De cuentos y cuentas
Hasta pronto
Quizá lo más cercano que he encontrado al sagrado rito de desnudar el alma propia a través de un texto ha sido este espacio, esta columna, “Cuentos y cuentas”.
Dicen que la palabra tiene poder. También afirman que la palabra escrita tiene su propia magia: la permanencia. En lo personal, creo que la palabra tiene un encanto especial para quien la pronuncia ¿o escribe?, y para sus receptores.
Sonará a cliché, pero, a mí, la palabra me ha salvado. Desde que aprendí a leer he sentido una fascinación especial por consumir todo lo que otros han considerado digno de dejar por escrito. Recuerdo asomarme por la ventana del bus para devorar con mis ojos de seis años todos los rótulos que alcanzara a ver. También fui la afortunada heredera de cajas de libros de todo tipo que mi mamá dejó atrás cuando, un año después, se vio obligada a huir del país.
Entre mis sueños más atrevidos siempre estuvo el convertirme en una de esas personas que escriben algo que trasciende tiempo y distancia, y cuyos pensamientos, recuerdos, experiencias o meros frutos de su imaginación terminan plasmados en libros que serán leídos por gente que uno jamás pensó.
Aún no he logrado ser escritora, pero soy periodista. Siempre he sostenido que escribo sobre la realidad por vocación y para ganarme el sustento. También me he aventurado a escribir cuentos y relatos, pero estos nunca han sido publicados, y aunque algunos los he compartiro en línea, no han tenido el alcance que sí han logrado algunos de mis trabajos periodísticos.
Quizá lo más cercano que he encontrado al sagrado rito de desnudar el alma propia a través de un texto ha sido este espacio, esta columna, “Cuentos y cuentas”. Porque sabrá el apreciado lector que cuando lee una nota periodística está consumiendo datos, contexto, investigación; pero es en las columnas como esta donde encuentra realmente el pensar y el sentir de su autor.
Nunca agradeceré lo suficiente la oportunidad que he tenido durante más de una década de escribir en este espacio. Acá he hablado sobre mi experiencia con la violencia intrafamiliar, sobre la maternidad, sobre las experiencias de mi familia con las guerras y los desastres naturales. Los lectores han podido percibir cuando estoy feliz o cuando me arrastro por los días por el corazón roto, y también han leído textos que son fruto de puro y franco enojo.
El título de esta columna, “Cuentos y cuentas”, respondía a mi intención de combinar mis dos pasiones, la escritura y la economía, y así también encontré en estas líneas la oportunidad de explicar temas que considero importantísimos, como las pensiones, el déficit fiscal, la dolarización, el crecimiento económico.
Mis dedos se paralizan al pensar que estas son las últimas palabras que escribo para Séptimo Sentido, una revista que esperaba domingo a domingo, ya fuera que incluyera o no alguna de mis piezas, porque permitía lo que el periodismo de día a día y regido por la prisa que solemos hacer en los periódicos diarios no siempre da espacio a hacer: trabajos de profundidad.
Me siento privilegiada de haber podido ser parte de la historia de Séptimo Sentido. Extraño ya el ritual de cada tercer semana de preparar mis textos para enviarlos a Glenda, una de las editoras más talentosas y pacientes que he conocido.
Extrañaré la libertad para hablar sobre cualquier cosa, de apropiarme de estas 600 palabras que eran solo mías, y que generaron todo tipo de reacciones entre quienes tuvieron la amabilidad de leerme.
Espero no ser la única que extrañará a Séptimo Sentido, y que el sentimiento de vacío que hoy nos deja sea terreno fértil para que surgan nuevas iniciativas como esta. Hasta pronto, ojalá.