ÁLBUM DE LIBÉLULAS (225)

Y una voz profunda le respondió: «Hacia el Olimpo, que es tu vivienda original».

1842. ENIGMA VOCACIONAL

Cuando le preguntaban qué quería ser al llegar a grande, él daba la misma respuesta con toda seriedad: «Astronauta». Por supuesto, los que le oían tomaban aquello como una excentricidad infantil, aunque algo quedaba resonando en el aire circundante. Llegó a la adolescencia y la transición no le trajo novedades. Vino el inicio de la adultez y entonces pareció tentado por el ansia de desaparecer del ambiente que le rodeaba. Usó el argumento del estudio superior para que sus padres lo enviaran al extranjero. Y curiosamente lo que eligió estudiar fue ingeniería de minas. Nadie le puso atención al contraste entre su primera ilusión de vida y lo que estaba escogiendo como destino. En su interior, sin embargo, todo estaba claro: la subterraneidad sería su trampolín hacia lo alto. ¿Acaso estaba empezando a pensar como poeta?

1843. MISTERIO PRENOCTURNO

Fuimos vecinos desde mucho antes de tener voluntad propia, y aunque nuestras familias eran muy diferentes por sus orígenes y por sus puntos de vista frente a la vida, el hecho de estar ahí, compartiendo vecindario, nos provocaba una afinidad espontánea. Como niño y niña apenas nos comunicábamos, porque cada quien andaba con sus congéneres; y luego como adolescentes las miradas comenzaron a funcionar de otra manera. Un día la invité al cine. La película era romántica, al estilo de entonces. A la salida, la invité a tomar algo fresco en un lugarcito cercano. Y luego nos fuimos caminando, ya con la noche alrededor. De pronto estábamos avanzando por la acera a la par de un jardín. Me detuve, porque una rosa parecía estarme llamando para ofrecerse. La corté y se la di a ella. Y esa rosa se mantiene viva desde entonces, perfumada de ilusión.

1844. AQUELLA TARDE EN EL LEELA

Ahmed puso como siempre sobre el vidrio del mostrador, en cuyo interior guardaba multitud de objetos a la venta, aquella caja de piedras preciosas muy al estilo del lugar. La pareja de visitantes compradores le pusieron atención al contenido, que él, con su gesticulante elocuencia habitual, iba mostrándoles, pieza por pieza. Se detuvo por un instante antes de enseñarles la que parecía ser la joya de la corona. Como ellos ya conocían al vendedor en muchas visitas anteriores, aguardaban la oferta del día. Pero en esa ocasión resultaron sorprendidos, porque no era un topacio ni una amatista, sino una curiosa piedra que parecía guijarro común con aquel fulgor en el centro. Ahmed lo tomó en la palma de la mano y se lo extendió a ambos: «Es un corazón para compartir. Viene de una gruta desconocida. Ustedes son los destinatarios». Ellos, conmovidos, lo aceptaron.

1845. A BUEN ENTENDEDOR…

Comenzaba a atardecer y el trabajador puntual se disponía a recoger todos sus útiles cotidianos para iniciar la vuelta a casa. A la hora en punto dejó su esquinado escritorio y salió del recinto. «Hasta mañana, don Sóstenes. Feliz tarde clara», le dijo el guardián de la puerta. Él, a su estilo, respondió con un gesto. Afuera, la tarde resplandecía. Sacó su gruesa chamarra con gorra añadida y se la puso. Los transeúntes lo miraban de reojo. No tardó mucho para que el inocente resplandor del cielo les dejara paso a los nubarrones amenazantes. Estaba por llegar a su vivienda, en el extremo de una callecita de colonia marginal. La borrasca se desató. El agente policial que circulaba por ahí saludó a don Sóstenes: «¿Y usté, mi amigo, cómo supo que iba a llover así? Ahora sí respondió: «Es que las nubes me mandaron un correo. Nos conocemos desde siempre…»

1846. BUENOS DÍAS, INCIENSO

El amanecer era aún esa caja de destellos imaginados en las manos del aire. Lo que casi nadie era capaz de percibir de antemano era que aquel día la llegada de la luz solar iba a ser un rito desconocido. Quien sí lo percibía de manera espontánea era aquella joven que estaba esperando su primer hijo, ya separada de su pareja por incompatibilidades no imaginadas de antemano. La joven salió de su humilde morada y se dirigió hacia el arroyo más cercano, que fluía entre árboles y peñascos como si quisiera ocultarse haciéndose más visible. Al estar junto al agua, se arrodilló, tomándose entre las manos el redondo refugio del niño por llegar. Y el parto comenzó a ocurrir, sin ningún auxilio adicional. Cuando ella tuvo a la criatura entre sus brazos se sintió envuelta por una nubecilla de aroma consagrado. El arroyo pareció detenerse por un instante. Amanecía.

1847. CUERVO MISIONERO

Cuando el inspector pasó revista, su conclusión fue la de siempre: «Todos los escombros están en orden». Los habitantes del condominio estaban reunidos como en tantas ocasiones anteriores, pero esta vez surgió un detalle fuera de lo común. El habitante recién llegado pidió la palabra: «Perdone, señor, pero yo tengo la sensación de que aquí se ha dado algo sobrenatural». Lo vieron como si fuera un extraño peligroso, pero él se quedó impávido, como si lo poseyera una convicción inalterable. Entonces del fondo de los escombros acumulados se fue levantando la forma de un ser con alas, y el sonido estridente de su canto circuló hasta por los más escondidos rincones. El grupo de los que estaban ahí cambiaron el gesto, y se volvieron círculo, animados por una repentina afinidad. El cuervo se elevó hasta la ventana más alta y ahí se disolvió.

1848. Y DE NUEVO LAS NUBES

Era verano incipiente, y aquel borbollón de nubes era lo menos esperable entre el atardecer bordado de luces. Pero ahora, no sólo climáticamente sino en cualquier sentido, todo puede pasar, hasta lo más inverosímil. Y desde aquella ventana, que más bien era un ventanuco, la percepción era personal al máximo. El adolescente que por ahí se asomaba parecía en éxtasis, como si estuviera ante un altar que lo acogiera con los brazos abiertos. No tardaría mucho en llegar la hora de la cena, que siempre hacían temprano y en familia. Él se unió las manos sobre el pecho y empezó a murmurar una oración. Sólo unos segundos después se desató una tormenta insospechada, con rayos y centellas. El adolescente se arrodilló. Nadie estaría pensando en cenar. Podía permanecer ahí, en compañía de sus eternas aliadas, las nubes, el tiempo que quisiera…

1849. IDENTIDAD OCULTA

Desde que tuvo conciencia supo que su vocación era ser peregrino. Así, pues, salió muy pronto a recorrer el mundo. Llevaba un mapa, que de repente se le volvió borroso. «¿Hacia dónde voy?», se preguntó. Y una voz profunda le respondió: «Hacia el Olimpo, que es tu vivienda original».

1850. DESPERTÓ BLANCANIEVES

Alrededor, los árboles movían armoniosamente sus ramajes, en un aplauso inmemorial. «¡Sí, Blancanieves ha despertado de nuevo, y el bosque lo celebra como su amigo más fiel!»

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