Dos historias en Séptimo
Ese reportaje no ahondaba en las conexiones políticas de Los Perrones, pero ya establecía, a través del caso de un decomiso de lácteos en La Unión, las asociaciones entre los narcos y los policías.
Ese reportaje no ahondaba en las conexiones políticas de Los Perrones, pero ya establecía, a través del caso de un decomiso de lácteos en La Unión, las asociaciones entre los narcos y los policías.
Con un decreto ejecutivo, el número 221 de ese año, el gobierno metió a la PNC de forma irregular a 25 oficiales del ejército, incluido el director actual.
Trump, fiel a su guion de político matón que desprecia el conocimiento, minimizó la pandemia, trató de achacarla a un complot chino e incluso se burló de sus víctimas.
Estos desmanes del Ejecutivo salvadoreño deben de entenderse como una muestra más de las tendencias autoritarias que Bukele mostró sin contrición el 9 de febrero.
Lo que nunca hizo Obama fue hacer de sí mismo el principio y fin de su presidencia. Tampoco hizo de la mentira sistemática, patológica, el hilo conductor de su narrativa política.
En el caso salvadoreño, centenares de ciudadanos fueron encerrados en albergues improvisados donde, según decenas de testimonios, no existían condiciones higiénicas para, en efecto, contener al virus.
La política exterior de Trump en el Triángulo Norte de Centroamérica, que no ha sido más que una extensión de su política interna antiinmigrante, puede describirse con una palabra: nefasta.
Cuando escribía sobre Sherill Hernández volvía a todos esos crímenes encubiertos por el estado de El Salvador.
La PNC se ha mantenido en los márgenes de los territorios, entrando a ellos para tomarse las fotos que luego suben a Twitter o para ejecutar acciones tendientes a mantener el estatus quo, ese en que las pandillas mantienen su calma unilateral.
El cierre de fronteras era algo que había que hacer. Pero esa era solo la reacción inicial; vendría luego la parte más difícil de gobernar: ejecutar políticas públicas acordes al momento.