El fuego de Hestia

Sumas y restas

Descubrimos la sabiduría y las lecciones que surgen del caos y que suelen revelarse cuando nos detenemos, observamos y escuchamos la manifestación de la vida en un constante fluir de sumas y restas.

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Life Coach en Comunicación Intuitiva

El encierro comenzó en marzo. Llevamos casi cuatro meses de estira y encoge sin precedentes para cualquiera de nosotros: desde las luchas intestinas de la política local, pasando por la desinformación, la confusión y el miedo como herramientas de manipulación de la ciudadanía, hasta la falta de atención para quienes cuidan de nuestra salud y de nuestra seguridad. Una espiral a la que se han agregado además las pérdidas más dolorosas, las de nuestros familiares, amigos y conocidos.

A muchos salvadoreños nos tocó sumarnos a miles y miles que ya vivían en condiciones de precariedad, enrollarnos las mangas y simple y sencillamente sobrevivir un día a la vez.

Cualquier sensación o idea de control se fue por un tubo o se la llevó la corriente de la tormenta Amanda, que vino a recordarnos lo vulnerable que somos como país y como sociedad a causa de la corrupción instalada por quienes, en algún momento del pasado y del presente, han llegado a dirigir los destinos políticos y económicos del país.

No voy a escribir sobre ningún político. Desde hace muchísimos años perdí la fe en esas falsas figuras todopoderosas, porque al convertirme en adulta entendí que de esos espacios no surgirán las soluciones, porque a la gestión política muchos llegan a aprovecharse de nuestros impuestos, a beneficiar amigos y familiares o cuidar a patrocinadores. No tengo ni una tan sola palabra positiva acerca de los políticos salvadoreños. Y pensar en ellos me genera agruras. Así es que intencionalmente los evitaré.

De lo que sí quiero escribir es acerca de que no podemos obviar la realidad que nos rodea y mucho menos evadir el dolor de las pérdidas, porque son demasiadas y muy importantes. Familiares, amigos, conocidos, proyectos, trabajos, mucho se ha perdido y no podremos recuperarlo jamás. Y por ello no podemos huir ni ignorar la frustración y la pena que vienen con las pérdidas; más bien nos toca honrar la vida, la energía y los sueños de todo lo que se fue.

Porque descubrimos la sabiduría y las lecciones que surgen del caos y que suelen revelarse cuando nos detenemos, observamos y escuchamos la manifestación de la vida en un constante fluir de sumas y restas.

En diferente medida nos ha tocado soltar sin opción. En ese dejar ir hay mucho pesar por las pérdidas humanas, y también por situaciones y relaciones que no daban para más, que operaban en obsolescencia, que nos robaban energía y que, a pesar de que aún no lo entendemos completamente, han tocado punto final.

Dejar ir las agendas llenas, una relación o varias, ciertos proyectos o ideas que permanecían estancados ocupando espacios que ahora están libres para permitir el ingreso de aire fresco y nuevos impulsos, suma.

También al abrazar el dolor hemos reconocido que estamos llenos de emociones que no teníamos idea que éramos capaces de experimentar. Ellas nos muestran fibras humanas inexploradas, que nos impulsan a manifestar lo mejor que poseemos, la unidad y la ayuda desinteresada, acompañar en silencio. Estar presente para los demás.

Todavía es pronto para sacar conclusiones. Aún no sabemos en dónde terminará y dónde terminaremos. Aún es tiempo de duelo y también momento para cultivar la esperanza y para reconocer que cada día es una nueva oportunidad para continuar, para crear, para acompañar, para conversar, para cambiar.

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