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Los primeros cincuenta días de Nayib Bukele

Muchos dicen que por fin se siente que hay un líder en El Salvador y una visión para el país que nos inspira. Lo claro es que nunca hemos pasado tanto tiempo en Twitter por las noches. Falta ver cómo responden las pandillas a las nuevas medidas del Plan de Control Territorial y cómo responden los jóvenes a las nuevas oportunidades que se les presentan.

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Investigadora y escritora radicada entre Madison, Wisconsin, y San Salvador

Me he puesto hoy una camiseta de Nayib, recién llegada de Amazon.com. En la camiseta aparece su cara pixelada con lentes y cachucha y abajo el texto, «Se les ordena comer pupusas de loroco». La referencia a las pupusas de loroco y la imagen en arte digital es una mezcla de nostalgia y futurismo. Capta algo del espíritu con que observamos los primeros 50 días de la presidencia de Nayib Bukele, desde acá.

Según las estadísticas más recientes de ONU, un 20 % de los salvadoreños vivimos fuera del país en diáspora. Somos los hijos de un país que continuamente nos expulsa y que nunca se ha hecho cargo de esa situación. Por eso llamó tanto la atención que Bukele asumiera responsabilidad por el hecho de que tantos salvadoreños nos sentimos obligados a irnos del país. En los primeros días de julio de este año, Bukele fue entrevistado por la periodista Cordelia Lynch, de Sky News, quien lo interrogó sobre la crisis migratoria de centroamericanos que buscan entrar a Estados Unidos. En esa entrevista el presidente reconoció lo que ningún líder salvadoreño había reconocido antes, que El Salvador tiene una responsabilidad por las condiciones que impulsan la migración. Ante dicha noticia, Bukele aseguró hacer todo lo posible por construir un país donde irse a Estados Unidos sea una opción y no una obligación. Fue la primera vez que un presidente salvadoreño nos haya dado alguna esperanza de poder, algún día, volver.

De ahí y de acuerdo con el refrán, «dime con quién andas, y te diré quién eres», Bukele le pidió a Estados Unidos un trato migratorio distinto a Honduras y Guatemala, nuestros vecinos del llamado Triángulo Norte de Centroamérica. El presidente declaró en una rueda de prensa, «que no se nos meta en la buchaca (bolsa de mesa de billar)». En el caso de la droga, hizo ver que El Salvador incauta el 75 % de la cocaína que grupos criminales pretenden llevar a Estados Unidos, mientras que en Honduras es el 2 o 3 %, y que cuando se establece el promedio del Triángulo Norte se dice injustamente que los decomisos son del 30 %. Este comentario también nos dio alguna esperanza de poder zafarnos de los problemas que acometen a Centroamérica como una región.

Los pasos que ha tomado Nayib Bukele para buscar reducir la delincuencia y la violencia de pandillas como equipar bien a policías, cortar el wifi en las cárceles y lanzar una campaña mediática y cultural para educar a los jóvenes nos han dejado pensando, desde acá, por qué nadie lo había hecho ya antes.

Sin embargo, y aunque Bukele esté haciendo muchas cosas bien, nadie es perfecto. La periodista Beatriz Calderón le hizo un llamado al presidente para no dejar al feminicidio fuera de su Plan de Control Territorial y para también hacerse cargo de esta crisis. Quiero también hacerle eco a la crítica constructiva de Calderón aquí cuando Bukele se refirió al caso de Keni Guadalupe Larios como un crimen pasional difícil de controlar fuera de la seguridad pública. El presidente caracterizó al caso de la mujer asesinada por su pareja como un caso doméstico que tenía «más que ver con la salud mental y con la cultura que con las pandillas». Claro, es un problema cultural que la sociedad salvadoreña siempre se ha hecho la vista gorda ante el problema de la violencia contra las mujeres. A pesar de lo difícil que pueda ser combatir al feminicidio, también es necesario hacerlo para mejorar las condiciones de muchas mujeres del país.

Muchos dicen que por fin se siente que hay un líder en El Salvador y una visión para el país que nos inspira. Lo claro es que nunca hemos pasado tanto tiempo en Twitter por las noches. Falta ver cómo responden las pandillas a las nuevas medidas del Plan de Control Territorial y cómo responden los jóvenes a las nuevas oportunidades que se les presentan. También falta ver cómo Bukele se enfrenta con la violencia de género. Con todo, y desde acá toda la evidencia de los primeros 50 días sugiere que tenemos razón de sentir que hay, por primera vez, mucha esperanza.

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