algo de esa niñez de ternura a la que no tuvieron derecho.

El problema, porque acá siempre hay uno, es que cuando recuperen la libertad, se acaba la música. Cuando terminen su condena, van a volver a desaparecer. Los violines son caros, las clases son caras, la educación que transforma es, por ahora, un privilegio. Esta es la base de una fórmula que nos mantiene al fondo del subdesarrollo.

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