Árbol de fuego

Un océano de basura

Nunca en la historia hubo tanta desinformación al alcance. Si bien las falsedades siempre existieron, nunca en la proporción actual. Datos falsos que contaminan el océano de información creado.

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Periodista y comunicador institucional

Nunca en la historia hubo tanta información al alcance. Tantos datos juntos. Tantas fotos y textos, videos y mensajes escritos, notas de voz e ilustraciones, propaganda y gráficos. Gota a gota es como llenar un océano. Y sumergidos en él, la mayoría somos arrastrados por sus corrientes. Ninguna generación en la historia vivió algo que fuera parecido. Hace tan solo unas décadas atrás, en muchos pueblos de El Salvador, la comunicación se limitaba a lo que podía hacer ANTEL, un par de periódicos y la vaga señal de la televisión. La información era un lujo. Pero eso cambió y ahora, para muchos, todo un torrente de información escurre entre las manos.

Nunca en la historia hubo tanta desinformación al alcance. Si bien las falsedades siempre existieron, nunca en la proporción actual. Datos falsos que contaminan el océano de información creado. Políticos y gobiernos mentirosos siempre existieron, también medios y periodistas corruptibles, pero nunca con el alcance de hoy en día. Una carga ideológica que tiene el propósito de manipular a las mayorías. Al inicio de la era digital se acuñó el término de «navegar» por la red, pero, a 20 años del inicio del siglo, muchos naufragan en un mar de notas falsas.

Antes el problema fue el acceso a la comunicación, ahora es un exceso de los datos imprecisos. Entonces comunicar se reduce a manipular, sobre un determinado suceso o personaje. Solo son ilusiones y mitos. Pero hay algo que no cambia: el ser humano es comunicativo por excelencia. Y en este generación, no somos más ni menos comunicativos de lo que nuestros abuelos algunas vez fueron, solo contamos con las herramientas para trasmitir más información. Y más rápido, como si fuera la corriente furiosa de un río que no se detiene.

En este punto, según el libro «Fake News» del periodista Esteban Illades, el internet y las redes sociales han sido utilizados por gente cuyo negocio es la desinformación. «La idea es crear contenido –la distinción lingüística es interesante: contenido implica la descripción de un producto, no una noticia– y conseguir que éste se disperse lo más que se pueda». Esto se vincula a otro fenómeno que se conoce como el de la «cámara del eco», que se refiere a que las creencias del usuario se amplifican en la red, debido a que cada persona tiende a aprobar el contenido de otros usuarios que opinan parecido e ignorar a los que difieren de sus puntos de vista.

El problema se agudiza aún más cuando el usuario, con tal de confirmar lo que opina (sesgo de confirmación) utiliza fuentes dudosas. Aquí entran sitios que escriben notas sesgadas a favor de determinado político o partido. Dentro del sesgo de confirmación, la gente está dispuesta a creer lo que lee, así se encuentre en un sitio desconocido para ellos o un lugar que no es confiable. Ese contenido se replica y se forma un gran océano de basura. No es otra cosa que una involución de la teoría periodística que tiene al contraste de fuentes como uno de sus pilares. Escuchar dos o más versiones del mismo asunto en las notas.

Hay quien cree que todo este aparataje es obra de fanáticos políticos a favor de tal o cual bandera o personaje. En realidad, son estrategias ideadas por ellos mismos y sus equipos de trabajo. Todo es parte de un gran negocio que es guiado por la brújula de la política: la consecución y preservación del poder. Con ese objetivo, ellos son capaces de asumir cualquier papel, incluso el más ridículo.

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