ÁLBUM DE LIBÉLULAS (221)

Le encendió la veladora a la Virgen, y se fue a recostar para reciclar energías después de aquella jornada agotadora.

1810. ANTES DE ALZAR VUELO

“Esta primavera voy a salir por primera vez al mundo”. Así se lo anunció al pequeño grupo de amigos de siempre; y uno de ellos le comentó, en el tono que usaban con frecuencia y sonriendo con ironía: “¿Cuál primavera si eso no existe en nuestro clima?” Otro agregó, haciéndose eco del compañerismo burlón: “Ah, es que éste siempre se las ha dado de imaginativo”. Y no faltó el colofón: “¡Pueta al fin, camaradas!” Él, entonces, les devolvió de inmediato la moneda: “Pues entonces hagamos un trato: si la primavera llega, aunque la llamen ustedes como quieran, y yo les mando un mensaje desde Singapur o desde Montreal, ¿se comprometen a hacerme un espléndido agasajo de bienvenida? ¿Estamos, o sólo son buenos para rebatir, como aprendices de políticos?”

1811. FIDELIDAD NOCTURNA

Era muy de mañana, y comenzaban a oírse en el jardín inmediato los cantos de los pájaros anunciadores del nuevo día; pero en esa oportunidad los armoniosos sonidos de las aves puntuales venían mezcladas con una especie de leve trepidación que parecía provenir de fricciones metálicas. Él estaba preparándose para salir pronto a cumplir sus tareas laborales, y apenas tenía tiempo de reparar en aquella novedad sonora. Pero cuando estuvo ante el espejo, listo para rasurarse y ponerse la crema reparadora, vio detrás de él un flujo de sombras que habían surgido de improviso. Se apartó, pero las sombras le hicieron quedarse frente al cristal. Y llegó la voz susurrada: “Somos nosotros, tus compañeros de insomnio… Te acompañaremos para que no te duermas en el camino…”

1812. MISIÓN PRIMAVERAL

Madrid estaba anocheciendo animadamente entre las claridades de la primavera recién llegada. Ellos habían llegado en un vuelo mañanero desde el otro lado del océano, y estaban hospedados como siempre en el hotel Palace, frente a la Fuente de Neptuno. “¡Qué querés hacer?”, le preguntó él a ella. Y ella aspiró profundamente, dejando escapar un suspiro: “Primero, lo primero: ir a ver a Jesús de Medinaceli, aquí a la par; y después ir a tomar una copa de buen vino en la Vinoteca…” Salieron de inmediato. Ya desde los primeros pasos ambos sintieron una energía liviana que casi les hacía levitar. La puerta de la iglesia ya estaba cerrada. “¡Bueno, el Señor nos invita a tomar con Él la copa de vino en la plaza se Santa Ana! ¡Vamos!” Y casi corriendo se dirigieron a la Vinoteca. La primavera los llevaba de la mano…

1813. JUEGO DE IMÁGENES

Fue fotógrafo desde que tenía memoria, entre los velos de la primera edad, aunque tardó bastante tiempo para poder tener una cámara a su disposición. Era otra época, y la aspiración derivaba en contar con estudio propio, como el de los profesionales de tradición. Pero afortunadamente él pudo estudiar las técnicas novedosas y dedicarse a una labor itinerante. Se detenía en todas las esquinas y fijaba instantáneas de lo que a simple vista parecía intrascendente. Así llegó a tener una colección que daba para muchas muestras. Empezó entonces a buscar patrocinadores, y así llegó al despacho de don Ramón, el mecenas. Abrió sus valijas y aparecieron las imágenes. Don Ramón se conmovió hasta las lágrimas. “Gracias, amigo, por recordarme que la vida es una calle! Tu exposición hará historia…”

1814. EN PRIMERA FILA

Había escogido asiento de ventana en la primera fila, y los pasajeros seguían pasando sin que nadie llegara a ocupar el puesto contiguo. Estaban a punto de cerrar la puerta de ingreso cuando arribó corriendo aquella joven que tenía toda la pinta de ser deportista o bailarina. Rubia y de atuendo multicolor, era la vitalidad personificada. Colocó su extravagante maleta de mano en el compartimento superior y aspirando fuerte se sentó ya cuando la nave empezaba a moverse hacia el despegue. Aunque el pasajero de ventana la observaba con fijeza mal educada, ella ni siquiera había reparado en él. Hasta que, ya al alzar vuelo, la azafata pasó ofreciéndoles algo de tomar. Ambos eligieron el vino espumante. Al hacerlo, se sonrieron. “¡Salud!”, soltaron al unísono. Y era la salud de la buena nueva.

1815. FUEGO INMEMORIAL

En la pantalla del televisor hubo de repente una conmoción totalmente insospechada. Como si la escena estuviera pasando ahí mismo, dentro del pequeño marco donde sólo flotaban imágenes, el fuego de las llamas estaba a punto de saltar hacia fuera. Ellos, la pareja que hacía su rutina de ver televisión desde la cama, se sobresaltaron al instante. La relación noticiosa en inglés describía con voces sobrecogidas el suceso: la Catedral de Notre Dame de París estaba ardiendo sin control. Se abrazaron sobre las almohadas, como si no fueran espectadores sino partícipes de la catástrofe. El noticiero seguía su curso, y lo único cierto era la destrucción insospechada. Él, que había conocido Notre Dame en su primer viaje de adolescencia, sintió que le brotaban las lágrimas. Ella trató de consolarlo: “Lo vivido nunca se consume”.

1816. COLOQUIO SORPRESIVO

Cuando estaba a punto de iniciarse el recital sólo unas cuantas sillas del auditorio se hallaban ocupadas. Él, que sería el primero en leer sus páginas, tuvo un instante de desconcierto, porque todo indicaba que lo que él tendría iba a ser una especie de soliloquio. Llegó la hora de comenzar, y el presentador subió al podio. Sus palabras fueron breves y casi ininteligibles. Luego le tocó a él. La concurrencia se había multiplicado como por encanto. Él, entonces, se sintió sobrecogido por la súbita necesidad de estar en una especie de intimidad con las palabras. Se quedó unos segundos en silencio, y entonces cerró los ojos. Entre los apretados concurrentes circuló un murmullo de asombro y de reclamo. Él entonces distendió los párpados y empezó a recitar sin leer ningún texto. De su voz se desprendían mariposas salvadas.

1817. A BUEN ENTENDEDOR…

Le encendió la veladora a la Virgen, y se fue a recostar para reciclar energías después de aquella jornada agotadora. En eso le sonó el celular, y ella tardó un momento en responder. Al fin lo hizo y del otro lado sonó la voz de Adrián, que seguía insistiéndole. “Esta bien nos vemos esta tarde en el Café El Dicho”. Al otro lado resonó la carcajada: “Pero si ese lugar sólo existe en la tele…” “Pues ahí tenés la respuesta”. La veladora de la virgen parecía estar conteniendo la risa.

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