Café sin azúcar

El Monopolio de la (des)información

No sería descabellado ni cínico pensar que las cifras se están divulgando en coordinación con la evolución de una agenda partidaria.

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Economista salvadoreño radicado en Chicago, Estados Unidos

Nunca antes hemos tenido tanto acceso a información como la tenemos ahora. Desde medios escritos hasta digitales, el número de fuentes ha aumentado de tal manera que ahora nos enfrentamos a otro desafío como ciudadanía: la desinforma ción. Y es en este nuevo mundo de la desinformación donde administraciones con comportamientos totalitarios han aprendido a aprovecharse.

Con la proliferación de seudo-medios digitales y trolles en twitter creando contenido tendencioso y hasta falso, e s muy fácil que estos mensajes se viralicen. Se vende una narrativa, y así se puede empujar una agenta partidaria y electoral. Este modo de operar pareciera no ser ajeno a muchas figuras que destacan en la política salvadoreña. Algunos incluso han estado involucrados en la clonación de medios escritos como La Prensa Gráfica y El Diario de hoy con el fin de desprestigiar a quienes cuestionaban sus acciones.

Puede que para valoración de algunos el manejo de información falsa en la prensa sea algo casi inofensivo. Nada puede estar más lejos de la verdad: eso fue un claro atentado contra la libertad de prensa. Fue entonces cuando comenzamos a descubrir que hay quienes, lejos de refutar críticas con argumentos u obras, tratan de desprestigiar a quien lo cuestiona. Dice mucho sobre su falta de ética como servidores públicos y sobre lo que están dispuestos a hacer por concentrar y acumular más poder.

Si para usted eso no es prueba suficiente de lo peligrosos que pueden ser estos personajes a quienes les incomoda la prensa, veamos los riesgos de la concentración de la información y la desinformación en el contexto del Covid-19. El manejo de las cifras de pruebas, infecciones, recuperación y muertes las ha manejado exclusivamente el Estado. Estas cifras parecen no ser del todo transparentes. Hay expertos en epidemiología que han hecho proyecciones (con metodologías que han funcionado de manera muy acertada en otros países) que se han alejado de la realidad en El Salvador por la mala calidad de datos que existen por parte de fuentes oficiales. El Salvador, a diferencia de otros países del mundo, se ha tardado demasiado tiempo en autorizar que laboratorios privados puedan realizar pruebas de Covid-19, algo que desafía el sentido común cuando estamos en medio de una pandemia y se necesita de la participación de todas las personas capacitadas en el sistema de salud.

No sería descabellado ni cínico pensar que las cifras se están divulgando en coordinación con la evolución de una agenda partidaria. Sería tentador para alguien con poca ética pintarnos, por ejemplo, la narrativa de que la Asamblea es el enemigo del pueblo y luego revelar un auge en la cifra de infectados. De esta manera se matan dos pájaros de un tiro: se desprestigia a rivales políticos y se empuja una agenda sin tener que justificar el uso de fondos y sin tener contraloría sobre el destino de estos.

Esto es jugar con la salud y la vida de la gente. Abramos bien los ojos, desde hace tiempo se ven acciones que no son simples destellos de totalitarismo. Cada vez son más quienes están obteniendo plazas de influencia en el Estado a quienes claramente les incomoda la crítica y la balanza de poderes. Ojalá hagamos caso a estas señales de cara a las elecciones, y que dentro de cinco o diez años no estemos lamentando reformas constitucionales donde la presidencia se gana con menos de la mayoría simple y las reelecciones son indefinidas. Una dictadura está más cerca de lo que pensamos.

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