Los índices de trabajo infantil han aumentado tras la cuarentena
En la casa hogar del programa Ángeles Descalzos, los hijos de los vendedores del mercado Colón, en Santa Ana, encontraban una oportunidad para ser eso, niños. Desde marzo, está cerrado. Lucy Luna, directora ejecutiva de ASAPROSAR, la institución a cargo del programa, habla acerca de todas las estrategias que ejecutan para evitar que el trabajo infantil le siga ganando terreno a la educación.
Aquí hay un salón con guitarras que hace tiempo nadie toca. Hay otro con libros, que apenas han sido abiertos. Hay una cancha de fútbol rápido y también un área de juegos. Este solía ser un lugar seguro en donde por lo menos 200 niños de entre los 7 y los 18 años encontraban los alimentos que escaseaban en sus casas desde antes de la cuarentena por covid-19. Y, también, encontraban asistencia para resolver tareas. Este lugar es la casa hogar del programa Ángeles Descalzos y está ubicado cerca del Mercado Colón, en Santa Ana.
Lucy Luna es directora ejecutiva de la Asociación Salvadoreña Pro Salud Rural (ASAPROSAR), que es la institución que ha puesto en marcha el programa Ángeles Descalzos. El objetivo con el que nació fue el de aumentar las horas de los niños en la escuela y restar las de trabajo, y por trabajo se entiende el que es en ventas ambulantes, en las cocinas del mercado, en las verdulerías o cargando bultos. Este es un contexto que reúne una gran variedad de riesgos.
En el camino, las personas que laboran aquí no solo se dedicaron a reducir el trabajo infantil, también notaron que, aunque los niños pasaran más tiempo en las instituciones educativas, había otros factores que reducían su competitividad, uno de ellos: el acceso a alimentación. Por esto, se convirtieron en un espacio en donde se comía, se estudiaba, se hacía deporte y se platicaba. Aquí, con el salón de las guitarras y el de los libros, hay una sala de crisis. En este lugar, con asistencia de un profesional en psicología, muchos niños han contado sus traumas, sus peores experiencias con el abuso, el maltrato o la violencia.
En medio de una zona de comercio, aquí, desde el portón metálico hacia adentro, los niños encontraban lo básico para poder ejercer su infancia. Pero esto cambió con la pandemia.
Luna cuenta en esta entrevista cómo la institución ha intentado adaptar sus funciones a la dinámica eminentemente virtual de la pandemia. Pero hay servicios en los que la presencia era una parte fundamental en la correcta ejecución. Los niños, cree Luna, están ahora expuestos al virus y a los riesgos sociales. Ha habido, para ellos, un retroceso importante en la calidad de vida. Este es un factor que, para Luna, no se está tomando en cuenta al elaborar las políticas a seguir.
¿Cómo era un día normal en Ángeles Descalzos antes de la pandemia?
Estaba abierto de 7:30 de la mañana a 5:30 de la tarde. Teníamos dos turnos, para poder atender a los que estudiaban en la mañana y a los que estudiaban en la tarde. Nosotros los recibíamos, dejaban sus bolsones, les dábamos su refrigerio nutritivo, porque muchos no tienen acceso a alimentos en sus casas, y, después de eso, se distribuían en las diferentes clases de refuerzo. Unos iban a liderazgo, otros con el psicólogo, y algunos más se iban a la parte deportiva. Cada uno de ellos, de acuerdo a su propio contexto y necesidad, se atendía en una sección distinta. Había recesos entre las clases. Y les dábamos almuerzo para que todos se fueran a sus clases, en la escuela o aquí, con la pancita llena.
¿Qué servicios tenían disponibles?
Trabajamos en cuatro áreas de atención. Una es la parte psicoemocional del niño, damos atención al trauma, esto es muy importante por las condiciones de trabajo ellos tienen y por las condiciones de violencia a las que deben enfrentarse en el mercado y en sus casas. También atendemos la parte educativa, los ayudamos a nivelarse para que no deserten de la escuela, se mantengan ahí y disminuyan las horas laborales. A la vez, trabajamos la parte artística y deportiva, con una cancha de fútbol y un programa de magia. Y la cuarta área es la parte social, que trabajamos con la familia, con los vendedores.
