Árbol de fuego

El buen periodismo prevalece

Esta es una era que puede crear la falsa ilusión de que el periodismo ya no es útil o que cualquiera puede hacerlo. Solo basta con tener mucho tiempo libre o pagar a alguien para que produzca cualquier tipo de información o desinformación.

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Periodista y comunicador institucional

Hay pocas cosas que he querido más en la vida que al periodismo. Fue con lo que soñé desde las aulas de la universidad. Y durante los seis años que lo ejercí a tiempo completo fui feliz. Cada día con la esperanza de interpretar una milésima parte del laberinto de injusticia que llamamos sociedad salvadoreña. Los que lo han practicado saben que es adictivo y que no cualquiera lo entiende. En especial por una jornada laboral extendida, la disponibilidad en emergencias o porque uno vive totalmente inmerso en el trabajo. Pero a cambio te puede dar más. Si se hace bien, se trata de escuchar a otros. En un mundo en el que todos parecen luchar porque su voz se escuche más y que llegue más lejos –algunos incluso ahogando a otros–, es una profesión que conlleva sentarse y escuchar distintas maneras de ver las cosas. Cuestionar y seguir. Siempre seguir. En una batalla constante contra el tiempo.

Es una profesión que ha tardado en cimentarse en este país. Después de todo, no hace mucho que la primera generación de periodistas académicos sustituyó a los empíricos que venían desde antes de la guerra civil. Pero en un abrir y cerrar de ojos, casi tan veloz e inesperado como el flash de una cámara, el paradigma volvió a cambiar. Todo por una nueva era de información con un alcance nunca antes visto. En El Salvador, más que del acceso al internet en general, ha venido de la mano de la telefonía y las redes sociales. De los memes y de llevar una noticia en constante desarrollo al alcance de los dedos. La posibilidad de estar informado o pensar estarlo. Tan radical, sin esperas ni intermediarios, navegando en un océano de basura, curiosidades o exageraciones. En medio de todo, el periodismo en una balsa con tiburones al acecho. Es una de las profesiones que están teniendo más cambios radicales.

Es más, esta es una era que puede crear la falsa ilusión de que el periodismo ya no es útil o que cualquiera puede hacerlo. Solo basta con tener mucho tiempo libre o pagar a alguien para que produzca cualquier tipo de información o desinformación. Noticias falsas de periodistas falsos –o sin ética. Algo que ya pasó a finales del siglo XIX, cuando los medios impresos estaban en su apogeo en Estados Unidos y los periódicos de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer entraron en una disputa por lectores, dando origen al periodismo amarillista. Inventaban historias solo para llamar la atención. Algo que parecen estar haciendo miles en las redes sociales y medios que han nacido en el entorno digital. Desde esas fuentes, es un regreso al periodismo más primitivo y elemental.

Pero la práctica, como todas las demás carreras y ámbitos profesionales, se configura con base en el mercado. A las necesidades de los consumidores de información. Para nadie es un secreto el revés de ingresos que han tenido los grandes medios de comunicación en todo el mundo. Algo que ha implicado recortes de personal, de productos y la precariedad de condiciones laborales. Ante este panorama, ¿cómo cambia el rol del periodista? Los grandes medios crecieron porque suplían la urgencia de la gente de saber lo que acontecía. Antes el problema era tener información, ahora es que hay demasiada. Uno tiene que buscar y buscar para encontrar algo con rigor y que valga la pena.

El periodista, más que nunca, debe aportar análisis y hacer notas que permitan interpretar la realidad. Elaborar investigaciones profundas que den luz sobre los problemas que más atañen a la sociedad. Es una fórmula vieja pero muchas veces parece olvidada. Ahora con el agregado que se deben utilizar los formatos que han popularizado las redes y tener cada vez más conocimientos de la informática. ¿Qué pasó después de la guerra entre Hearst y Pulitzer? Prevaleció el buen periodismo. El que se centra en lo social, el contraste de fuentes y la rigurosidad de los datos. El que busca fortalecer el tejido social y mostrar a la gente que son parte de una colectividad en donde los problemas de uno afectan a otros. Ir en contra de la cultura individualista de hoy en día. Al final de cuentas, el buen periodismo prevalece.

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