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Salvadoreños: capital humano en el mundo

Las 60 historias que este libro recoge hacen un maravilloso recorrido por las vidas de personas comunes y corrientes, como yo, que por alguna razón no viven en El Salvador.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

En esta época del año, las redes sociales y el WhatsApp se empiezan a llenar de fotos de playas, viajes, torrejas, alfombras… ¡vacaciones!

Y entonces, a uno le dan ganas de estar –bebida en mano–, disfrutando junto a todos los salvadoreños que hacen de esta semana una festividad que ya es una tradición casi patrimonial a lo largo y ancho del país. En Chile, el día libre se limita al viernes y las actividades religiosas son poco vistosas y poco concurridas, o al menos esa ha sido mi sensación durante los últimos seis años.

Para aprovechar los días libres, cientos de salvadoreños salen del país extendiendo una ola de compatriotas por el mundo. Este ejercicio de recordar las costumbres y celebraciones propias del país e imaginar a quienes estarán recorriendo diferentes lugares me hizo recordar el libro «El país que viene: jóvenes en el extranjero».

Entre sus páginas, más de 60 jóvenes que han emigrado cuentan sus historias de vida desde la perspectiva que solo vivir fuera del país de origen entrega. Algunos de los participantes han superado barreras de lenguaje, miles de kilómetros de distancia y diferencias culturales relevantes con diversas motivaciones: estudiar, mejorar su calidad de vida, superarse profesionalmente, cumplir un sueño.

Algunos de los protagonistas son parte de una segunda generación cuyos padres emigraron, sin embargo, sienten como propia la nacionalidad salvadoreña.

Una de las grandes contribuciones de este libro, editado por Diego Echegoyén, es que logró reunir, a pesar de la distancia, las historias de decenas de jóvenes que representan el talento salvadoreño distribuido por el mundo.

Desde sus ámbitos de acción, estos jóvenes autores contribuyen con llevar el nombre de nuestro país a escala internacional, posicionándolo desde una mirada positiva y relevante en temas como tecnología, historia, deporte, música, pedagogía, derechos humanos y emprendimiento, entre otras actividades.

Reconocer el talento que se encuentra distribuido en diversas partes del mundo, con ADN salvadoreño, va mucho más allá de ser excesivamente patriótico. En un contexto de país complejo, en el que es más fácil encontrar historias de violencia, delincuencia y pobreza, es importante darnos cuenta de que también contamos con un capital humano valioso y reconocido a escala internacional.

Tal como afirma el editor del texto, «crear conciencia sobre el capital social que representan los salvadoreños en el exterior proyectando la imagen y el posicionamiento que significan para nuestro país es uno de los objetivos del libro».

La relevancia de este compilado de historias –y uno de los aspectos que, a mi juicio, le agrega valor–, tiene que ver con la transparencia y el espíritu transversal de superación de sus protagonistas. El libro está construido por diferentes individuos motivados por un sueño personal enlazado con una visión de país que comprueba que es posible ir más allá de los colores políticos, al sumar los talentos individuales, con un sueño común.

Las 60 historias que este libro recoge hacen un maravilloso recorrido por las vidas de personas comunes y corrientes, como yo, que por alguna razón no viven en El Salvador. Las distintas visiones de cada uno enriquecen de manera excepcional lo que significa ser salvadoreño y, lo más importante, nos permiten reunirnos en torno de un tema común, que se construye a partir de la suma de experiencias diferentes.

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