Nuestras educadoras encuentran la manera para trabajar con ellas a la hora que se pueda, les dan las 10, 11 de la noche resolviendo tareas. Porque las mamás no tienen cómo hacerlo. Esta es una realidad en las familias en las que los niveles educativos son bajos. No pueden, aunque quieran, ayudar a sus hijos.
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¿Qué pasó aquí ese día de marzo cuando ya no pudieron recibir a los niños?
Nos tomó de sorpresa, como a todos. Nos llevó un tiempo procesar la situación. Se nos ocurrió comenzar por hacer un directorio para sondear varias cosas. Primero, pensamos que a lo que le teníamos que poner atención era el tema educativo, necesitábamos saber si todos nuestros niños iban a poder tener relación con sus maestros. La otra prioridad, que iba casi a la par, era verificar que estuvieran comiendo, porque muchas familias ya estaban desabastecidas desde antes de que llegara la cuarentena. Y, luego, había que ver qué se podía hacer con el tema económico, teníamos que conocer qué había pasado con los negocios. Si las familias estaban trabajando, de qué estaban trabajando. Así, con esa información, empezamos a discutir estrategias para no perder la relación con los niños y niñas.
¿Tienen los niños suficientes recursos para sacar adelante las actividades escolares?
No, la verdad es que la mayoría de personas con las que nosotros trabajamos sacan menos de un dólar de ganancia al día. Y, generalmente, tienen que vivir casi de prestar dinero o de prestar verduras para venderlas. No tienen, nunca han tenido, lo suficiente para poder comer. Algunas madres nos empezaron a llamar desesperadas para decirnos que no tenían alimentos y que lo que estaban haciendo era dormir a sus hijos temprano para que no les pidieran comida. Otras solo hacían un tiempo. Unas más salían a buscar basura. En ese primer momento, vivimos una situación realmente caótica. Ahora sabemos que el 80 % de las familias de nuestros niños y niñas se quedó sin empleo, sin fuente de ingresos. Sin ningún recurso y sin alimentación, esta es la situación en la que estamos con ellos.
¿Cómo procedieron en ese primer momento de crisis?
Lo primero fue darle soporte al equipo en la parte emocional, porque ninguno estaba con la fuerza suficiente para saber qué hacer ante lo que se nos venía. Después, comenzamos a hablar con las mamás y los papás. Así, nos dimos cuenta de que no, de que el tema era alimentos, que los niños y las niñas prácticamente estaban ya desabastecidos. Pasaban hambre. Y le teníamos que dar prioridad a esto. Necesitábamos hacer asequibles los alimentos. Ya con esto en mente, trabajamos en conseguir alimentos que sirvieran por lo menos para 40 días y fueran nutritivos y adecuados para los niños y las niñas. Cuando los tuvimos, empezamos a gestionar y a citar a las familias de cinco en cinco para entregar los paquetes.
¿Y qué pasaba, mientras, con la continuidad escolar?
Una vez tuvimos hecho lo de los alimentos, pasamos al tema educativo. Comenzamos a averiguar la situación de las escuelas, la situación de acceso a Internet, de acceso a teléfonos. Nos dimos cuenta de que el 70 % de niños y niñas no tenía acceso, no tenía teléfonos inteligentes y que, entonces, tenía que pagar de uno a tres dólares para poder conectarse, para, así, ver las guías que les estaban dejando. Eso para verlas, resolverlas era otra cosa. Aquí, tenemos que partir de que las familias de nuestra zona no tienen cómo alcanzar el sistema educativo. Nosotros tampoco hallábamos la manera de ayudarles a todos en eso. Entonces, se nos ocurrió comenzar a facilitarles las guías, nos rebuscamos para entregarlas impresas. Hicimos una pequeña oficina en la casa de una compañera educadora que vivía en la zona y con ella armamos una forma de darles las guías a las familias para que las tuvieran. Ya la asesoría para llenarlas la dimos en línea a quienes podían y presencial para los que no tenían otra forma, otro recurso. Estas fueron las dos medidas que tomamos y que mantenemos, por el momento.
