Memorias III
El reportaje y la crónica han sido los géneros que más se buscó fortalecer en estas páginas. Ahora, en el penúltima edición tras 12 años y medio, es momento de comenzar a recordar algunos de los frutos del reporteo y de la búsqueda de la palabra exacta. A la mayoría de los evocados en esta ocasión le acompaña un extracto del editorial que sirvió de presentación.
“Esta edición es un ejemplo de este papel en el que nos desenvolvemos desde el 29 de junio de 2008. El teatro en El Salvador ha crecido tanto en público como en producción. Este recorrido sería positivo de no ser por lo que ha ido quedando en silencio. En esta edición, un grupo de actrices habla por primera vez en una plataforma mediática sobre acoso y abuso sexual en el marco escénico. Este es un texto que da su lugar a los testimonios arrancados desde donde más duele, la intimidad. Y, en el camino, no se deja de lado el rigor de reunir la mayor cantidad de fuentes posible. El gran enemigo es el silencio. Ese que se convierte en condena”.
“A los genios les da hambre, sí, pero sus maneras de afrontar incluso las partes rudas que les plantea la existencia humana son amargamente hermosas, como esa vez en la que, cuentan, su familia no tenía nada para comer, y Salarrué les dibujó con los pinceles comida en platos vacíos. Los salvadoreños necesitamos genios y, al mismo tiempo, no sabemos tratarlos. Los ahogamos entre sistemas rígidos fabricados para uniformar, aplastar y recortar. La vida de Salarrué estuvo rodeada de geniales mujeres, que fueron criadas de una manera poco convencional, en el marco de la exaltación de las artes en cada rutina”.
En la última década, el periodismo se ha convertido en un trabajo de equipo. En esta entrega acerca de la relación entre el exfiscal Luis Martínez y el entonces conocido como empresario, Enrique Rais, se contó con el apoyo de la iniciativa periodística CONNECTAS. Este texto ha revelado detalles acerca de esta relación entre quien estaba llamado a investigar y el investigado.
“Es necesario hacer un esfuerzo por construir el contexto. Esto es lo que hemos hecho en esta entrega especial sobre las masacres ocurridas en 2014, 2015 y 2016. Para intentar hallar caminos que nos saquen de esta espiral de agresión, primero es necesario revertir el proceso de insensibilización ante la muerte violenta en el que hemos caído. Hacerlo implica una revisión minuciosa de nuestros números”.
“De manera más implícita, la guerra —la civil salvadoreña en este caso— está presente en esta crónica que reconstruye el último accidente ocurrido con artefactos explosivos que aún se encuentran regados por el país. Cuatro niños heridos de distinta consideración, amputaciones incluidas, por una granada lanzada hace quién sabe, ¿dos décadas?, pero que explotó hace unas semanas”.
Pocas cosas en este mundo mienten menos que los números. Y los de esta familia son rojos, alarmantes. Y ellos, metidos en la jungla de la ciudad, no cuentan con un silo lleno de granos para inflar el presupuesto, tampoco tienen cerca árboles frutales de los que echar mano en caso de emergencia y menos pueden aferrarse a la esperanza nacida de una milpa. Cada noche se ven solos haciendo cuentas de cómo hacer para poner algo de alimento en la boca de sus hijas y también pagar los pasajes de bus y, si se puede, el alquiler de la casa.
“Aunque como país nos encante esa idea de que las mujeres al tener hijos adquieren superfortaleza, no podemos hacer de ciegos y sordos ante maternidades complicadas, como la de Silvia Jiménez, quien a los 18 años tiene un hijo de dos años al que no ve desde que fue arrestada acusada de intentar matar a otro hijo, uno que recién había parido y del que no le había dicho nada a nadie. En esta edición hacemos un esfuerzo por entender a mujeres como Silvia, a las que se hace fácil juzgar pero a las que difícilmente alguien busca escuchar”.
“Tantas veces se ha discutido sobre la calidad de la educación que se imparte en los centros escolares públicos del país. Se habla sobre los métodos didácticos, sobre la idoneidad en la preparación de los maestros. Pero ese debate, necesario, por supuesto, puede resultar demasiado exquisito cuando en el país hay miles de estudiantes que asisten a instituciones en donde no hay cañerías. Cañerías, agua para tomar, agua para lavarse las manos, agua para limpiar, agua para cocinar el alimento que el Estado reparte. Agua, tan básica, tan lujosa y tan lejana para más de 150,000 estudiantes”.
“Este texto es una aproximación a esa parte del fútbol nacional que no figura en cada partido, pero que sí influye de manera directa en cada resultado. Cada revés en la cancha tiene raíces en las formas administrativas vigentes desde siempre en este deporte. Incluso si alguien lograra pulir su talento de manera extraordinaria por encima de cualquier obstáculo, el fútbol salvadoreño no tendría manera de ofrecerle un espacio para desarrollarse de manera adecuada. En este fútbol hay todavía demasiados círculos viciosos y falta gente dispuesta a romperlos”.
“Nadie dudó en su momento de su capacidad. Como tampoco se duda ahora. Pero quedó ahí, con sus fotografías junto a altos funcionarios del gobierno y su beca para estudiar hasta bachillerato en un colegio bilingüe. Pero, ¿y después? ¿Qué pasará después con Krishna Zepeda, el niño con un gran talento para aprender? El Salvador es un país con memoria corta. Hoy nos entusiasmamos con algo y mañana ya sabe a pasado. Hoy nos indignamos hasta el cansancio y mañana no queda más que resignación. A Krishna le jugamos así de mal también. Y es que apenas unos años más tarde, toda la atención que se le dio pasó a valer muy poco. No tiene a nadie que lo guíe para administrar su talento”.
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