Por: Glenda Girón

«Yo andaba más protección que el médico que atendió a mi papi»

El Instituto salvadoreño del Seguro Social da cobertura en salud al 27 % de la población. Lo hace, en buena parte, con el dinero que aportan patronos y trabajadores. La pandemia ha colocado a la institución contra las cuerdas. Por un lado, el covid-19 aumentó de forma exponencial la demanda de atención médica y, por otro, la cuarentena redujo las actividades comerciales e industriales, lo que derivó en desempleo y menos cotizaciones. Este es el relato de una usuaria en un hospital en crisis.

Carta Editorial

Las consecuencias se pagan en vidas, en las de los pacientes y en las del personal de la institución que ya lleva más de tres meses haciendo frente a una situación sin precedentes y sin contar con los equipos de protección necesarios.

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De ella se pueden decir tantas cosas. Era escritora, pintora, intelectual, era una mujer valiente a la que se le sobraban argumentos para ser transgresora, incluso cuando esto le costaba el rechazo de una sociedad como la europea, en aquel entonces.

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Porque el virus nos ha obligado a estar en una constante despedida. Le hemos dicho adiós a cada plan y a casi todo lo que conocíamos como vida. Se nos interrumpió la línea de progreso.

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Porque el virus nos ha obligado a estar en una constante despedida. Le hemos dicho adiós a cada plan y a casi todo lo que conocíamos como vida. Se nos interrumpió la línea de progreso.

Las casas a la orilla del río

Río Mar y Jute Esperanza son las dos comunidades de La Libertad que, según la alcaldía, más daños sufrieron durante las tormentas Amanda y Cristóbal. Ahí, no hay títulos de propiedad, lo más cercano es un permiso que extendió la municipalidad hace más de diez años, tiempo en el que los habitantes han sufrido tres inundaciones considerables. No ha habido, tampoco, planes de mitigación de riesgo o de reubicación que hayan ido más allá del anuncio. Las familias ya están buscando levantar sus ranchos en el mismo lugar y con las pocas láminas rescatadas de entre el lodo.

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La vulnerabilidad es alta en los cordones de pobreza en donde las familias se acomodan bajo plásticos negros y láminas.

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En estas, que son cartas dirigidas a sus familias, se notan mucho las consecuencias de la incertidumbre, del abandono y de la inestabilidad. Hay, en cada palabra, mucho sufrimiento.

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No se presupuestó el hambre que Rosa y sus hijos iban a comenzar a sufrir tan pronto ella ya no pudiera sacar su carretón de minutas.

El cuarto de madera donde Sonia se dializa

La Enfermedad Renal Crónica tiene una tasa de mortalidad del 54 % en Guatemala. Entre los departamentos en donde más casos se reportan está Escuintla, el departamento en donde también está el 61 % del área de cultivo de la caña de azúcar. En esta, que es la costa del océano Pacífico, se aglomeran muchas comunidades que son vecinas de grandes extensiones de cultivos. Aquí, los agricultores y sus familias viven entre láminas, plásticos, contaminación ambiental, altas temperaturas, sin acceso a agua de calidad y con una enfermedad progresiva. Una de ellas es Sonia, una paciente renal que debe hacerse sus diálisis en un improvisado cuarto que no mide más de un metro cuadrado.