Meridiano 89 oeste

La cueva negra de la biopsia

La ventaja de la oscuridad de estos días es que ya no eres ni vieja, ni gorda, ni imperfecta. Te ves en el espejo como un organismo bello que nunca has podido ver bien, ni apreciar, hasta hoy.

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Investigadora y escritora radicada entre Madison, Wisconsin, y San Salvador

Necesitamos hacerte una biopsia. No esperabas oír esas palabras. Has venido a la visita médica para que te den alguna receta fácil, para saber que no es nada y para confirmarte que estás bien. No para meterte a esta cueva negra. La palabra biopsia está compuesta y procede del griego bio, «vida»; y opsía, «observar», e implica que hay una parte de tu propio ser que no se puede ver con claridad. El hecho de ser y reconocer que somos en el fondo un organismo biológico vulnerable nos reduce a lo más corporal. De hecho, esas cuatro palabras te transportan al umbral, a punto de entrar a tu propio tejido como si fueras un forastero.

Tratas de ser positivo. Que te hagan una biopsia quiere decir, primero, que uno tiene el acceso al cuidado preventivo necesario para mantener la buena salud; eso en sí es un privilegio que no hay que dar por hecho, dado que una gran parte de la población mundial ni recibe atención médica. Tenés suerte de estar en esta situación, pensás, pero en estos espacios esa lógica vacila y falla.

Entramos a la cueva opaca que son esos días de esperar los resultados. Son días en los que uno empieza a desprenderse de la trayectoria hacia el futuro porque tenemos muy presente que ese porvenir no le es prometido a nadie. Interesante es ver la facilidad con que soltamos hasta nuestros objetivos profesionales más claros sin mayores inconvenientes y cómo deja de tener tanta urgencia estar al tanto de las novedades de Facebook y Twitter. Lo único que interesa del internet es buscar síntomas, eso sí. Y qué anhelo de estar con tus seres más queridos para que estén cerca, pero que no te pregunten nada de nada. Guardas tus pensamientos, dudas y sospechas en silencio porque todavía crees que las palabras tienen algún control sobre la realidad. Como si fuera la diagnosis y no el mal en sí que te hiciera daño con palabras y conceptos malignos que identifican «genus», especie y fenómeno.

La ventaja de la oscuridad de estos días es que ya no eres ni vieja, ni gorda, ni imperfecta. Te ves en el espejo como un organismo bello que nunca has podido ver bien, ni apreciar, hasta hoy. A saber por qué. Pero ahora sí, ahora que tu reflexión te mira con esa expresión de zombi.

Y bueno, de ahí, todo lo más feo; pánico, ansiedad, puro cortisol. De hecho, según un estudio de Harvard publicado en la revista médica Radiology, esperar los resultados de una biopsia afecta los niveles de hormonas del estrés igual como recibir la mala noticia de un cáncer. En ese mismo estudio 126 mujeres se hicieron biopsias mamarias y después de cinco días 73 todavía no tenían los resultados de sus biopsias. Las que no sabían los resultados tenían los mismos niveles de cortisol que las 16 a quienes les diagnosticaron un cáncer. Total que esperar los resultados de biopsias mamarias no es nada chiche.

Al fin y al cabo hay que dar gracias por las veces que logramos encontrar la salida y zafarnos de las cuevas negras de la vida. Hay que salir de ese espacio tenebroso y saber apreciar el cielo despejado y la luz del día. En fin, lo más curioso que aprendes de esos espacios oscuros es que nos dilatan la experiencia humana dejándonos con más posibilidades de ver y entender qué es lo esencial de la vida. Terminan siendo fuentes de luminosidad.

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