#ComunidadesIntoxicadas

La enfermedad renal crónica por causas no tradicionales -es decir, la que se presenta sin enfermedades sin diabetes o hipertensión- ha hecho nicho en las comunidades del corredor centroamericano del océano Pacífico. Estos son cinco países en donde las instituciones de salud pública han dado cuenta de una prevalencia constante de casos. Este diagnóstico también tiene características sociales, entre ellas, que afecta a los trabajadores agrícolas y a sus familias; acá se incluyen factores ambientales, de educación, de acceso a servicios básicos y de uso de agroquímicos. Este especial es un acercamiento a cómo viven los afectados y de qué recursos disponen para poder hacer frente al escenario físico, emocional, social y económico que la enfermedad impone.

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El cuarto de madera donde Sonia se dializa

La Enfermedad Renal Crónica tiene una tasa de mortalidad del 54 % en Guatemala. Entre los departamentos en donde más casos se reportan está Escuintla, el departamento en donde también está el 61 % del área de cultivo de la caña de azúcar. En esta, que es la costa del océano Pacífico, se aglomeran muchas comunidades que son vecinas de grandes extensiones de cultivos. Aquí, los agricultores y sus familias viven entre láminas, plásticos, contaminación ambiental, altas temperaturas, sin acceso a agua de calidad y con una enfermedad progresiva. Una de ellas es Sonia, una paciente renal que debe hacerse sus diálisis en un improvisado cuarto que no mide más de un metro cuadrado.

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Las dos pandemias que se cruzan en Jiquilisco

El de los pacientes con enfermedad renal crónica es uno de los sectores vulnerables a sufrir las peores consecuencias del covid-19. En Jiquilisco, municipio costero de Usulután, se juntan ambas enfermedades en una población que ya tenía una alta tasa de pobreza multidimensional y a la que la cuarentena, además, ha dejado sin posibilidad de generar ingresos y recluida en casas que no cumplen los criterios para ser calificadas como dignas.

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Vivir y morir entre cultivos La Enfermedad Renal Crónica en Chichigalpa

Chichigalpa es un municipio de Chinandega, Nicaragua. Aquí es imposible separar las zonas de residencia de las áreas agrícolas. Las casas han crecido entre los cultivos de, principalmente, caña de azúcar. El dilema es que lo que le hace bien a la producción no beneficia por igual a los residentes. En este contexto, Enfermedad Renal Crónica ha marcado las vidas de los pobladores de la zona.

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Una casa, un trabajo, una enfermedad

Al menos el 90% de las personas diagnosticadas con Enfermedad Renal Crónica en Costa Rica se dializa en casa. El objetivo de todo el sistema sanitario es lograr que los hospitales no se saturen con gente que debe pasar en tratamiento depurador varias horas al día, y de tres a cuatro veces por semana. Esto obliga a construir o adecuar un cuarto estéril. La medida implica un gasto importante para familias que ya viven en la línea de la pobreza y a las que, además, esta enfermedad deja sin ingresos, ya que los ingenios, avalados por el gobierno, hacen pruebas de daño renal antes de contratar personas. Si encuentran resultados alterados, no las emplean. Los casos se concentran en una de las provincias con más peso agrícola: Guanacaste.

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Los vecinos del Sur de Honduras tienen dañados los riñones

La costa centroamericana del Pacífico está plagada de comunidades en donde la gente vive marcada por la enfermedad renal crónica. A este diagnóstico numerosos estudios le han agregado dos palabras: no tradicional. Quiere decir que no está precedida por otras enfermedades de base y, además, aparece a edad más temprana. Los afectados coinciden en trabajar en actividades agrícolas y en residir como vecinos de cultivos masivos. Por esta enfermedad se muere gente pobre, con baja escolaridad y de zonas rurales. Es el primer capítulo de una serie de cinco que abordará el fenómeno en toda la región. Este es el de Honduras.