Buzón

Valores culturales y subestimados El artista es una figura que acude al llamado de la vocación para emprender un viaje incierto, cargado de triunfos y sinsabores que se suscitan en cualquiera de las disciplinas del arte, sin saber qué ocurrirá al final. Es una expedición fantástica y emocionante que el artista no elige, sino que […]

Valores culturales y subestimados

El artista es una figura que acude al llamado de la vocación para emprender un viaje incierto, cargado de triunfos y sinsabores que se suscitan en cualquiera de las disciplinas del arte, sin saber qué ocurrirá al final. Es una expedición fantástica y emocionante que el artista no elige, sino que es la inclinación innata la que lo escoge y el elegido adquiere un compromiso de no desperdiciar su talento. En el coloquio de Valeria Guzmán, el entrevistado expresa: “Los tractores solo podemos abrir brecha, no podemos pavimentar”, sugiriendo con esa frase hasta dónde se puede llegar aun sin tener el apoyo sostenible de algún lado. Roberto Salomón es uno de esos valores culturales subestimados nuestros, pues le han reconocido muy poco sus esfuerzos por llevar adelante la magia en el arte de la actuación, a pesar de los desencantos en el sinuoso camino. Considerado el arte como la vocación más elevada, es desalentador tener que mencionar una y otra vez la misma letanía, la indiferencia cultural del Estado para impulsar las diversas manifestaciones del arte y sus artistas, el entrevistado lo expresa muy bien: “tenemos un gobierno al que no le interesa la cultura”. Para cualquier gobierno salvadoreño siempre ha sido así, la cultura en el último vagón. Por apasionada que sea la entrega, por mucha que sea la tenacidad y la perseverancia de quienes han sido bendecidos con el inspiración del arte, si no encuentran las condiciones, pues emigran y, de esa manera, se merma el acervo cultural a cambio de potenciar la promoción de nuestros valores artísticos hoy que vivimos tiempos de incertidumbre. A veces no entendemos que la fantasía es una de las grandes aliadas de la memoria y que, por medio del arte en cualquiera de sus esquinas, se debe promover, lo mismo que enseñar a pensar. Nuestro sistema educativo se queda corto en esos dos objetivos primordiales, por eso no es de extrañar la abundancia de oídos sordos y la escasez de mentes abiertas. Al menos debería haber un bachillerato en artes por cada zona geográfica del país, para darle oportunidad a las aptitudes de la juventud que se ven muy copiosas en escuelas e institutos. El teatro del compromiso social, como el que comulga el entrevistado, es de vital importancia para vincularse con la realidad. “Un pueblo que no cultiva su teatro, si no está muerto, está moribundo”, sostenía García Lorca.

Julio Roberto Magaña
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La política contaminada

Sin duda alguna el río Acelhuate en un tiempo tuvo aguas cristalinas y se debía a que sus afluentes no estaban contaminados, pero debido al mal uso que le dieron, se ha convertido en la mayor cloaca del país. Por eso el periodista Sigfredo Ramírez lo utiliza como metáfora para comparar la clase política que mantenemos y que, a la vez, ha sido la principal promotora de la destrucción de tan importante río. Ahora que se avecina un nuevo evento electoral, no faltarán los que tomarán como bandera la descontaminación de este río. Somos los electores los que debemos no apoyar a tanto político parsimonioso que se aprovecha de la ignorancia de algunos electores, a los que han empujado a un caudal de promesas falsas, como en las anteriores épocas, ya que la cosa pública está en manos de una minoría de personas influyentes. Nosotros, que somos mayoría, le concedemos voluntaria e involuntariamente la dirección. En nuestro país la persona que elegimos no siempre es aquella que empuña legalmente el poder y, depende de las circunstancias, pueden haber otras personas “tras bambalinas” que comparten el poder. Por esta razón en nuestro país existen castas hereditarias que permanecen en el poder y no quieren abandonar lo que consideran como su propiedad. Ahora es cuando los electores debemos utilizar el libre albedrío para “descontaminar” a tanto político que no piensa en dar la oportunidad a otro. Así apresuramos el fin de tanto político oportunista que nos ha hecho vivir en desigualdad de oportunidades y aceleramos el final de aquellos que buscan su beneficio y ambiciones personales, sin tomar en cuenta a la mayoría del pueblo que lo eligió.

Rutilio López Cortez
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Séptimo Sentido

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