Las pautas del poder personal

El 31 de octubre de 2016 publiqué mi primera columna con el mismo título en la Revista Séptimo Sentido. Decidí llamar a este espacio mensual “El Fuego de Hestia“. Hoy 27 de diciembre de 2020 me despido y agradezco a los lectores y a quienes me facilitaron publicar mis ideas acerca del poder personal en la vida de las mujeres.

Como escribía en aquel primer artículo busqué, durante este tiempo, plantear “experiencias e ideas acerca de cómo, desde mi visión, se puede alcanzar el poder personal. Tema relevante en un país en el que cada vez es más difícil confiar en las instituciones tradicionales de cualquier tipo, por lo que se vuelve vital asumir la responsabilidad por mi propia vida y por la contribución que como ciudadana entrego a esta realidad que vivimos”.

Cuatro años después, los cuestionamientos y rupturas en las instituciones tradicionales y sobre los paradigmas de liderazgo y de poder siguen ampliándose. El 2020 puso un alto y nos confrontó con la poca capacidad del Estado para enfrentar la pandemia y sus costos asociados para la salud, perdida de vidas, impactos económicos y desigualdades de género.

Los problemas de corrupción, violencia y claras señales de autoritarismo en instituciones responsables de proteger a los ciudadanos se encuentran a la orden del día. También los avances tecnológicos que, por un lado, representan nuevas oportunidades, por el otro podrían ampliar la brecha entre quienes acceden a mejor educación y oportunidades y las personas más vulnerables, que en países como El Salvador representan millones de seres humanos.

Entramos al 2021 con muchos retos y también con renovadas oportunidades. Y en estos tiempos retadores y llenos de paradojas, las mujeres necesitamos conectar con ese fuego interior que es un poder que nace de nuestros sueños y deseos, que no es otorgado ni puede ser eliminado por personas o situaciones externas, y que, por el contrario, se fortalece frente a los desafíos si nos volvemos conscientes de él y lo cultivamos.

El mundo externo, a simple vista, luce en caos. Y no es posible controlarlo en el nivel individual; por lo que se vuelve intuitivo buscar, en el espacio interior, la lealtad a una misma y desde ese lugar diseñar una persona que tenga la capacidad de ejercer su poder personal para gestionarse, relacionarse saludablemente con su entorno o apartarse y responder efectivamente a los desafíos.

Mi deseo para esa mujer valiente – que se confronta a ella misma y a sus ambientes en una búsqueda por crear espacios igualitarios y humanos – es que se conecte con “El fuego de Hestia“, la diosa griega de los hogares y templos, como un símbolo de poder interior sereno, permanente e inamovible, que convoca a retirarse del caos externo, mirar adentro y renovarse para volver al mundo con determinación, evitando el apego a lo que está fuera de ella –personas, resultados, posesiones, prestigio—para que –como escribió la psiquiatra Jean Shinoda Bolen en su libro “Las diosas de cada mujer”— “se sienta completa tal como es”.