El fuego de Hestia

«Un mensaje urgente a las mujeres»

Solo desde un respeto y una reverencia profundos acerca de esas almas y cuerpos con capacidad para originar vida podremos desaprender creencias tóxicas y valorar y cuidar la vida de niñas y mujeres.

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Life Coach en Comunicación Intuitiva

La psiquiatra junguiana Jean Shinoda Bolen escribió, en 2006, el libro «Un mensaje urgente a las mujeres». En él hace referencia a la importancia de los círculos de mujeres como una forma de conexión que, al establecerse y ampliarse, crean una masa crítica que enciende una era en la que mujeres, conectadas con la potencia del principio femenino y de la naturaleza, contribuyen conscientemente a construir una paz sostenida a nivel global.

Bolen dice que este mensaje no será escuchado por todas las mujeres, sobre todo no será atendido por aquellas que son aliadas del patriarcado, «cuyas identidades y cuya valía nacen de sus relaciones con los hombres y con las instituciones hechas por los hombres». A pesar de esa frase contundente, la autora también se refiere a mujeres desconectadas de lo femenino y a hombres empáticos y amorosos. Ella no está en contra de los hombres, porque promueve la idea de un «ser humano completo».

Y frente a esta idea señala: «Es posible ser una persona completa cuando las cualidades humanas, generalmente consideradas… masculinas y femeninas, se ven como parte del espectro de todo ser humano». Es decir, cuando «se concede importancia a ambos, se desarrollan ambos lados de la personalidad, y se utilizan ambos hemisferios del cerebro», declara la psiquiatra.

La violencia en contra de las mujeres y los feminicidios son, lamentablemente, temas permanentes en nuestra sociedad. Y necesitamos, aunque sea doloroso e incómodo, visitarlos una y otra vez para alcanzar entendimiento acerca de sus raíces, y poder así limpiarlas, nutrirlas y construir una sociedad más saludable y con mayor capacidad de generar ciudadanos felices y prósperos desde la estabilidad emocional y mental, y no solo desde un concepto puramente económico y material.

Haciendo eco de este mensaje urgente a las mujeres, deseo hacer un llamado a quienes se expresan con desprecio y hasta odio acerca de niñas y jóvenes que han sufrido pérdidas de embarazos producidos por violadores que en muchos de los casos son o bien pandilleros o los mismos padres, padrastros, hermanos o tíos de la víctima.

Lamentablemente, en las voces y expresiones de estas personas se observa cero empatía y entendimiento acerca de las condiciones que originan esos abortos. Los comentarios, de hecho, no deberían estar centrados en las víctimas sino en los victimarios y en las razones de por qué un hombre cree tener el derecho de violentar a una niña o a una mujer.

Esas niñas y adolescentes, a las que la sociedad les pone todo el peso, en realidad son las primeras víctimas de un sistema violento y abusador que genera familias disfuncionales que, generalmente, crecen en entornos de pobreza, falta de oportunidades y educación, y sin ninguna red de apoyo en donde buscar ayuda amorosa, compasiva y educación sexual.

Bolen señala que la base psicológica de estas familias disfuncionales es un modelo en donde una de las personas es narcisista y la otra, codependiente, y señala que «cuando el padre de una familia o el padre de un país es un dictador, los defectos del modelo son más que evidentes, y los demás pagan por ello con su sufrimiento». Es lógico pensar que también las mujeres pueden comportarse de esta manera, pero la autora afirma que «…no es la regla general, y no es el patrón que la sociedad fomenta».

Creo profundamente que una niña y una mujer, su sexualidad y la posibilidad de generar vida dentro de sus cuerpos, son sagradas y deberían ser consideradas así por toda la sociedad. Porque solo desde un respeto y una reverencia profundos acerca de esas almas y cuerpos con capacidad para originar vida podremos desaprender creencias tóxicas y valorar y cuidar la vida de niñas y mujeres.

«Porque solo cuando las madres sean fuertes de espíritu, de mente y de cuerpo, habrá posibilidad de que los niños y niñas sean queridos y estén alimentados y a salvo», cierra Bolen.

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