Ahora bien, algo que nos ha costado mucho es indagar cómo están en la parte emocional los niños y las niñas. No hemos tenido comunicación directa, en muchos casos, solo hablamos con las mamás y lo que ellas nos han ido contando nos preocupa muchísimo.
¿Qué es lo que intuyen que pasa a ese nivel?
Las mamás, con la cuarentena, se hicieron más conscientes de que la situación económica desesperante las estaba llevando a una situación de estrés. Esto las tenía completamente agotadas. Además, se hizo más evidente que ellas no tienen la paciencia o los conocimientos suficientes para estar ayudándoles a sus hijos. Esto ha estado llevando a que caigan en el maltrato y la violencia. Y esto no es solo de madres o padres a hijos. Es, incluso, de niños hacia niños. Y fue así como decidimos, poco a poco, retomar el programa de atención psicológica.
¿Qué tipo de manifestaciones de estrés se ve en los niños?
Problemas para dormir, ansiedad e hiperactividad es lo que se puede ver en los niños. Pero, empieza en las mujeres. Los problemas en ellas están agudizados porque son responsables de llevar seguridad y alimento a sus hijos. Cuando todo se cerró, ellas ya no pudieron ni ir a buscar botellas o material para reciclar y estaban sin ningún ingreso. Los niños estaban encerrados y eso generaba mucha tensión. Eso pasaba durante la cuarentena. Ahora que hay reapertura económica, aparece el otro extremo del problema, que es que, como no hay escuelas presenciales, entonces los niños y las niñas pueden estar, más que todo, en la calle. Este es un gran riesgo, porque ahí hay acoso, abuso sexual y otros peligros que se agudizan.
Con la reapertura económica, además, muchos de los padres y madres se han traído a sus hijos a trabajar. No hemos podido sacar números, porque no hemos podido hablar con ellos directamente. Pero hay madres que nos han dicho que continuar estudiando representa mucho gasto y, entonces, mejor se los han llevado a todos a trabajar. Uno con los dulces, otro vende los chocolates y la mamá con el canasto.
¿Han aumentado la violencia intrafamiliar y el trabajo infantil?
El problema es que hablar con los niños y niñas para preguntarles a ellos cómo se sienten ha sido difícil, pero hablando con las mamás, ellas nos dicen que si el niño les pedía que le ayudaran con la tarea, y ellas realmente no tenían cómo ayudarles, lo que hacían era castigarlo, pegarle. Hay mamás que no han estudiado suficientes años como para poder ayudar a resolver las guías. Y los niños necesitan esa asesoría. Por esto las mamás nos han buscado para decirnos que intervengamos, porque la situación es tan caótica que ha habido casos en los niños les pegan a sus hermanos, se pelean por material escolar, porque no es suficiente. Tuvimos el caso de un niño que amenazó a su hermano con un cuchillo. La mamá nos vino a buscar para que le ayudáramos a manejarlo. La realidad de las mujeres aquí es muy difícil. Trabajan todo el día y llegan a las 7, 8, 9 de la noche a casa y, a esa hora, tienen que sentarse a hacer tarea y, a esa hora, se dan cuenta de que no tienen el material, o no tienen la habilidad y se sienten frustradas. Nuestras educadoras encuentran la manera para trabajar con ellas a la hora que se pueda, les dan las 10, 11 de la noche resolviendo tareas. Porque las mamás no tienen cómo hacerlo. Esta es una realidad en las familias en las que los niveles educativos son bajos. No pueden, aunque quieran, ayudar a sus hijos.
