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Estallido social: a un año de que Chile despertara

Durante el verano, la intensidad bajó, aunque un mensaje central se mantuvo en la agenda como la demanda más trascendental: una nueva constitución para Chile.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

Hace un año, luego de un inesperado anuncio de aumento de 30 pesos al pasaje del Metro de Santiago, empezaron a manifestarse algunos signos de indignación entre estudiantes y algunos ciudadanos. Estos atisbos de molestia fueron olímpicamente ignorados por las autoridades. La tensión fue aumentando en las semanas siguientes, hasta llegar al evento que marcó un antes y después para Chile: el estallido social.

Luego del alto grado de violencia inicial, medio país saqueado y toque de queda instalado, durante las jornadas posteriores empezaron a surgir las demandas de fondo. Ahí, la rabia que un día antes había -literalmente- incendiado Chile, se manifestaba a través de pancartas y marchas donde abundaban mensajes como: “Chile despertó”, “Educación gratuita y de calidad”, “No + AFP“, “Renuncia Piñera“, “Mejores salarios”, “Nueva Constitución para Chile”, “Hasta que la dignidad se haga costumbre”, etc.

Estos mensajes buscaban evidenciar temas valóricos como desigualdad y dignidad; así como problemas prácticos como educación, pensiones, salud, transporte público, sobre endeudamiento y muchos más.

Esta ebullición social se mantuvo intensamente de manifiesto en las calles entre octubre y diciembre. Durante el verano, la intensidad bajó, aunque un mensaje central se mantuvo en la agenda como la demanda más trascendental: una nueva constitución para Chile.

Hoy, a un año del inesperado estallido social chileno que dio la vuelta al mundo, nos encontramos a pocos días de lo que se puede catalogar como su gran triunfo: el plebiscito. En esa instancia los chilenos podrán votar “apruebo” o “rechazo” para definir si este largo país del sur tendrá una nueva Constitución, una que deje atrás el legado político-económico de largo plazo de la dictadura de Augusto Pinochet. Además, deberán votar cómo debería construirse esta nueva Carta Magna.

Aquí se manifiesta una innovación, a la que fue difícil llegar, ya que haya dos opciones para responder a la pregunta ¿Qué tipo de órgano debiera redactar la Nueva Constitución? Las alternativas son “Convención Mixta Constitucional” o “Convención Constitucional”.

La primera opción estaría conformada en partes iguales por miembros del Congreso, así como otros que la ciudadanía podrá elegir en una nueva votación. La segunda opción, más innovadora, implica que todos los miembros serán electos por la ciudadanía. Es decir, con esta última alternativa, “los mismos de siempre” no tendrán una participación asegurada en el proceso, permitiendo que sea un documento libre de sesgos o intereses políticos.

La pandemia ha atrasado este proceso, cuya votación debería haber sido en abril. Así, la crisis sanitaria ha jugado un rol polémico. Por ejemplo, el grupo que promueve el “rechazo” argumenta que muchos adultos mayores y sus cuidadores no podrán votar, ya que es muy arriesgado salir y enfermarse, convirtiéndola en una votación poco legítima. Por otra parte, como en nuestro país, el Covid ha puesto de manifiesto con mayor intensidad las numerosas falencias sociales que inspiraron el estallido social inicialmente, por lo que el incentivo para votar podría, incluso, verse incrementado.

Vivir este proceso de transformación social inmerso en una pandemia ha sido, por decir lo menos, un vaivén de pensamientos, emociones e incertidumbre. Como fanática de la política, lo vivo y lo analizo con afán de aprender de las experiencias y extrapolarlo a la realidad salvadoreña, más convencida que nunca que un proceso constitucional es profundamente complejo y trascendental.

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