Columna invitada

El ocaso del donjuán

Otra característica del Don Juan literario, que convenientemente ignoran los donjuanes modernos, es que el personaje, en tanto que transgresor de las costumbres y las reglas, al final de sus aventuras sufría un castigo por su conducta.

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Periodista. Columnista. Orador.

Tan pronto como las acusaciones de acoso sexual se hicieron públicas, se cancelaron las presentaciones de Plácido Domingo en Nueva York, Filadelfia y San Francisco. El golpe fuerte, sin embargo, vendría un poco después en Los Ángeles, donde la presión pública y privada obligó al tenor a renunciar a su puesto como director de la Ópera de Los Ángeles.

Las acusaciones de una veintena de mujeres que trabajaron con él son ya conocidas en todo el mundo. Insinuaciones indeseadas, manoseos y besos furtivos, infidelidades ocasionales y, sobre todo, abuso de poder. Para Domingo fueron tres décadas en las que se esmeró por colocar a la Ópera de Los Ángeles en un sitio privilegiado en el horizonte de la ópera internacional.

Domingo respondió a las acusaciones en su contra describiendo algunas de ellas como inexactas. También intentó, aunque débilmente, explicarlas, quizá justificarlas, como «conductas del pasado que hoy se ven con otros ojos».

Su justificación no convenció a nadie; sin embargo, y sin condonar su conducta, su explicación tiene un sustento histórico. Si algo nos enseñaron Tirso de Molina (1630), Molière (1665), Carlo Goldoni (1734), Wolfgang Amadeus Mozart (1787), Giacomo Casanova (1822), Lord Byron (1824) o José Zorrilla (1844), es que la leyenda de Don Juan ha servido por siglos como arquetipo a la mayoría de los hombres. Ser un donjuán fue, antes del #MeToo, quizá el mejor elogio que se le podía hacer a un hombre no solo por su capacidad para seducir mujeres, sino como signo de virilidad.

El seductor se veía a sí mismo como un artista. Otra característica del Don Juan literario, que convenientemente ignoran los donjuanes modernos, es que el personaje, en tanto que transgresor de las costumbres y las reglas, al final de sus aventuras sufría un castigo por su conducta y su desenfrenada lujuria terminaba destruyéndolo. Curiosamente, la reacción de la opinión pública en Estados Unidos ha sido condenatoria y fulminante contra el tenor, mientras que en Europa parecería que la reacción a su donjuanismo ha sido vista como extrema.

«Para todos en la profesión la fama de seductor de Domingo era conocida, general y absoluta. Su talento inigualable, su poderío escénico, su talante de galán, su encanto personal y su caballerosidad lo convertían en un semidiós, escriben en El Periódico de Cataluña. Y es esta adoración al ídolo la que ha posibilitado que Domingo mantenga programados 17 conciertos en Europa para este año y el próximo. De estos se destaca uno en La Scala de Milán, el 15 de diciembre, en el que celebrará el 50.° aniversario de su debut en la insigne institución milanesa.

También se mantienen en la agenda sus presentaciones en Zúrich, Londres y Ginebra. La postura del Teatro Real de Madrid ha sido de apoyo total al cantante, a quien consideran un artista incuestionable con un historial de más de medio siglo que lo acredita como una de las voces más importantes del género lírico. Y aunque en su comunicado reitera su repudio a la violencia contra las mujeres, argumenta que este tipo de asuntos deben dirimirse en los tribunales.

Yo no tengo duda del talento del artista y reconozco que a diferencia de otros casos de famosos en el mundo del espectáculo, como por ejemplo el director de cine Roman Polanski, quien violó a una muchacha menor de edad; o del productor Harvey Weinstein, que obligó a infinidad de actrices a satisfacer su infinita lujuria a cambio de un papel, hasta ahora nadie acusa a Domingo de violación. Se lo denuncia por acoso sexual y por abuso de poder. Según los testimonios que se han recogido, todas las mujeres que lo han denunciado temían que desairarlo perjudicaría su situación laboral o sus carreras como cantantes.

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