Estaba atardeciendo, y el cielo, como todas las tardes de verano, recuperaba fugazmente su primigenia condición de acuarelista.
Historias sin Cuento
Los dos asintieron, acomodados en las poltronas que tenían a la mano.
Hoy podemos sentirlo a plenitud: nuestros primeros maestros en el arte de la cuarentena fueron ellos, Eva y Adán.
Como si aquello hubiera sido una señal superior, la lluvia furiosa empezó a disminuir y los presentes, sin dejar de enarbolar sus banderas blancas, tomaron camino hacia las alturas vecinas.
Como lo he hecho desde siempre, para reencontrarme con la noche desnuda.
Los dos asintieron, acomodados en las poltronas que tenían a la mano.
¿Desde la galaxia más remota o desde el traspatio más próximo?
El timbre de la voz lo envolvió a él en reminiscencias espumosas e inconfundibles.
El timbre de la voz lo envolvió a él en reminiscencias espumosas e inconfundibles.
Me lo repito a diario, para que mis paisajes de entonces no me olviden.