BUZÓN

La otra mitad de la salud Julio Roberto Magaña [email protected] En nuestro atribulado país a cualquier centro hospitalario al que acudamos siempre lo encontramos repleto de gente que busca paliar sus dolencias físicas, nos hemos acostumbrado a atender las enfermedades somáticas, pero la otra mitad de salud que reviste de igual o más importancia la […]


La otra mitad de la salud

Julio Roberto Magaña
[email protected]

En nuestro atribulado país a cualquier centro hospitalario al que acudamos siempre lo encontramos repleto de gente que busca paliar sus dolencias físicas, nos hemos acostumbrado a atender las enfermedades somáticas, pero la otra mitad de salud que reviste de igual o más importancia la descuidamos, es la salud mental, que según la OMS es el goce del grado máximo de bienestar físico, mental y social. Convivir armónicamente consigo mismo y con el entorno y disfrutar los momentos agradables de las interrelaciones es el déficit en la población, delatado por los índices de intolerancia, altos niveles de estrés, adicciones, tendencias suicidas, ansiedades, depresiones y, en general, conductas insanas a cual más. Un departamento de salud mental es propicio en todos los centros hospitalarios nacionales, ya que el ventarrón de paranoias que vivimos y hemos vivido por décadas nos ha venido acumulando lastres mentales, y eso nos ha empujado a ser una sociedad enferma con derivaciones indecibles como lo describe el reportaje de Glenda Girón bajo el título sugestivo “Cacería de brujas en tierra de demonios”. Muchas enfermedades anatómicas son consecuencia directa de la pésima salud mental que tenemos como conglomerado, incluso los médicos se han estancado en auscultar la condición física, sin tomar en cuenta el acecho que serpentea la esfera corporal, y por añadidura escasean los profesionales especialistas en esa parte subterránea del ser humano. Todas las personas necesitamos diversos combustibles para funcionar en forma natural y conveniente con nuestros semejantes, pero el ser subjetivo es aún más complejo, es preciso facilitarle herramientas de bien que tanto las necesita para perfumar el escenario ideal del contexto social en que coexistimos. Bregamos con soluciones superficiales sin llegar a las profundidades del mal, reprimimos pero no prevenimos como debe ser, y todo ese barullo de cosas afecta la calidad de vida de las personas, que llega a afectar hasta la productividad.



Atento saludo para Manlio Argueta

Gaspar Romero
[email protected]

Respetado licenciado, siempre leo sus bonitos artículos en la edición de Séptimo Sentido. Supe que usted es de oriente. Yo soy de Ciudad Barrios. Con todo respeto me permito hacerle una sugerencia. De Ciudad Barrios existen tres personajes famosos: el general Gerardo Barrios, Francisco Gavidia y Monseñor Óscar Arnulfo Romero, recién beatificado (y se rumora que su canonización sería el 15 de agosto, aniversario 100 de su cumpleaños). Los tres son personajes famosos, pero muchas personas no conocen su origen. El general Barrios, famoso por las armas; Gavidia, por las letras; y Monseñor, por ser el defensor de los pobres, los humildes. Lo más desconocido es que Barrios y Romero coincidieron en el hecho de que fueron asesinados en San Salvador, el primero en el Cementerio General de San Salvador y Monseñor en la capilla del Hospital de la Divina Providencia. En ambos lugares ahora se erigen sus respectivas estatuas. Si usted lo considera a bien, mucho me alegraría su publicación en tan leída edición.



La ayuda nunca llegó a Victoria

Oswaldo Camino
[email protected]

Resulta incómodo pero necesario destacar el drama de Victoria como una experiencia que, si bien para efectos periodísticos deberá permanecer en el anonimato por razones obvias, es preciso recuperarla en la memoria cotidiana de quienes nos resistimos a creer que hubo ojos, y muchos, que vieron a Victoria pedir ayuda, pedir clemencia, y que al igual que nosotros le habrá costado creer que esa indiferencia de hielo prevaleció, sobre su privación forzada de libertad, cautiverio y violación en serie, como si hubiesen decretado su culpabilidad por un delito que nunca cometió, salvo si lo es caminar sola un día en el que nadie pudo ir con ella. Y tal complicidad pudo haber fácilmente avalado su muerte en la fosa que preparaban sus violadores, si no hubiese sido por esa llamada que la salvó, pero solo de la muerte física, porque ignoramos hasta el día de hoy qué otro tipo de muertes habrá sufrido, y ni imaginar adónde fueron, con su mamá, ¿qué harán ahora? ¿Dónde residen actualmente? ¿Vivirán aún? ¿Qué calidad de vida tendrán? Realmente son preguntas pertinentes, sobre todo porque en este preciso momento, si las estadísticas nos son útiles, y suelen serlo, estarán violando y asesinando a alguna mujer, como le ocurrió a una pequeña de 14 años hace unas semanas, cuando hacía su recorrido habitual de 10 kilómetros a pie para ir a estudiar. No podemos ser indiferentes como esos ojos cómplices, que lo siguieron siendo cuando trancaron sus puertas al llegar la policía; como lo hicieron esos vecinos que sabían el número de los violadores de Victoria y fingieron demencia, como lo seguiremos siendo si reproducimos esa pautas de indiferencia, como si ver a un ser humano indefenso pidiendo ayuda fuera una incomodidad de mal gusto. No hace falta pensar que podemos ser cualquiera de nosotros, hombre o mujer, los que nos encontremos en una situación de privación forzada de libertad, lo cual es de por sí un delito, y ante lo cual buscaremos con avidez y desesperación esos ojos que se posaron sobre la figura de Victoria y optaron por ignorarla. Y así legitimaron y contribuyeron a la consumación del repugnante delito de sus captores.



Atento saludo para Manlio Argueta

Gaspar Romero
[email protected]

Respetado licenciado, siempre leo sus bonitos artículos en la edición de Séptimo Sentido. Supe que usted es de oriente. Yo soy de Ciudad Barrios. Con todo respeto me permito hacerle una sugerencia. De Ciudad Barrios existen tres personajes famosos: el general Gerardo Barrios, Francisco Gavidia y Monseñor Óscar Arnulfo Romero, recién beatificado (y se rumora que su canonización sería el 15 de agosto, aniversario 100 de su cumpleaños). Los tres son personajes famosos, pero muchas personas no conocen su origen. El general Barrios, famoso por las armas; Gavidia, por las letras; y Monseñor, por ser el defensor de los pobres, los humildes. Lo más desconocido es que Barrios y Romero coincidieron en el hecho de que fueron asesinados en San Salvador, el primero en el Cementerio General de San Salvador y Monseñor en la capilla del Hospital de la Divina Providencia. En ambos lugares ahora se erigen sus respectivas estatuas. Si usted lo considera a bien, mucho me alegraría su publicación en tan leída edición.

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