#Redes Tecnopolíticas

Inteligencia colectiva

Aún no hemos pasado suficiente tiempo pensando en lo que pueden hacer personas y computadoras juntas que no se había podido hacer antes.

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Lexicógrafa y comunicadora digital

Era 1994 y un filósofo tunecino llamado Pierre Levy publicó un libro que sigue cobrando relevancia en las reflexiones de las tecnologías digitales y la ciudadanía. «La inteligencia colectiva. Por una antropología del ciberespacio» nos hablaba de ese conocimiento repartido en todas partes que busca «el enriquecimiento mutuo de las personas». Explicaba que en realidad la inteligencia colectiva es la habilidad humana de pasar nuestros saberes de generación en generación, que se había hecho de manera bastante estable hasta estos tiempos hiperconectados, cuando gracias a herramientas como Internet, podemos ver cambios en estos saberes en una sola generación por la puesta en común de nuestras habilidades y competencias en tiempo real y sin distinción de fronteras geográficas.

Las reflexiones de Levy pasan por considerar las redes como espacios que pueden potenciar visiones de las problemáticas que, a partir de particularidades de distintas culturas y experiencias, puedan permitir encontrar mejores soluciones. Y es en este sentido que funciona el Centro de Inteligencia Colectiva del MIT. En este espacio creen que la cuestión es cómo podemos conectar personas y computadoras para que, de manera colectiva, actúen (trabajen, resuelvan problemáticas) de manera más inteligente de lo que lo hubiera hecho cualquier persona, computadora o grupo por separado.

En enero de este año, en el Congreso Futuro en Chile y dentro del panel de Ciudadanía Digital, Malone reflexionó sobre nuestra esencia como seres sociales, de cómo la mayor parte de nuestros logros como especie han sido producto del trabajo en grupo, incluso algunos que han superado las barreras espacio-temporales. Nuestros medios de transporte, nuestras maneras de comunicarnos, la diversidad de oferta de ocio y comida: lo que hacemos, usamos, disfrutamos hoy suele ser una evolución de lo que se hacía, se usaba y se disfrutaba unas décadas (o siglos) atrás.

Considera que se piensa mucho sobre la inteligencia artificial y cómo las máquinas irán sustituyendo a las personas. Sin embargo, cree que aún no hemos pasado suficiente tiempo pensando en lo que pueden hacer personas y computadoras juntas que no se había podido hacer antes. ¿Ejemplos? Wikipedia, la enciclopedia más grande del mundo que resulta del trabajo y voluntariado de cientos de personas, y Polymath Project, donde docenas de matemáticos trabajan en línea para resolver teoremas complejos que no habían sido probados.

Uno de sus ejemplos es el Climate CoLab, un proyecto del Centro de Inteligencia Colectiva del MIT, que usa el crowdfoundig para proponer qué hacer ante el cambio climático: esta comunidad en línea reúne a más de 120 mil personas, entre expertos, científicos, estudiantes, empresarios y demás. Ahí se desarrollan propuestas sobre energía, movilidad y otros. Estos niveles de conectividad, sostiene Malone, deberían permitirnos como humanidad alcanzar decisiones y acciones que no solo sean inteligentes sino sabias.

Otro ejemplo de la aplicación de esta puesta en común del conocimiento son los laboratorios cívicos, que Domenico di Siena los define como espacios de trabajo colaborativos que generan infraestructuras, redes de relaciones, protocolos de trabajo y conocimientos que permiten a una comunidad la mejora de su territorio a través de sus dinámicas particulares de inteligencia colectiva.

A veinticinco años de que Levy nos planteara esto de la inteligencia colectiva, estas apuestas de trabajo multidisciplinario para mejorar nuestro entorno me parecen cada vez más humanas y más urgentes. Y creo que hay pocas cosas tan tecnopolíticas y humanizadoras como esta. Actúo con inteligencia colectiva, por tanto existo.

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