El fuego de Hestia

Mito y poder

Parece que finalmente hemos llegado a un punto de la humanidad en el que el equilibrio entre los poderes femenino y masculino es posible, porque dejamos atrás la necesidad de quemar la esencia y el poder femenino.

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Life Coach en Comunicación Intuitiva

Pocos negarán que la idea de poder que domina en el mundo es masculina. Y que el desequilibrio en el uso de la fuerza física, de las armas y de las posesiones para sostener ese modelo ha provocado mucho daño a millones de personas y también a la naturaleza a lo largo de la historia de la humanidad.

Los principios masculino y femenino –que se manifiestan tanto en hombres como en mujeres—se encuentran en desequilibrio. Lo masculino dominando con violencia y control económico y lo femenino buscando poder a través de una agresividad pasiva que se expresa en un manejo inadecuado de las emociones, en la manipulación de las palabras y en el uso de silencios como forma de castigo.

El reconocido mitólogo Joseph Campbell, en su libro «Diosas», explica que existió un tiempo, unos 10 mil años a.C., en el que se veneraba lo femenino y las diosas eran relevantes en la mitología de los pueblos agrícolas, y esto fue resultado del desarrollo de la agricultura y la domesticación de animales. En aquel momento, escribe el autor «…se produjo un cambio de autoridad en donde la ecuación biológica pasó de lo masculino a lo femenino» debido a que «la magia de la Tierra y de las mujeres fueron consideradas lo mismo… pues ambas dan vida y la alimentan».

La relación entre lo femenino y lo masculino no ha estado exenta de tensiones y conflictos y según detalla Campbell –entre los milenios IV y I a.C. y con la fabricación de armas de bronce, la domesticación de los caballos, la invención del carro de guerra y, finalmente, con la llegada del hierro—se produjo un proceso de conquistas sobre pueblos agrícolas que veneraban a las diosas, en Europa y el oeste de Asia, ejecutadas por diversas razas indoeuropeas y semitas cuya mitología estaba llena de dioses guerreros. Dichas conquistas concluyeron con el asentamiento del poder masculino sobre lo femenino iniciando la eliminación del mito de las diosas y su conexión con la naturaleza.

Varias decenas de miles de años después pareciera que finalmente hemos llegado a un punto de la humanidad en el que el equilibrio entre un poder y el otro es posible; en donde las características que integran al poder femenino están siendo valoradas en su justa dimensión y estamos comprendiendo la necesidad de darle el espacio que le corresponde en todos los ámbitos. Y a pesar de los altos índices de violencia y del lento avance de la equidad social y económica, la consciencia colectiva acerca de la relevancia y necesidad de lo femenino es innegable.

Además, estamos recordando y comprendiendo la fuerza de aquellas representaciones del mito de la diosa, así como de la convivencia de las primeras tribus en donde lo femenino significaba naturaleza y estaba íntimamente conectado con el bienestar de sus habitantes.

Personalmente deseo creer que hemos dejado atrás la necesidad de quemar la esencia y el poder femenino porque hemos alcanzado un punto de nuestra evolución en el que, tal y como reflexiona Campbell, hemos reconocido la función verdadera del mito que «estriba en ponernos en sintonía con nosotras mismas, con nuestro grupo social y con el entorno en el que vivimos… es descubrir en los símbolos los poderes que también habitan en nuestro interior».

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