La ciudad de la furia

Partidos caducos

El FMLN y ARENA siguen siendo maquinarias electorales eficientes. Y, hasta hace muy poco, seguían siendo impresionantes maquinarias de propaganda, capaces ambas de retorcer los hechos o matizar las verdades.

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Investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos de American University en Washington, D. C

A los dos, ARENA y FMLN, la democracia se les vuelve a atragantar.

La cúpula de ARENA recién descabezó a buena parte de la recién juramentada Juventud Republicana Nacionalista por “no adherirse a los valores del partido”, según se desprende de reacciones expuestas en redes sociales por líderes areneros o columnistas simpatizantes.

Los jóvenes fueron expulsados, entre otras cosas, por proponer abrir la discusión, en el seno arenero, a temas como el aborto o el matrimonio igualitario; ambas discusiones que hasta ahora han sido ajenas al ideario de ARENA, afincado en estos apartados en los valores católicos más conservadores.

Esta defensa parece estar cimentada en la siguiente lógica: Si no estás de acuerdo con esos valores, los valores más conservadores sobre los que se fundó este partido de derecha, aquí no tenés cabida. De ahí es bien fácil llegar a dos conclusiones: en ARENA no cabe la modernidad y en ARENA cualquier desacuerdo programático se resuelve con la exclusión.

El FMLN, por su lado, empezó el nuevo capítulo de un ejercicio que ya es tradicional: la imposición de aspirantes a alcaldes y diputados. A la larga lista de candidatos de dedo, como Schafick Hándal hijo en San Salvador o Blanca Flor Bonilla en Ayutuxtepeque, parece haberse unido hoy la de Miguel Pereira, que buscará la reelección en San Miguel aupado por el apoyo de Medardo González, coordinador general del partido.

No resulta nuevo decir que en el FMLN la democracia interna también es un asunto de difícil digestión y que la representatividad política sigue jugándose, solo, en el tablero de ajedrez que llevan peleándose una década Medardo González, José Luis Merino y las FPL, ya sea de mano de Salvador Sánchez Cerén o de Óscar Ortiz.

El FMLN y ARENA siguen siendo maquinarias electorales eficientes. Y, hasta hace muy poco, seguían siendo impresionantes maquinarias de propaganda, capaces ambas de retorcer los hechos o matizar las verdades para pintarlas a su conveniencia en la narrativa política nacional, esa en la que, según ambos partidos, todo tiene que seguir definiéndose por la bipolaridad entre ellos.

La propaganda, sin embargo, se les empieza a agrietar. A ARENA hoy le resulta más difícil acallar las disidencias, incluso en los medios de comunicación que han sido sus aliados históricos. Y al FMLN las redes sociales les han jugado la mala pasada de dar voz, además de a sus incondicionales, a sus disidentes.
Lo que ambos partidos políticos dejaron de ser hace un rato largo fue vehículos efectivos de representatividad democrática.

Y dejaron de ser, incluso, expresiones honestas de la ideología con que se arroparon durante sus nacimientos, durante la guerra y la primera posguerra. Es cierto que a ambas cúpulas suele vérselas a menudo acudiendo a las viejas banderas e himnos para intentar poner en orden el redil. ¿Que los bichos intentan tomarse ARENA? Respuesta: Somos fieles a nuestros principios nacionalistas y republicanos. ¿Qué es eso? ¿Qué es ser republicano y nacionalista en la segunda década del siglo XXI?

¿Que al FMLN, hoy que es gobierno, se le cuestiona el coqueteo de sus líderes con la corrupción? Respuesta: Es una campaña orquestada por lacayos de la derecha o del imperio. Y con eso ha bastado para que el vicepresidente Ortiz no responda sobre sus nexos con “Chepe Diablo” o el viceministro de inversión Merino sea viceministro a pesar de sus nexos con Enrique Rais.

Por ahora, insisto, ambos partidos siguen siendo maquinarias electorales que persiguen un solo fin: garantizar a sus cúpulas el acceso al poder político. A sus cúpulas, en esencia, no a los ciudadanos que en ellos militan, que con ellos simpatizan o que por ellos votan. A sus cúpulas.

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