La ciudad de la furia

¿Y la CICIES?

Nayib Bukele sigue sin dar el primer paso. Es cierto, no todo depende de él, pero como él mismo escribió hace poco en una columna en The Washington Post, tiene de su lado el apoyo popular que le otorga una gran cintura política para hacer algo como esto.

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Periodista

Pasaron ya 58 días desde que Nayib Bukele juró como presidente de la república. En la recta final de la campaña presidencial, Bukele dijo que desde el primer día de su mandato presentaría a la Asamblea el proyecto para la formación de una comisión internacional contra la impunidad en El Salvador, similar a la CICIG guatemalteca. Aún no lo hace: el “hashtag” creado con fines proselitistas sigue existiendo solo en Twitter para todos los efectos prácticos.

Han pasado casi dos meses y la CICIES no existe ni en papel, al menos no en un papel que, presentado a la Asamblea Legislativa, inicie la ruta legal para que en este país haya un mecanismo supranacional capaz de combatir la corrupción y luchar contra la impunidad en forma eficiente, como el Estado nacional, sobrepasado por las mafias políticas locales, no puede hacerlo.

Lo he escrito varias veces tras conocer de cerca, desde 2006, el camino de la CICIG en Guatemala: la instalación de una comisión internacional como esta requiere, antes que de otra cosa, de la voluntad política del Ejecutivo para convencer a los otros poderes del Estado de que esta es una buena idea.

En el caso de la CICIG fue el Ejecutivo de Óscar Berger, liderado por el entonces vicepresidente Eduardo Stein, quien cabildeo en Washington ante el gobierno de George W. Bush y en Nueva York ante Naciones Unidas para conseguir el respaldo político internacional que le permitió gestionar fondos de funcionamiento y, más importante, presionar a las elites locales -empresariales y políticas- a que no se opusieran. Stein y quienes lo apoyaron en Ciudad de Guatemala, en Estados Unidos y Europa no tenía Twitter, pero tuvo la suficiente voluntad para hacer de la comisión una realidad.

Nayib Bukele sigue sin dar el primer paso. Es cierto, no todo depende de él, pero como él mismo escribió hace poco en una columna en The Washington Post, tiene de su lado el apoyo popular que le otorga una gran cintura política para hacer algo como esto.

Como bien me han dicho algunos de los colaboradores del presidente, convencer a la Asamblea Legislativa de que este es un buen paso no será fácil. Es ahí, en el Congreso, donde siguen instaladas las mismas mafias que hicieron de la sección de Probidad de la Corte Suprema un ente inoperante y siguen empeñándose en nombrar funcionarios de segundo grado que, en el mejor de los casos, juegan a pasar desapercibidos en oficinas que El Salvador necesita con urgencia que funcionen bien, como la Fiscalía General, la Corte de Cuentas o la Procuraduría de Derechos Humanos.

“Solo descabezando al crimen organizado seremos capaces de tener un El Salvador más seguro”, escribió el presidente Bukele en la columna que le publicó el Post el 23 de julio pasado. Lo mismo dijo el expresidente Mauricio Funes ante la Asamblea de Naciones Unidas en 2010, más de un año después de su toma de posesión. Al final, lo de Funes, lo sabemos hoy, fueron solo palabras huecas: el primer presidente elegido con la bandera política de la izquierda no fue más que un fiasco y terminó, prófugo, huyendo de cinco órdenes de captura por corrupción (lo de ser asilado en Nicaragua con la bendición de la dictadura de Daniel Ortega no es más que un triste eufemismo).

El gobierno de Bukele es aún muy joven y no puede pedírsele que, a la vuelta de 60 días, tenga lista una comisión internacional. Lo que sí le podemos exigir a estas alturas es que la comisión que prometió para “descabezar” al crimen organizado deje de existir solo en Twitter y se convierta, de verdad, en iniciativa presidencial. Eso depende solo de él. De nadie más.

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