El Salvador tuvo una de las cuarentenas más rigurosas del mundo, según la Universidad de Oxford, periodo en el que, durante más de 80 días, las empresas de servicios, como gimnasios y academias, dejaron de recibir clientes en los locales. La reapertura ha dejado ver la enorme falta que hace una regulación que indique qué hacer ante el choque de derechos entre los clientes que pagaron por un servicio que no pudieron recibir y las empresas que no cuentan con la solvencia económica para hacer un reintegro de dinero.
Reportaje Nacional
El Consejo Nacional de la Niñez y de la Adolescencia (CONNA) únicamente destinó 15 personas para la atención psicológica de la niñez salvadoreña en el contexto de la pandemia. Frente a esto, fundaciones y ONG han habilitado líneas telefónicas de atención psicológica y emocional. También, han creado campañas y proyectos que buscan prevenir y detectar casos de violencia contra la niñez.
Felipe A. García es miembro fundador del proyecto cultural Revista Café irlandés, espacio digital dedicado a la promoción de la nueva narrativa salvadoreña. En el año 2013, su novela inédita: “En caso de familia, rompa el cristal”, obtuvo el primer lugar del Concurso Nacional Ingenio, organizado por el Centro Nacional de Registros (CNR). En el 2018 publicó las novelas “Diario mortuorio” y “Hard Rock” con la Editorial Los Sin Pisto. El capítulo que se publica en esta ocación corresponde a esta última. Las novelas de García se pueden adquirir a través de la Editorial, escribiendo un correo electrónico a [email protected], o por WhatsApp al 7682-4079. También se pueden adquirir en las sucursales Campus y SOHO Las Cascadas de la Librería y Papelería UCA.
Jorgelina Cerritos es una dramaturga y actriz salvadoreña consagrada. En 2010, ganó el Premio Literario Casa de las Américas, en la rama de teatro, con el que su trabajo trascendió las fronteras centroamericanas, una región que, dice, es ajena o desconocida en el continente, en el mundo, pero desde la cual se asume como artista y propone.
El colapso del sistema de salud ha obligado a muchos a responder a su propia emergencia por covid-19. Familias como las de Reynaldo, Sonia, Antonio y Néstor se han visto en la necesidad de instalar una especie Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en sus hogares. Un cuarto que ha sido provisto con uno o dos tanques de oxígeno medicinal, cánulas nasales, reguladores, aguas destiladas y humidificadores para asistir a sus enfermos con dificultades respiratorias.
El Instituto salvadoreño del Seguro Social da cobertura en salud al 27 % de la población. Lo hace, en buena parte, con el dinero que aportan patronos y trabajadores. La pandemia ha colocado a la institución contra las cuerdas. Por un lado, el covid-19 aumentó de forma exponencial la demanda de atención médica y, por otro, la cuarentena redujo las actividades comerciales e industriales, lo que derivó en desempleo y menos cotizaciones. Este es el relato de una usuaria en un hospital en crisis.
Sara busca a su hijo, Miguel, desde el 9 de abril de 2020. La emergencia de salud por covid-19, según la madre, estancó la operatividad de entidades como la Policía Nacional Civil y la Fiscalía General de la República debido a que ninguna actuó con inmediatez. Pasó una noche para que las autoridades pusieran en marcha el Protocolo de Acción Urgente y Estrategia de Búsqueda (PAU) y transcurrió un mes para que la sede fiscal cumpliera con la fase inicial de recolección de información para abrir el expediente. De acuerdo con la Unidad Especializada de Personas Desaparecidas, durante la cuarentena domiciliar, las denuncias han disminuido en comparación a enero y febrero. Pasó de 198, a 93 casos en el mes mayo. A pesar de la baja, la efectividad para la localización de las víctimas ha sido del 54.79%.
Río Mar y Jute Esperanza son las dos comunidades de La Libertad que, según la alcaldía, más daños sufrieron durante las tormentas Amanda y Cristóbal. Ahí, no hay títulos de propiedad, lo más cercano es un permiso que extendió la municipalidad hace más de diez años, tiempo en el que los habitantes han sufrido tres inundaciones considerables. No ha habido, tampoco, planes de mitigación de riesgo o de reubicación que hayan ido más allá del anuncio. Las familias ya están buscando levantar sus ranchos en el mismo lugar y con las pocas láminas rescatadas de entre el lodo.
Tres meses han pasado desde que El Salvador cerró el Aeropuerto Internacional Monseñor Arnulfo Romero por el covid-19. Por lo menos 4,000 salvadoreños quedaron varados en el exterior y, la fecha, datos de Cancillería de la República reflejan que solo 600 han regresado. Algunos en vuelos gestionados por el gobierno, otros por cuenta propia. El resto sigue lejos de su familia y, desde donde están, ven cambiar al mundo y a los suyos. Las cartas reproducidas en esta edición hablan del anhelo de recuperar los días perdidos, con el calor que solo pueden dar los abuelos, los padres, los hijos, las mascotas. Con el calor que da una familia.
En el kilómetro 39 de la carrera, en La Libertad, ondea una bandera blanca. Es una que colgó una mujer que, hasta el 21 de marzo, alimentaba a sus tres hijos gracias a la venta de minutas. Como la de ella, hay decenas de familias que, en playas como San Blas, obtenían ingresos del turismo y, ahora, entre la pandemia y la emergencia por lluvias, pasan hambre.