Manlio Argueta

Aspiro a proyectar a la mujer en la historia, no como heroína de inventiva; y menos objeto de intereses ofensivos, sino como la mujer en el tiempo dentro de una sociedad.

Los intelectuales en el poder del siglo XIX optaron por callar, debido a las diferencias ideológicas en una región que estaba por dividirse.

Varias repreguntas: ¿habría una manera de sistematizar las artes, y con ellas la poesía en el sistema educativo? ¿O es locura utópica por la inversión?

Las fantasías de infancia nos hacían inventar los temas que pedíamos a nuestro amigo narrador, y él era toda una antología imaginaria de cuentos, que le permitía ganar seis centavos por las noches.

«Yo amo a Cuscatlán. Mientras vosotros habláis de la Constitución, yo canto a la tierra y a la raza, la tierra que se esponja y fructifica».

¿Por qué, entonces, nuestro poeta salvadoreño se había cobijado en el silencio de la palabra escrita cuando, por su poder, podía sonar como un aullido mostrando su presencia?

Continúo con Consuelo Suncín. Se casó vestida de negro, y eso originó otro de los tantos rechazos sufridos por la aristocracia francesa: afirmaban que su boda con Antoine Saint Exupéry, la salvadoreña la consideraba un día de luto.

Con Dalton éramos de la misma edad, mientras Escobar Velado era un abogado establecido, como hermano mayor nos duplicaba la edad.

Debemos reconocer que los salvadoreños estamos en todas partes, y más ahora con los nuevos tiempos de cuarta y quinta generación tecnológica.

La educación cultural sobre desechos contaminantes del planeta comienza desde las licencias para la proliferación industrial del plástico.