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No era tan cool

Los salvadoreños ya sabemos mucho del dolor de la polarización y, aunque la crítica y la oposición son sanas para el equilibrio de poderes, evitemos a toda costa el fanatismo.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

En el mundo entero, hoy por hoy, la principal preocupación es la pandemia. Esta tiene importantes consecuencias a corto y mediano plazo; tanto a nivel sanitario, como económico.

¿En qué han estado trabajando los gobiernos de otros países? Aquí algunos ejemplos: fortalecer el sistema de salud; adquirir ventiladores, comprar tests e insumos médicos para los enfermos; entregar beneficios sociales a los trabajadores de la salud y servicios críticos; generar políticas sociales y económicas para quienes están sufriendo las consecuencias de las cuarentenas y el distanciamiento social; legislar el teletrabajo; definir mecanismos de repatriación de compatriotas varados en el extranjero; y en establecer colaboración intersectorial para planificar regresos seguros a la actividad comercial, por mencionar algunas cosas. Es decir, ¡hay mucho qué hacer!

¿En qué ha estado trabajando el gobierno de El Salvador? Pareciera que en improvisar. No hay un plan claro, tal como sucedió con el plan de gobierno, el cual nunca existió. Por otro lado, las pocas iniciativas realizadas, como la entrega de los $300 dólares, han sido esporádicas y pésimamente ejecutadas. No han formado parte de una estrategia.

En El Salvador, ha tomado más relevancia la figura del presidente -y sus desaciertos-, que la pandemia en sí misma. Entre las acusaciones infundadas a diversos países y la polémica con las pandillas, el madatario ha generado titulares internacionales como: «Bukele, el primer dictador milenial«.

El autodenominado presidente «cool» ha demostrado que, por mucho que le guste tomarse fotos en la ONU, liderar a un país en crisis requiere otras habilidades. ¡Oh sorpresa! La propaganda, las mentiras y las infinitas cadenas nacionales no son suficientes para responder a las complejidades en el manejo de un país en pandemia. Se requieren planes, estrategias, acciones y liderazgos capacitados.

Y por eso hay pitazón a las 8 de la noche. Porque parece que el único plan es generar conflictos y divisiones, intimidar, cerrar empresas, cancelar el transporte público, encerrar a toda la población sin alternativas de salud viables, con sus fuentes laborales en peligro, sin apoyo económico sostenido del gobierno y sin un horizonte claro.

El gobierno, liderado por Bukele, ha tenido al menos dos meses para hacer un plan sanitario y económico, pero, en su lugar, hemos visto una prepotencia sistemática, regaños televisados y un evidente desconocimiento de la realidad salvadoreña.

Bukele ha mostrado su verdadero rostro, sus verdaderas capacidades e intenciones: autoritarismo, cultura de miedo y mentiras. ¿Serán estas señales suficientes para que algunos de sus más fieles fanáticos recapaciten?

Mientras tanto, este es el momento para que los tanques de pensamiento, universidades, fundaciones, sector privado y otros actores expertos en políticas públicas se luzcan. Hoy más que nunca necesitamos de su experiencia para generar planes, con un verdadero sentido de país, que puedan ser entregados al gobierno y que, al menos, nos den la esperanza de que no todo está perdido.

Por otra parte, hago un llamado a los ciudadanos para que realicen una profunda reflexión acerca de la polarización que cada día incrementa en torno a Bukele. Sé que al presidente le gusta instalar odio y división, es parte de la propaganda, pero los salvadoreños ya sabemos mucho del dolor de la polarización y, aunque la crítica y la oposición son sanas para el equilibrio de poderes, evitemos a toda costa el fanatismo.

El fanatismo ciega, nubla la razón y nos convierte en la masa obediente que cualquier tirano anhela.

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