Ahora que hay reapertura económica, aparece el otro extremo del problema, que es que, como no hay escuelas presenciales, entonces los niños y las niñas pueden estar, más que todo, en la calle. Este es un gran riesgo, porque ahí hay acoso, abuso sexual y otros peligros que se agudizan.
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Este era un lugar seguro para niños y niñas, ¿con qué se está sustituyendo lo que encontraban aquí?
Esta es una de las preocupaciones más grandes que tenemos. Estamos ahorita atados de manos, hay una regulación que dice que no podemos atender niños, porque eso es causa hasta de multa y por eso hemos tomado medidas. Sabemos que nos necesitan. Así que hacemos atenciones en grupos pequeños, hacemos intervención casa por casa, se ha cambiado todo el protocolo de atención. Sabemos que este espacio significa seguridad para los niños y las niñas y, ahorita, no lo tienen. No tienen escuela ni este espacio y están más vulnerables que antes. Y eso lo vemos en que los índices de trabajo infantil han aumentado tras la cuarentena. Este programa nació, de hecho, para ofrecerles una alternativa y que bajaran sus horas laborales y como ahorita, prácticamente, no tienen nada, han tenido que regresar a la venta. Otros están en sus casas encerrados con sus agresores y otros, que nos hemos dado cuenta, andan vagando, en las calles y ahí está el peligro de que los secuestren o de sufrir agresión sexual. Todos estos riesgos son más reales para ellos que viven aquí, esta es una de las cosas en las que estamos queriendo sensibilizar a los actores. Los niños no tienen un espacio seguro en este momento, es muy preocupante para nosotros.
Una buena parte de los delitos sexuales se comete en casa de la víctima. ¿Han tenido indicios de que este delito haya afectado más a los niños y niñas del programa?
Estamos dándole énfasis a las niñas en salud sexual reproductiva. Estamos repartiendo cajas lúdicas para que las niñas puedan tener información y puedan tomar una decisión acertada. Una caja lúdica es en la que viene material, guías de trabajo, juegos, material para que ellas hagan su propia guía en salud sexual reproductiva. Sabemos que están vulnerables. Es por ello que queremos que tomen decisiones asertivas. Queremos que sepan identificar zonas de protección. Por ejemplo, hemos establecido claves, códigos a la hora de hablar para que ellas puedan decirle a sus maestros o a la psicóloga que están cerca del agresor, que su padrastro las viola o las molesta, sin que ellos sepan. Estamos buscando la manera de que nos puedan decir a nosotros la situación, pero sin exponerse. Sabemos de abusos que se han dado en el marco de conseguir materiales para continuar la educación, como cuando el vecino le dice que puede usar la computadora y esta persona aprovecha la ocasión para el abuso.
Ante una eventual recuperación, ¿en qué aspecto se van a enfocar?
Lo que más les ha afectado a los niños y niñas de aquí es el trabajo infantil. Con la cuarentena, las familias se quedaron sin trabajo. Ahora que ya se reactivó esto, se han tirado a la calle y se han traído a sus hijos hijas para vender, porque la mayoría de ellos tiene préstamos y lo que hacen en el día no les genera lo suficiente para cumplir con esas obligaciones y para pagar todo lo demás. El trabajo, de esta manera, hace crecer la vulnerabilidad en que los niños se encuentran.
De aquí a diciembre, ¿cuál es el plan? ¿Qué piensan ejecutar?
La misión uno es el tema educativo. Queremos que terminen su año escolar y vamos a seguir trabajando en hacerles asequibles las guías de estudio, en darles los materiales que necesitan. Vamos a seguir trabajando en darles las canastas alimenticias a los que se quedaron sin negocio y sin nada. Y, para ellos, estamos trabajando un programa de acceso a capital. Para que puedan mejorar en el tema de deuda. Y lo otro en lo que queremos ayudar es cómo pueden diversificar sus negocios, esto es lo más difícil. El sector informal no ha sido tomado en cuenta y queremos respaldar, sobre todo a las mujeres, para que puedan tener capital, pagar sus deudas y hacer negocios diferentes.