Buzón

Jacinta Escudos siempre aborda esos temas tan sensibles, tan necesarios, tan vitales… Al leer su escrito revolotean en mi cabeza dos  personajes que con la madurez de sus años, su conocimiento, su aporte, nos brindan una gran lección de vida.

Buzón

La discriminación silenciosa

Jacinta Escudos siempre aborda esos temas tan sensibles, tan necesarios, tan vitales… Al leer su escrito revolotean en mi cabeza dos  personajes que con la madurez de sus años, su conocimiento, su aporte, nos brindan una gran lección de vida. Una de ellas es la doctora María Isabel Rodríguez, ex ministra de Salud. Tengo el honor de visitarla en su lugar de residencia.  Me dedico a la promoción y difusión de libros, motivo por el que le llevo las nuevas producciones literarias. La doctora es una persona que vive actualizándose.

Quisiera imitar su ejemplo, maravillarme al encanto de nuevos conocimientos. A pesar de que su entorno son libros (a veces pienso que se ha leído casi todo en la vida) en su casa se respira el  arte, la cultura, la ciencia. Ella siempre sabe sorprenderse al encuentro de nuevos saberes. En lo personal, al llegar a esa etapa de vida, quisiera tener su vitalidad. Pienso también en José Saramago, quien a sus 76 años obtuvo el premio Nobel de Literatura. Eso nos demuestra que conjuga los años recorridos para compartir la experiencia acumulada. A ambos deberíamos considerarlos una fuente de inspiración  para imitar su ejemplo. Pero, ¿cuántos estarán en el anonimato? y les condenamos a ese silencio estremecedor que menciona Jacinta.

Karina Amaya
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La sempiterna brecha

No resulta ajeno a ningún pertinaz observador los esquemas mentales afincados en nuestra cultura que discriminan sin reparo a la mujer y que hace imposible alcanzar una igualdad total. En el reportaje “El espejismo femenino del poder político” de Valeria Guzmán, se presentan los recuentos de la realidad política de nuestro país que alimenta la sempiterna brecha de exclusión para optar a cargos públicos y de elección popular, uno de los irrefutables frentes de desigualdad entre hombres y mujeres. Las mujeres que incursionan las esferas de la política tropiezan con muchas dificultades para su desarrollo y en no pocos casos con la oposición abierta de los hombres. Se ha quedado en el imaginario la atávica división sexual del trabajo que socialmente asigna las labores públicas a los hombres y los quehaceres domésticos a las mujeres, a veces en múltiples jornadas, a tal grado que se considera a la mujer como objeto y no como sujeto, ninguna ley contempla inhabilidad para las mujeres para ninguna actividad, por el contrario les oferta la oportunidad, pero los dirigentes ven esos derechos sólo como parte del decorado de la legislación.

En la convención sobre los derechos políticos de la mujer aprobado por las Naciones Unidas se establece, más allá del derecho pasivo al voto, que las mujeres tienen derecho a ser elegidas para cargos públicos de elección en igualdad de condiciones que los hombres y sin discriminación, lo mismo que ejercer en toda la función pública. Y es que la protección de los derechos de las mujeres en el ordenamiento jurídico internacional aparece desde 1948 cuando arranca la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Otro elemento importante es que si bien las mujeres son más, pero también son más las que desconocen sus derechos. Aunque hay una percepción en el aumento en las oportunidades a las mujeres salvadoreñas, éstas no parecen estar incidiendo lo suficiente en su desarrollo; estudios recientes señalan que una mayor igualdad en el hogar, donde los papás participen en el cuido, educación y tareas domésticas favorecen las relaciones de familia, logrando un mejor equilibrio entre hombres y mujeres en el trabajo en general; dejar atrás todas las formas de discriminación contra la mujer, libre de subordinación, nos beneficia a todos como sociedad. El hombre por su parte debe aprender a compartir responsabilidades hogareñas, abandonando esas imágenes machistas que a veces han sido inspiradas en contextos ancestrales.

Julio Roberto
Magañ[email protected]


Discriminación etaria

Este domingo Jacinta Escudos  hizo un señalamiento  en su columna «La discriminación  silenciosa» en la cual, los empleados que pasamos de loS cincuenta años sufrimos de exclusión por parte de las empresas  por ser un número más en su engranaje, más si estamos por jubilarnos. Cada día crece la tendencia en este país a promover la discriminación etaria en la fuerza laboral en edad madura, implementando el desempleo masivo. Hoy en día los patronos que solicitan empleados no aceptan a los que ofrecen madurez, estabilidad y experiencia por causa de la edad. Para muestra solo basta leer los anuncios de solicitud de nuevo personal  donde proclaman los límites máximos de edad y adoptan políticas que promueven encubiertamente la discriminación laboral por razón de la edad y este criterio es demasiado arbitrario para ser importante y lo aplican también en los procesos de promoción y ascensos.

Hay empresas en los que los empleados de mayor edad experimentan una discriminación encubierta como prescindir de ellos al momento de un ascenso y se les cede o presiona para que se jubilen anticipadamente para hacerle sitio a personal más joven que no les exija sus derechos laborales. Los señalamientos que arguyen los empleadores para los empleados viejos  son: que no son capaces de soportar el agotamiento físico o mental, que no son adaptables a las políticas explotadoras y que un empleado viejo es menos flexible y que por consecuencia menos eficiente y productivo, tienen más ausencias por causas de enfermedades y accidentes y, por último, no capacitan a un empleado viejo que solo servirá a la empresa unos pocos años antes de su retiro. Algunos argumentos esgrimidos son más que mentiras. Lo que pudiera faltarle al trabajador maduro lo compensa con su experiencia.

Tampoco es cierto que se ausente más del trabajo que el empleado joven ya que tiene la probabilidad que llegue más temprano o se quede más tiempo en sus labores. La actitud de un empleado, su experiencia, estabilidad, entusiasmo y habilidad no dependen necesariamente de la edad. Además, posee más juicio, lealtad y menores posibilidades de irse de la empresa, aprovecha mejor el tiempo y esfuerzo que los empleados jóvenes e infunden un mayor respeto. En nuestro país debemos romper paradigmas para que las leyes protejan a las personas que pasamos la edad que  los empresarios llaman «el límite de edad productiva».

Rutilio López Cortez
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Séptimo Sentido

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