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Sobre la migración

Si bien un país no tiene capacidad infinita de recibir inmigrantes, hay un rechazo particular al inmigrante centroamericano provocado por una característica generalizada: la pobreza.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

La primera vez que escuché la palabra «coyote» sin que hiciera alusión a un animal fue durante una conversación bastante casual entre algunos familiares: «¿Así que el Marito se fue para Estados Unidos?» «Sí, con un coyote. Todavía no sé si ya llegó, pero un tío lo iba a estar esperando, ojalá que llegue bien porque le tuvo que pedir dinero a montón de gente y es bien peligroso ese viaje».

Marito, según yo, era ya un adulto, pero ahora que lo pienso debe haber tenido unos 20 años. Lo veía muy de vez en cuando. Lo recuerdo muy delgado y sonriente, con bigote. Lo recuerdo moviendo bolsas de cemento, atendiendo gente y usando siempre una camisa blanca que le quedaba demasiado grande y cuyos primeros cuatro botones prefería no abrochar. Lo recuerdo trabajando. Pero, claramente, él estaba buscando una vida mejor.

Mi mente infantil no lograba procesar qué era un coyote y por qué Marito se había ido con uno, hasta que mi papá me explicó. Meses después supimos que Marito no había logrado cruzar, pero que lo iba a intentar otra vez. El coyote los había dejado abandonados a medio camino. «¡Y otra vez a juntar los mil dólares!» «Pues sí, ojalá que esta vez sí llegue».

Marito logró cruzar a la tercera vez. Eso supe como año y medio después de que inició toda esta historia. Siempre me impresionó saber que había personas que se atrevían a cruzar un desierto con tal de llegar a Estados Unidos.

Esto fue hace al menos 20 años.

¡Qué valientes los salvadoreños! Durante décadas miles han dejado su vida en manos de un coyote. Y ese, si lo logran, es solo el inicio de un viaje durísimo, que luego los enfrentará a un país incluso más desafiante, con otro clima, otro idioma, otras costumbres y, durante el último tiempo, un nivel de hostilidad hacia el inmigrante centroamericano que es especialmente severo. Pero todos esos inconvenientes son mejores que su vida actual.

Muchos han triunfado y ahora cuentan una historia de éxito, riqueza y libertad. Además, han conformado una red que inyecta millones de dólares al país a través de las remesas. Y es que la migración es un fenómeno sociológico milenario, es casi inherente al ser humano, así como el deseo de superación. Sin embargo, las condiciones que Donald Trump y su política migratoria han instalado han convertido el sueño americano en una pesadilla.

Si bien un país no tiene capacidad infinita de recibir inmigrantes, hay un rechazo particular al inmigrante centroamericano provocado por una característica generalizada: la pobreza. «Lo que molesta de los inmigrantes es que sean pobres», dice la filósofa Adela Cortina, quien ha ofrecido una explicación triste pero contundente, creando la palabra aporofobia para explicar esta fobia al pobre, que es capaz de describir la realidad de los cientos de personas que integran las caravanas.

¿Es evitable la inmigración? Lo posible es mejorar las condiciones de vida del país para entregar menos incentivos para querer abandonarlo.

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