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En Chile ganó el “Apruebo”: habrá una nueva constitución

Es imposible comparar la redacción de una nueva constitución -que nadie pidió- en la oficina del vicepresidente, con la experiencia chilena; la que nació de una ciudadanía enfurecida, que exigió de manera bastante violenta un cambio estructural.

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Comunicadora salvadoreña radicada en Santiago de Chile

Obvio. No era tan difícil predecirlo. Luego de un año de manifestaciones, donde claramente se declaraba la consigna “una nueva constitución para Chile” era bastante evidente que esa sería la opción ganadora.

¿Qué sigue ahora? Elegir a quienes serán los 155 miembros de la asamblea constituyente.

Durante las elecciones del pasado domingo, los chilenos también pudieron elegir qué tipo de órgano prefieren que redacte la nueva carta magna. Las opciones eran dos: asamblea constituyente o asamblea mixta constituyente.

La primera opción -que resultó ganadora- implica que el 100% de los miembros de dicha asamblea son independientes. Es decir, estará conformada en su totalidad por representantes de la sociedad civil que no necesariamente cuentan con vínculos partidarios. Esto, en un afán por generar inclusión y representatividad de todos los sectores en el documento que dictará el futuro del país. Uno de sus principales hitos es que, por primera vez en la historia, habrá participación femenina en la redacción de una constitución.

La segunda opción -la perdedora- implicaba que un 50% de los miembros de la asamblea constituyente, pertenecerían a partidos políticos. El hecho de que esta opción perdiera rotundamente -con solo un 20% de adhesión- refleja el profundo descontento de los votantes con la clase política: por eso decidieron dejarlos fuera de la discusión.

Este es un dato súper relevante para el contexto salvadoreño, donde ciertos políticos vincularon el hito chileno con “lo que se viene” para nuestro país. Lamento decirles que son situaciones que no ameritan ninguna comparación, y mucho menos una esperanza politiquera para quienes quieren abanderarse con el tema.

Es imposible comparar la redacción de una nueva constitución -que nadie pidió- en la oficina del vicepresidente, con la experiencia chilena; la que nació de una ciudadanía enfurecida, que exigió de manera bastante violenta un cambio estructural, donde la participación de los políticos quedó vetada y será escrita con la participación de todos los sectores de la sociedad.

Insisto, no hay espacio a las comparaciones.

Y si tanto quieren reescribir la constitución, entonces háganlo de forma consciente, transparente y participativa. Consideren a todos los sectores, usen las herramientas de la democracia, pero no pretendan que escribir una constitución entre cuatro paredes en pleno 2020 es algo de lo que enorgullecerse.

Chile en pleno salió a celebrar el triunfo del “apruebo”. Incluso en medio de la pandemia, las calles se abarrotaron con gente entusiasmada al sentir que su sueño de cambios se hará realidad. Algunos comparaban su felicidad con el resultado del plebiscito del 88, cuando el “No” se impuso para sacar al General Pinochet del poder. Esta constitución era su último vestigio.

Sin embargo, mi pragmatismo no me permite más que la incertidumbre: esto apenas está empezando. No es que después del domingo el documento aparecerá mágicamente escrito. Lo que sigue es elegir a los 155 miembros del órgano redactor, quienes ya han encontrado dificultades en el proceso de postulación por lo que seguramente veremos profundas discusiones al respecto. ¡Y qué decir del proceso de redacción!

¿Hacia dónde se dirigirá el nuevo Chile? ¿Se cumplirán las expectativas de cambio que guarda el 80% de los votantes? ¿Quiénes serán parte de la asamblea constituyente? ¿Lograrán los políticos participar como independientes?

Aun quedan muchas cosas por resolver en esta novela sudamericana constituyente.

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